17. Cita Perfecta

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Llegué al restaurante con una mezcla de nervios y emoción, sintiéndome tonta por sonreír sin razón mientras atravesaba la puerta. El lugar era precioso, con colores vibrantes por todas partes. Las paredes estaban pintadas en tonos alegres, y del techo colgaban sombrillas de todos los colores imaginables, como si el cielo se hubiera llenado de pequeños arcoíris invertidos. Era un lugar que irradiaba vida y alegría, justo lo que necesitaba para la cita que había estado esperando.

Me senté en una mesa cerca de la ventana, donde la luz del sol entraba suavemente, iluminando la mesa con un resplandor cálido. Era imposible no sentir un pequeño cosquilleo de anticipación mientras esperaba a Marco. Revisé mi teléfono, tal vez demasiado a menudo, pero no había ningún mensaje nuevo. Pensé en llamarlo, pero algo me decía que esperara un poco más.

El tiempo empezó a pasar y, con cada minuto, la emoción se convirtió en una especie de incomodidad. Uno de los meseros se acercó, con una sonrisa amable pero algo inquisitiva.

—¿Le gustaría ordenar algo, señorita?

—No, gracias —respondí, intentando sonar tranquila—. Estoy esperando a alguien más.

El mesero asintió y se alejó, pero no pude evitar sentir sus ojos en mi espalda, probablemente pensando que había sido plantada. Miré nuevamente hacia la puerta, esperando ver a Marco entrar apresuradamente, con una sonrisa de disculpa en su rostro, pero la puerta solo dejaba pasar a otros clientes, ninguno de ellos él.

Pasó más tiempo, y un segundo mesero vino a preguntarme lo mismo. Le di la misma respuesta, pero esta vez con un poco más de impaciencia en la voz.

—Estoy esperando a alguien más.

<<¿Dónde estás Marco?>>

El restaurante se llenó lentamente de personas, pero yo seguía sola en mi mesa, intentando no parecer tan ansiosa como me sentía. Las sombrillas de colores sobre mi cabeza que antes me parecían tan encantadoras empezaron a sentirse un poco opresivas, como si cada una de ellas representara la cantidad de tiempo que había pasado esperando.

Finalmente, me resigné a que quizás Marco no vendría. Mis dedos tamborileaban suavemente sobre la mesa, mientras trataba de mantener la calma. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había llamado?

Estaba a punto de levantarme e irme cuando un grupo ruidoso entró en el restaurante, llenando el espacio con risas y conversaciones animadas. Al levantar la vista, noté que entre ellos estaba Nicco, el hermano menor de Gian. Al principio, él no me vio, pero cuando lo hizo, se quedó mirándome por un momento, su expresión pasando de diversión a algo más parecido a la preocupación.

Nicco se acercó a mi mesa con una sonrisa curiosa, con sus manos en los bolsillos mientras sus amigos y su novia se instalaban en una mesa cercana. Su cabello negro y su expresión relajada contrastaban con la sensación de frustración que empezaba a apoderarse de mí. No tenía la energía para disimular mi desánimo, y creo que él lo notó de inmediato.

—¿Beatrice? —dijo con tono amable, inclinándose ligeramente hacia mí—¿Qué haces aquí sola?

Suspiré y traté de sonreír, pero seguramente salió más como una mueca.

—Estoy... esperando a alguien —respondí, con un intento de ligereza en mi voz que no engañó a nadie, y mucho menos a Nicco, que me observaba con una mezcla de curiosidad y empatía.

—¿Esperando a alguien? —repitió, levantando una ceja—Parece que llevas un buen rato esperando, ¿no?

Me encogí de hombros, tratando de no mostrar lo mucho que me afectaba estar allí, sola, mientras el tiempo pasaba.

Besos de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora