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Los días pasaban lentamente para Briana, cada jornada más pesada que la anterior. A pesar de los esfuerzos de sus amigos por hacerla sentir acompañada, había algo que no encajaba. El número desconocido seguía enviándole mensajes que, aunque reconfortantes, le causaban una profunda inquietud.

"Hoy vi que saliste a caminar por el parque. ¿Te sientes mejor? No puedo evitar preocuparme por ti," decía uno de esos mensajes.

Otro día, recibió: "Sé que es difícil, pero recuerda que siempre hay alguien que piensa en ti. No estás sola."

A pesar de la tranquilidad que le proporcionaban esas palabras, la constante negativa del remitente a revelar su identidad la mantenía en un estado de confusión.

Uno de esos días, mientras caminaba por la ciudad, Briana recibió una llamada de Aldo. Su voz sonaba seria, casi con un tono de disculpa.

—Briana, quería hablar contigo sobre lo que pasó en la plaza —comenzó, su voz vacilando ligeramente—. Siento mucho lo que ocurrió. Entiendo que debió ser incómodo para ti.

—No te preocupes, Aldo. Entiendo que... —Briana hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, que tienes tus propias razones para seguir en contacto con Samantha y Osvaldo.

—Sí, así es —admitió Aldo, respirando profundamente antes de continuar—. Hay cosas que tú no sabes, pero créeme, todo lo que hago es porque me importas.

——

Septiembre avanzaba, y Briana notaba que las visitas de sus amigos eran cada vez más aisladas. Rodrigo y Aldo evitaban coincidir con Angie, algo que Briana no entendía. La tensión entre ellos se hacía más evidente con cada día que pasaba.

Una noche, cuando organizaron una pijamada en casa de Briana, decidió enfrentar la situación.

—¿Por qué están siendo tan crueles con Angie? —les preguntó directamente mientras se acomodaban en la sala—. Nadie ha estado tan pendiente de mí como ella. Ha sido la persona que más me ha levantado cuando he caído.

Rodrigo y Aldo se miraron, como si buscaran el valor en los ojos del otro. Finalmente, fue Aldo quien habló.

—No es que queramos ser crueles, Briana. Es solo que... —vaciló, buscando las palabras correctas—. Hay cosas que es mejor que no sepas ahora.

—¿Cosas que no debo saber? —Briana sintió un nudo en el estómago—. ¿De qué estás hablando?

Rodrigo intervino, tratando de calmar la situación.

—No es nada, Briana. Solo... dejemos las cosas así, ¿de acuerdo?

Briana los miró con incredulidad. Estaban ocultándole algo, y ella lo sabía. Pero también sabía que no tenía fuerzas para seguir insistiendo.

—Está bien, —dijo finalmente, levantando las manos en señal de rendición—. Si no quieren hablar de ello, no voy a presionar más.

La noche continuó con una extraña tensión en el aire, una incomodidad que no se disipó ni con las risas forzadas ni con las conversaciones triviales.

Cuando finalmente se quedaron dormidos, Briana se quedó mirando el techo, con la mente llena de preguntas sin respuestas y un corazón que no dejaba de doler. Había una verdad que no conocía, una que sus amigos no estaban dispuestos a compartir. Y aunque había cesado la discusión, no podía sacudirse la sensación de que algo muy importante estaba siendo cuidadosamente escondido de ella.

——-

Briana había pasado días intentando reunir a sus amigos, rogándoles que tuvieran una noche juntos, como solían hacerlo antes. Después de mucha insistencia, finalmente, Rodrigo y Aldo cedieron a su petición, accediendo a una noche de películas y juegos de mesa, con Angie incluida.

La noche comenzó tranquilamente, como en los viejos tiempos. Se acomodaron en la sala, entre risas y bromas mientras elegían qué película ver y qué juegos jugar. A medida que la noche avanzaba, el ambiente parecía relajarse, y por un momento, Briana se sintió reconfortada, como si nada hubiera cambiado.

Cuando el hambre empezó a hacerse notar, Briana se ofreció a ir por pizza al local que estaba a media calle. Todos estuvieron de acuerdo, y ella salió, pensando que un poco de aire fresco también le vendría bien. Lo que debería haber sido una rápida ida y vuelta, se convirtió en un viaje de casi cuarenta minutos debido a una fila inesperadamente larga.

Al regresar, una sensación extraña la invadió cuando puso la mano en la perilla de la puerta. Entró en su apartamento, cargando las cajas de pizza, y fue recibida por un ambiente completamente diferente al que había dejado. Desde la entrada, podía escuchar las voces elevadas de sus amigos.

Dejó las pizzas en el suelo y corrió hacia la sala, donde encontró a Angie llorando, mientras Rodrigo y Aldo la miraban con rostros enrojecidos de furia.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —preguntó Briana, su voz llena de incredulidad mientras entraba apresurada en la habitación.

Todos se quedaron en silencio al verla, la tensión en la sala era palpable. Rodrigo y Aldo evitaban su mirada, pero finalmente, Aldo intentó hablar.

—Briana, no es lo que parece...

Antes de que pudiera continuar, Angie lo interrumpió, levantando la voz entre sollozos.

—¡No, Briana, es exactamente lo que parece! Ellos... ellos me han estado tratando mal durante mucho tiempo, y todo porque... porque sigo enamorada de ti.

El corazón de Briana se detuvo un instante. Angie continuó, las palabras saliendo apresuradas, como si temiera que no tuviera otra oportunidad para decirlas.

—Ellos siempre intentan mantenerme lejos de ti, han tratado de excluirme cada vez que pueden. Me amenazan, Briana, dicen que me harán cosas horribles si no me alejo. Lo único que hago es cuidarte porque te amo, y ellos... ellos no soportan eso. Quizás son celos, no lo sé, pero no quería decírtelo porque sabía lo mucho que los amas. No quería que nuestra amistad se rompiera por mi culpa.

Las lágrimas caían libremente por el rostro de Angie, mientras Briana la miraba, su mente tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Rodrigo, por su parte, intentó negar todo.

—Eso no es verdad. Briana, ella está mintiendo. Podemos explicarlo, de verdad...

Pero Briana ya no podía escuchar. Su mundo se estaba desmoronando ante la revelación de Angie. Las piezas empezaban a encajar, los comportamientos extraños, las evasiones, la tensión constante. Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba a sus amigos, las personas en las que había confiado ciegamente durante tanto tiempo.

—¡Lárguense! —gritó, incapaz de contener el dolor—. No quiero verlos, no quiero hablar con ustedes por un tiempo. Necesito... necesito pensar.

Rodrigo intentó hablar de nuevo, pero Aldo lo detuvo, sabiendo que cualquier cosa que dijeran en ese momento solo empeoraría la situación. Se levantaron y salieron del apartamento, dejando a Briana sola con Angie.

Briana se dejó caer junto a Angie, envolviéndola en un abrazo mientras ambas lloraban. No podía creer lo que acababa de suceder, y aunque sabía que Angie la necesitaba, una parte de ella se preguntaba si había tomado la decisión correcta.

El peso de su elección se hizo más evidente con cada lágrima que caía. Y en su corazón, Briana empezaba a darse cuenta de que tal vez, solo tal vez, se había equivocado al decidir en quién confiar.





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OCULTO [Rivers & I] 2DA TEMPORADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora