XI

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Briana se sentía extraña mientras esperaba en el café donde habían acordado encontrarse. Sus pensamientos giraban en espiral, repitiendo las mismas dudas y temores. Había decidido que era hora de ponerle fin a todo, a los sentimientos no correspondidos, a la esperanza que la consumía. No podía seguir con ese dolor, así que había llegado a la conclusión de que era mejor alejarse y buscar la paz que tanto necesitaba.

Cuando Samantha llegó, ambas se saludaron con un ligero asentimiento de cabeza, evitando el contacto visual prolongado. El ambiente entre ellas era tenso, cargado de todo lo no dicho. Se pidieron un café cada una, y mientras esperaban, Samantha respiró profundamente, preparándose para hablar.

—Briana, quería disculparme por todo lo que te dije en la fiesta. Estaba borracha y confundida, pero eso no justifica mis palabras ni mis acciones —comenzó Samantha, su voz temblando ligeramente.

Briana la miró fijamente, pero su expresión era serena, casi resignada.

—Samy, ya no hace falta que te disculpes más. Lo has hecho muchas veces, y sinceramente, no quiero escucharlo otra vez —dijo Briana con un tono firme, aunque en el fondo sentía un nudo en la garganta—. Lo que pasó, pasó. Sí, me dolió. Mucho. Pero asumo mi parte de culpa también.

Samantha abrió la boca para decir algo, pero Briana levantó una mano, indicándole que aún no había terminado.

—Sé lo complicado que era para ti. Recibir coqueteos de la chica que le gustaba a tu hermano... Puedo entender lo culpable que te sentías al pensar en corresponder esos sentimientos. Pero, Samy, no eran maneras —continuó Briana, su voz quebrándose al recordar el dolor—. Podrías haber sido honesta desde el principio, pero en lugar de eso, todo se volvió un juego de heridas y malentendidos.

Samantha sintió que su corazón se encogía con cada palabra de Briana. Quería decirle que había hablado con Osvaldo, que ahora entendía que lo que realmente quería era estar con ella, con Briana. Quería decirle que había tardado en darse cuenta, pero que finalmente lo había hecho. Sin embargo, Briana no le dio la oportunidad.

—No te preocupes, Samy. Ya no voy a hablarte más. Necesito sanar, necesito encontrar a alguien que no tenga miedo de expresar lo que siente, de quererme sin reservas. Aunque mi corazón aún te pertenezca, me obligaré a seguir adelante, a estar con alguien si eso es lo que necesito para olvidarte —dijo Briana, su voz apenas un susurro al final, pero con una resolución que partió en dos el corazón de Samantha.

Samantha estaba sorprendida, incluso aturdida, por la firmeza de las palabras de Briana. Quería gritar, quería decirle que no la dejara ir, que ahora entendía que era ella quien la hacía feliz. Pero Briana ya había cerrado esa puerta, la misma puerta que Samantha había cerrado desde el primer día por miedo a herir a su hermano.

Briana se levantó de la mesa, dejando la cuenta pagada como un último gesto de cierre.

—Cuídate, Samy. Espero que encuentres lo que buscas —fueron sus últimas palabras antes de marcharse.

Samantha se quedó ahí, inmóvil, viendo cómo Briana salía del café. Cada paso que Briana daba era como una estocada en su pecho. Había querido confesarle todo, pero ahora era demasiado tarde. Briana había tomado su decisión, y Samantha tendría que vivir con las consecuencias de sus propias acciones.

Briana llegó a su departamento, su corazón latiendo con fuerza y su mente llena de pensamientos contradictorios. Angie la estaba esperando, como lo había hecho durante toda la mañana, preocupada por cómo se sentiría después de la conversación con Samantha.

—¿Cómo te fue? —preguntó Angie en cuanto la vio entrar.

Briana no dijo nada. Simplemente se acercó y se abrazó a Angie con fuerza. Fue en ese abrazo que finalmente permitió que las lágrimas reprimidas cayeran. Todo el dolor, la frustración y el amor no correspondido se liberaron en un torrente imparable.

OCULTO [Rivers & I] 2DA TEMPORADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora