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Los días que siguieron a la confrontación con Angie fueron un torbellino emocional para Briana. Cada vez que su teléfono sonaba, su estómago se retorcía, anticipando que sería otro mensaje de Angie. A pesar de que los ignoraba, las notificaciones seguían llegando, cargadas de disculpas desesperadas, justificaciones torpes y un intento evidente de manipularla para que volviera a confiar en ella.

**Un mensaje decía:
"Briana, por favor, perdóname. No quería hacerte daño, pero no pude evitarlo. Sabes cuánto te quiero. Haría cualquier cosa por ti. No me dejes sola, eres todo lo que tengo."

**Otro, más agresivo, decía:
"Si no me respondes, solo demostrarás que nunca me quisiste de verdad. Yo solo quería lo mejor para ti, pero parece que no puedes ver más allá de lo que te dicen esos 'amigos' que solo están celosos de nuestra relación."

Briana leía estos mensajes y sentía un nudo en la garganta. La mezcla de disculpas y culpas, el desesperado intento de mantener el control, la hacían sentir asfixiada. Sabía que Angie estaba jugando con sus emociones, pero las palabras seguían teniendo un peso abrumador en su mente.

Pasaba horas sola en su departamento, dejándose consumir por pensamientos oscuros. El apoyo de sus amigos era un bálsamo, pero a su petición, la dejaban tranquila, respetando su espacio para que pudiera procesar todo a su propio ritmo. Aun así, Briana se sentía sola, atrapada en una vorágine de dudas y emociones contradictorias.

Sin embargo, no todo era oscuridad. Samantha, a pesar de la distancia física, estaba más cerca de ella que nunca. Cada día, sin falta, llegaba algo que demostraba que estaba pensando en Briana: un paquete de comida que contenía su platillo favorito, un pequeño regalo que le arrancaba una sonrisa, o una carta breve pero cargada de amor.

**Una de esas notas decía:
"No hay un solo día en que no piense en ti, Briamor. Quisiera poder estar a tu lado, abrazarte y decirte que todo estará bien. Pero por ahora, solo puedo enviarte estas cosas, esperando que al menos te hagan sentir un poco mejor. Recuerda que te amo, ahora y siempre."

Briana, con el corazón en la mano, leía esas notas y no podía evitar las lágrimas. Saber que, a pesar de todo, el amor de Samantha seguía intacto era a la vez doloroso y reconfortante. No podía dejar de imaginar cómo sería su vida si todo lo que había sucedido no hubiera ocurrido. En esos momentos, sentía que estaba viviendo en un universo paralelo, donde las heridas podían sanar y el amor podía triunfar sobre el dolor.

El día finalmente llegó cuando Briana decidió que era hora de salir y despejar su mente. Después de semanas de aislamiento y mensajes inquietantes de Angie, sentía que necesitaba un respiro. Sus amigos, siempre atentos, le habían hablado de una fiesta en casa de Juan, y aunque al principio dudó, terminó aceptando la invitación. Sabía que necesitaba un tiempo fuera de su propio mundo, fuera de los recuerdos y las emociones que la tenían atrapada.

La noche de la fiesta, Briana se encontró nerviosa, revisando una y otra vez su reflejo en el espejo. Hacía mucho que no se vestía para una ocasión como esta. Se decidió por un vestido bonito, uno que hacía mucho no usaba, y que siempre le había dado un toque de confianza. Pero hoy, esa seguridad parecía tambalearse. "Es solo una fiesta", se repetía, intentando calmar los latidos acelerados de su corazón. Aún así, no podía evitar pensar en las personas que vería por primera vez después de todo lo que había pasado, personas que Angie había alejado de su vida.

Cuando llegó a la casa de Juan, Osvaldo fue el primero en recibirla. Apenas la vio, le sonrió ampliamente y la envolvió en un abrazo fuerte y reconfortante.
—¡Bri! Me alegra tanto que hayas venido. —Le dijo con sinceridad, dándole un suave apretón en los hombros—. Pasa, todos están adentro.

Briana asintió, agradecida por el gesto, y entró en la casa. La música sonaba fuerte y la conversación fluía animada entre los presentes. La mayoría de las caras eran desconocidas para ella, pero algunas, aquellas que reconocía, la miraban con una mezcla de sorpresa y duda. Era como si no supieran si deberían acercarse o dejarla en paz. Sin embargo, antes de que pudiera sentirse incómoda, Ari y Ama la vieron desde el otro lado de la sala y corrieron hacia ella.

—¡Briana! —gritaron al unísono, y antes de que pudiera reaccionar, ya la habían envuelto en un abrazo cálido y reconfortante.

—¡Qué bueno que viniste! —dijo Ama con una sonrisa, mientras Ari asentía emocionada.

Ese primer contacto pareció romper el hielo. Los demás, al ver la reacción de Ari y Ama, se sintieron más animados a acercarse, y pronto Briana se vio rodeada de abrazos y palabras de aliento. Algunos se disculpaban por no haber estado ahí para ella, otros le expresaban lo sorprendidos que estaban por el comportamiento de Angie. Todos querían decir algo, mostrar su apoyo de alguna manera.

Pero Briana, aunque agradecida, levantó una mano para detenerlos.
—Chicos, en serio, gracias por todo... pero hoy no quiero hablar de ella ni del tema. Estoy aquí para distraerme, ¿vale? —dijo con una sonrisa cansada.

Todos asintieron, entendiendo su necesidad de desconectar por un momento. Y así, la conversación cambió de rumbo. Hablaron de otras cosas: del trabajo, de anécdotas graciosas, de música y películas. Briana trataba de seguir el hilo, pero su mente divagaba, atrapada entre la sensación de alivio y el persistente nerviosismo que aún la acompañaba.

De repente, su atención fue capturada por una figura familiar que emergía de la cocina. Era Samantha, y aunque Briana había imaginado este momento en su cabeza, verlo suceder frente a sus ojos le hizo sentir un nudo en el estómago. Samantha sostenía dos vasos de ponche y, al verla, le ofreció uno con una suave sonrisa, acompañada de una mirada que hablaba más que mil palabras. Le hizo un gesto con la cabeza, invitándola a seguirla de regreso a la cocina, un lugar más apartado del bullicio.

Briana sintió su corazón acelerarse aún más, pero asintió y, con pasos medidos, la siguió. Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos mientras cruzaba la sala. El ruido de la fiesta parecía desvanecerse a medida que se acercaba a Samantha, como si el mundo entero quedara en silencio, permitiendo que solo existieran ellas dos. Cuando finalmente llegaron a la cocina, Samantha le extendió el vaso de ponche.

—Gracias —murmuró Briana, tomando el vaso entre sus manos temblorosas.

Samantha la miró con una mezcla de cariño y arrepentimiento.
—Sabía que vendrías... —dijo en voz baja, evitando el contacto visual por un momento antes de volver a mirarla—. Y quería verte, quería asegurarme de que estabas bien.

Briana tragó saliva, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Estoy... intentando estar bien —respondió con honestidad, sus ojos encontrando los de Samantha. Por un momento, ninguna dijo nada.






☀️
Trabajaré en esta reconciliación🥳

OCULTO [Rivers & I] 2DA TEMPORADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora