3. Dottoressa

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Mientras caminaba hacia la sala de espera, mi mente no dejaba de repasar las últimas interacciones. Había algo en esos chicos que me perturbaba profundamente, una oscuridad que parecía envolverlos. Respiré hondo, intentando prepararme para lo que pudiera venir, y cuando llegué al umbral del pasillo, dudé por un segundo en seguir.

Al acercarme un poco más, vi a Gian aún sentado, pero esta vez estaba aquel chico del pasillo con ojos azules y cabello negro, hablando en voz baja. Ambos alzaron la mirada cuando llegué, sus expresiones eran impenetrables y de pronto me dió miedo estar al lado de ellos.

Gian, quien antes se encontraba sentado, dió un paso adelante, bloqueando parcialmente mi camino. Su altura y su postura dominante me hicieron sentir pequeña, pero no me moví.

<<Pues feo, feo, no está>>

—¿Qué te hace pensar que puedes llegar aquí y hacer preguntas como si nada? —preguntó, con voz baja y peligrosa.

Sentí mi corazón acelerarse, pero mantuve la compostura—Dios, ni siquiera dije nada. Además estoy haciendo mi trabajo—respondí con firmeza, mirando directamente a sus ojos—No es como que me interese mucho lo que hagan los demás, pero lo que le pasó a su abuelo es grave, y si no tengo toda la información, no puedo ayudar a salvarle la vida.

Gian frunció el ceño, como si considerara si mis palabras merecían su respeto o su desprecio. Justo cuando parecía que la situación iba a escalar, el chico a su lado intervino de nuevo, con una voz calmada pero firme.

—Gian, ya basta— dijo, poniéndose de pie y caminando hacia nosotros—Ella solo está haciendo lo necesario para que nonno reciba el mejor tratamiento posible. No es nuestra enemiga. Si no es molestia, yo responderé tus preguntas.

Me acerqué y tomé asiento en una silla, esperando que él hiciera lo mismo, saqué mi libreta y un bolígrafo—Gracias— respondí, manteniendo mi tono neutral—Necesito su nombre completo, edad y cualquier antecedente médico relevante.

—Alessandro Salvatore, 75 años—comenzó, con sus palabras medidas—Tiene antecedentes de hipertensión y diabetes tipo 2. No ha tenido cirugías previas importantes.

Anoté todo mientras hablaba, notando cómo Gian permanecía en silencio, mirando hacia el suelo con una expresión que no podía descifrar.

—¿Puede contarme qué pasó esta noche? —pregunté, sabiendo que esa era la pregunta crucial.

El hermano dudó por un instante, y pude ver la batalla interna en su mirada. Finalmente, optó por una versión breve, pero que dejaba en claro que no me daría todos los detalles.

—Tuvimos un pequeño problema—dijo simplemente—Mi abuelo quedó atrapado en el fuego cruzado.

Levanté la vista para observarlo. La forma en que lo dijo, tan casualmente, como si estuviera acostumbrado a situaciones así, me hizo sentir un escalofrío. Intenté indagar un poco más.

—¿Fuego cruzado? ¿Qué mierd... —acomodé mi voz, recordando que no puedo decir palabrotas a los pacientes o familiares—¿Quiere decir que alguien les disparó?

Gian finalmente alzó la vista, mientras sus ojos me fulminaban—No es asunto tuyo—espetó, cortante—Solo haz tu maldito trabajo y deja de hacer preguntas.

<<A ti nadie te habló. Que metiche>>

La dureza de su voz me golpeó, pero me negué a retroceder. Sabía que había límites en lo que podía preguntar, pero también sabía que necesitaba esa información para ayudar al equipo médico. Justo cuando estaba a punto de replicar, su hermano intervino.

—Gian, ¿puedes dejarla hacer su maldito trabajo? —ordenó irritado. Luego, volvió su atención hacia mí—Sí—desvió su mirada hacia donde estaba mi nombre o eso quiero creer porque bajo su mirada a mi pecho—¿Beatrice? —volvió su mirada a la mía—Si, nos dispararon. Mi abuelo recibió la peor parte, y Gian fue herido también, como ya habrás notado. Pero lo importante ahora es asegurarse de que mi abuelo sobreviva. Todo lo demás es irrelevante.

Anoté la información, pero la tensión en la habitación era palpable. Sabía que estos hombres estaban acostumbrados a lidiar con problemas que no se resolvían simplemente con una intervención médica, pero también sabía que no podía involucrarme más de lo necesario. Mi trabajo es salvar vidas, no adentrarme en los problemas de los demás, aunque estaba claro que eso era lo que estaba enfrentando.

Cuando terminé de tomar los datos, cerré mi libreta y me levanté—Gracias por la información. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar a su abuelo.

El hermano esbozó una media sonrisa, como si apreciara mi valor—Nicco, llámame así—extendió la mano con firmeza, su sonrisa era cortés pero reservada—Buona fortuna, dottoressa (Buena suerte, doctora).

<<No hablo en guapo, corazón>>

Asentí y me giré, saliendo finalmente de la habitación. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, sentí que podía respirar de nuevo. Sabía que tendría que volver a enfrentar a los Salvatore en algún momento, pero al menos por ahora, había hecho lo que debía.

 Sabía que tendría que volver a enfrentar a los Salvatore en algún momento, pero al menos por ahora, había hecho lo que debía

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Lo admito, no podía esperar las ganas de subir otro capítulo. 

Muchas gracias por el cariño que está recibiendo esta novela. Actualizaré más seguido o eso intentaré.

Espero hayan disfrutado mucho el capítulo, aunque sea un poco corto. Los quiero <3

Besos de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora