2|3

45 1 0
                                    



Las semanas que siguieron a la graduación fueron un descenso al infierno para Briana. Si bien las primeras dos semanas después de que Samantha la dejara habían sido terribles, lo que vino después fue mucho peor. Briana se sentía vacía, sin un propósito claro más allá de las consultas en su consultorio, donde se sentaba frente a sus pacientes, aconsejándolos sobre cómo superar sus problemas de desprecio, mientras ella misma se hundía más y más en el mismo dolor del que hablaba. Era una cruel ironía que no pasaba desapercibida para ella.

Diariamente, después de trabajar, volvía a casa y se entregaba a una rutina autodestructiva: encendía su computadora y abría el canal de Twitch de Samantha. Verla sonreír y bromear con su comunidad como si nada hubiera pasado era como una daga en el corazón, girando y hundiéndose más cada vez. Los comentarios en el chat preguntaban por ella, por Briana, pero rápidamente desaparecían, eliminados por los moderadores. **"Probablemente les pidió que no me mencionaran,"** pensaba Briana, sintiendo una mezcla de rabia, tristeza y, sobre todo, desesperación.

**"¿Cómo puede estar bien? ¿Cómo puede seguir adelante como si lo nuestro nunca hubiera existido?"** Estas preguntas retumbaban en su cabeza, sin encontrar respuesta. Briana no era una persona que bebiera, pero últimamente la idea le parecía tentadora. **"Tal vez un trago me ayude a olvidar,"** se decía, pero sabía que el olvido no llegaría tan fácilmente.

Sus noches eran las peores. Después de terminar con su trabajo, su mente nublada y los pensamientos intrusivos la atacaban sin piedad. La culpa y la tristeza la envolvían, y la tentación de hacer algo para acabar con el dolor crecía. Una noche, en particular, todo llegó a un punto crítico. Después de un largo día, Briana volvió a su apartamento, sola y más vulnerable que nunca. Decidió que ya no podía soportarlo.

Con manos temblorosas, envió un mensaje desde su teléfono. Ni siquiera estaba segura de a quién se lo había enviado. **"Quizás a Rodrigo, o tal vez a Angie,"** pensó, pero en ese momento no le importaba. Lo único que quería era que el dolor se detuviera. Abrió un frasco de pastillas que había estado usando para ayudarla a dormir y, sin pensar, comenzó a tragarlas una por una, cada vez más rápido, hasta que perdió la cuenta. La sensación de entumecimiento la envolvió, y lo último que recordó fue recostarse en su cama, esperando que el dolor desapareciera.

El primer rayo de luz que entró por la ventana del hospital fue suficiente para hacer que Briana abriera los ojos. Su cuerpo estaba pesado, como si una gran nube de fatiga se hubiera asentado sobre ella, pero fue el sonido de sollozos cercanos lo que realmente la despertó. Parpadeando, intentó enfocar la vista y lo primero que vio fue a Rodrigo, su amigo más cercano, quien se encontraba sentado al borde de la cama, con el rostro hundido en sus manos.

—Rodrigo... ¿qué haces aquí? —preguntó Briana, su voz apenas un susurro. El esfuerzo por hablar hizo que se diera cuenta de lo seca que tenía la garganta.

Rodrigo levantó la vista, y al ver que Briana estaba despierta, su rostro se transformó en un mar de emociones. Sin poder contenerse, corrió a su lado y la abrazó, soltando un llanto profundo y desesperado.

—¡Bri! —gimió entre lágrimas—. ¡Dios, Briana, no tienes idea de cuánto nos asustaste!

Briana estaba completamente confundida. ¿Por qué estaba él ahí? ¿Por qué lloraba de esa manera? Mientras trataba de descifrar lo que ocurría, una sensación extraña y desagradable la envolvió, como si algo importante estuviera fuera de lugar.

—Rodrigo, no entiendo... ¿qué está pasando? ¿Por qué estás aquí? —insistió, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

Rodrigo se separó de ella lo suficiente para mirarla a los ojos, su expresión era una mezcla de alivio y dolor, como si estuviera viendo un milagro y a la vez enfrentando una pesadilla.

OCULTO [Rivers & I] 2DA TEMPORADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora