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No sabes en qué estabas pensando cuando empezaste a arrastrar a Hiragi contigo hacia el fondo del bar. Era muy tarde, acababas de terminar esa bebida que no debías haber tomado y ahora estás aquí, cerrando la puerta del baño con él también dentro.
"¿Estás bien? ¿Te sientes mal?" Su yo preocupado no podía entender qué estaba pasando ya que tomaste su mano apresuradamente, pensando que lo estabas pasando mal. Qué lindo de su parte, pensaste antes de mostrarle por qué realmente lo habías traído aquí.
Tus labios chocaron contra los suyos, besándolo profundamente desde el principio mientras agarrabas su camisa para estabilizarte. Habías estado deseando hacer eso durante al menos una hora. Había algo hipnótico en él, no podías explicarlo, pero te excitaba esta noche. Necesitabas sentirlo cerca de ti, si pudieras arrastrarte debajo de su piel lo harías.
Hay una sensación de desesperación en el beso mientras sostienes su rostro, acercándolo más a ti por el cuello hasta que puedes atrapar su labio inferior entre tus dientes. Él está indefenso, no quiere detenerlo pero sabe muy bien que eso tampoco debería suceder aquí. Pero es tan caliente: lo acercas más, sus manos descansan en tus caderas y él podría deslizarlas debajo de tu camisa tan fácilmente.
Tu aroma, la sensación de tu cuerpo contra el suyo y tus labios devorándolos como si tu vida dependiera de ello, le nublan la mente. No, él no quiere que se detenga nunca, eso es seguro.
De repente, alguien golpea la puerta y los obliga a separarse por un segundo. Se miran a los ojos antes de que él hable.
—Se siente enferma, lo siento, ¿puedes esperar un poco? —instó, sintiendo que tu boca se dirigía hacia el sur, directo a su mandíbula y tuvo que contener la mirada.
—¡Claro! —dijo la voz del otro lado, yéndose poco después.
Sus ojos volvieron a posarse en ti mientras tiraba de tu cabello para ver tu rostro nuevamente. Hay una sonrisa de amor borracho en tus labios y él no puede decir que no puedes esperar por mí. "¿Dónde estábamos?"
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