8. Puerto

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Gian

La navidad es uno de esos días donde tienes que estar más alerta, o bueno, eso es lo que me han enseñado desde pequeño y hoy no iba a ser la excepción. Aunque las luces navideñas y toda la deliciosa comida es increíble, no puedo negar que el pasar tiempo en familia es cómo comer una pizza de champiñones. Nunca sabes si te van a hacer daño o le van a hacer bien a tu cuerpo.

Después de ir a ejercitarme por la mañana, decidí acompañar a mi madre de compras a una de las famosas tiendas en el centro comercial de Italia. Quiero mucho a mi madre, pero siempre que puede intenta encajar en la familia de una manera muy superficial. Completamente entendible, después de que mi padre la engañara con su mejor amiga, yo también tendría el deseo de salir y desparramar dinero que ni mío es, creo que es una gran venganza.

Lo que no es justo es que a pesar de eso ella no pueda divorciarse de él. Mi padre pese a no amarla la mantiene atada, cómo si aún necesitará algo de ella.

-¿No te gusta este querido? -dice ella sacándome de mis pensamientos, al mismo tiempo en que mostraba un par de smokings negros.

Como si hubiera una variedad entre los miles de trajes que muestra yo solo asiento con la cabeza. Sin estar de acuerdo, deja los trajes en su lugar y me lleva a otra tienda.

Continuamos caminando por toda la plaza, haciendo algunas paradas en tiendas que le interesaban a mamá. Compramos algunos regalos para los niños de la familia y algunas cosas para la casa.

Mi atención estaba completamente dirigida a mi madre y en mantenerla feliz, justo en ese momento sentí una vibración en mi bolsillo. El sonido familiar de mi teléfono me sacó de la tranquilidad del momento.
Miré la pantalla y vi un número que reconocí de inmediato. <<¿Angelo?>>

No era habitual que me llamara directamente a menos que fuera algo urgente. Me acerqué a mi madre que se encontraba hablando con una de las empleadas.

-Disculpa,madre. Tengo que tomar esto -dije, tratando de mantener mi tono lo más neutral posible.

Ella asintió, entendiendo sin necesidad de palabras, mientras yo me alejaba un poco para tomar la llamada en privado. La plaza estaba llena de turistas, y el murmullo constante de sus conversaciones y risas llenaba el aire, pero para mí, todo eso quedó en segundo plano en cuanto respondí.

-Gian hablando -dije, manteniendo mi voz baja.

Al otro lado de la línea, la voz de Angelo, uno de mis hombres más cercanos sonó tensa.

-Jefe, tenemos un problema en el puerto. El cargamento no ha llegado a tiempo, y parece que alguien ha estado haciendo preguntas en los lugares equivocados. No sabemos si es la policía o algún miembro de los Rossi, pero el Don necesita que tú manejes la situación.

<<¿Yo?>>

-Mantén a todos donde deben estar, y no muevas ni un dedo hasta que llegue. Estoy en camino -respondí, cortante, sin dejar espacio para más preguntas. Mi nonno sabía que las cosas podían escalar rápidamente si no se manejan con cuidado. Me sorprendió la manera en la que pidió que fuera yo quien se encargará y no mi padre, como normalmente lo ordena.

Colgué y me quedé unos segundos mirando el Duomo, la imponente estructura que siempre había simbolizado para mí la mezcla de poder y fe en esta ciudad. Pero en ese momento, no sentí ni poder ni fe, solo la necesidad urgente de volver al mundo que siempre estaba al borde del caos.

Regresé al lugar donde mi madre me esperaba con una expresión tranquila, aunque sabía que probablemente había notado el cambio en mi actitud.

-¿Todo bien, Gian? -preguntó con una suavidad que no era común en ella.

-Algo ha surgido en el puerto. El abuelo me pidió que me encargara personalmente-respondí, tratando de no mostrar el malestar que la situación me causaba.

Ella asintió, sabiendo de qué se trataba y bueno para ella es normal. Nuestra vida siempre está al borde del caos; todos de alguna manera quieren ver caer a la familia. Mientras mi abuelo viva, sé que será imposible para ellos hacerlo.

Estaba a punto de irme cuando una mano agarró mi brazo-Ten cuidado, hijo -dijo mi madre, su rostro expresaba preocupación y miedo.

-Siempre lo tengo, mamá -respondí, inclinándome para besarla en la mejilla antes de darme la vuelta y dirigirme hacia el coche.

El tráfico de Milán a esa hora de la tarde no ayudaba, pero finalmente llegué al puerto, donde el aire tenía ese olor característico a sal y aceite, mezclado con algo más oscuro que siempre rondaba estos lugares.

Al bajar del coche, noté que algo estaba mal. El ambiente tenía una tensión palpable, como si el aire estuviera cargado de electricidad antes de una tormenta. Los pocos hombres que había en el lugar se mantenían en silencio, con miradas nerviosas, como si supieran que algo fuera de lo común estaba por suceder.

Me acerqué al punto de encuentro, donde se suponía que el cargamento debía haber llegado hace horas. Mis hombres estaban allí, en pie y en alerta, pero ninguno de los contenedores usuales estaba a la vista. Había algo desconcertante en la quietud del lugar, un silencio que no era natural para un puerto que solía estar lleno de actividad, incluso a esa hora.

-¿Qué está pasando? -pregunté, con voz firme cortando el silencio mientras me dirigía a Angelo, uno de mis hombres de confianza.

Angelo se acercó rápidamente, pero había un destello de duda en sus ojos, algo que no me gustaba.

-El cargamento nunca llegó, jefe. Intentamos rastrear el camión, pero desapareció del radar justo antes de llegar al puerto. Y... hay rumores, Gian. Gente que dice haber visto a tipos que no reconocen, merodeando por el lugar.

Fruncí el ceño. Era raro, demasiado raro. Este tipo de desapariciones no ocurrían sin que alguien las provocara. No en nuestra operación. Todo estaba perfectamente sincronizado, cada movimiento controlado. Algo o alguien estaba intentando jugar con nosotros, y eso no lo podía permitir.

-¿Estás diciendo que alguien está jugando con nosotros en nuestro propio puerto? -mi tono dejó claro que la paciencia no era una opción en ese momento.

Angelo asintió lentamente, como si temiera confirmar mis sospechas.

-No lo sé, jefe, pero... no se siente bien. Hay algo más en esto.

Me giré para mirar el horizonte, donde el sol comenzaba a ocultarse tras los contenedores y grúas, bañando el puerto en una luz naranja y ominosa. Sentía el peso de la situación sobre mis hombros, el conocimiento de que cualquier movimiento en falso podría significar una guerra, o algo peor.

-Manda a todos a cubrir las salidas y asegurarse de que nadie entre o salga sin mi autorización. Y manda a llamar a mi hermano, quiero que rastree el camión. Si alguien ha tocado nuestro cargamento, quiero saber quién y cómo lo hicieron -ordené, mis palabras eran duras, sin dejar espacio para dudas.

 Si alguien ha tocado nuestro cargamento, quiero saber quién y cómo lo hicieron -ordené, mis palabras eran duras, sin dejar espacio para dudas

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Holaaa!

Amigos estoy a punto de entrar a la escuela, así que probablemente no actualice mañana.

¡Nos leemos en el próximo capítulo!

Besos de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora