27. Mi juego

441 28 7
                                    


El viento frío del amanecer acariciaba mis mejillas mientras me acercaba al funeral de Marco. La atmósfera estaba cargada de tristeza y murmullos, un eco de lo que había sido una vida vibrante, ahora estaba apagada. Las flores blancas que adornaban el ataúd eran un cruel recordatorio de que él ya no estaba más a mi lado, mientras que el sonido de las campanas resonaban a lo lejos, el comienzo de una despedida que nunca debió ocurrir comenzó.

Las personas se reunían en pequeños grupos, sus rostros serios, algunos con lágrimas en los ojos. Entre los presentes había familiares, amigos y compañeros del hospital, todos compartiendo un mismo dolor. La luz del sol apenas lograba filtrarse a través de las nubes grises, como si el cielo mismo estuviera de luto por Marco.

Mientras avanzaba lentamente, mis pasos parecían arrastrar el peso del mundo. Me sentía como un espectro, atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. La ceremonia se llevó a cabo con solemnidad; discursos emotivos, recuerdos compartidos, risas apagadas por la tristeza. Cuando uno de sus amigos habló sobre las veces que Marco me había defendido, no pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos. Recordaba aquellos momentos, las risas, las complicidades, y el dolor de saber que ya no podría volver a escuchar su voz.

Fue entonces cuando los vi. Gian y Nicco estaban de pie al margen, como sombras que acechaban mi sufrimiento. Gian, con su cabello dorado cayendo sobre su frente y la expresión seria que lo caracterizaba, parecía perdido en sus propios pensamientos. Nicco, a su lado, tenía la mirada fija en mí, como si estuviera evaluando cada una de mis reacciones. Su presencia se sentía como un peso adicional en mi pecho.

No podía permitir que estuvieran allí. La rabia burbujeaba dentro de mí, mezclada con el dolor que me consumía. Me acerqué a ellos, sintiendo que el aire se volvía más denso con cada paso que daba.

—Váyanse —susurré—No tienen nada que hacer aquí.

Gian me miró con una mezcla de preocupación y tristeza. Pero la culpa que sentía no era suficiente para detenerme.

—Solo quería dar el pésame —dijo, su voz suave, como si intentara calmarme—No vengo como enemigo.

La sinceridad en su tono debería haberme tocado, pero en lugar de eso, solo avivó la furia que se escondía en mi interior.

—¿Y qué te hace pensar que tienes derecho a estar aquí? —respondí, mi voz temblando de emoción — No me escuchaste cuando te lo pedí y me vienes a decir que ahora no eres mi enemigo. Te recuerdo que tu familia es la principal razón por la que estoy aquí, sufriendo.

Su rostro se endureció ante mis palabras, pero no se apartó. Nicco, al ver la tensión entre nosotros, alzó una mano en un gesto de advertencia.

—Tal vez deberíamos irnos —dijo, dirigiendo su mirada hacia su hermano. —Es mejor que no estemos aquí.

Cuando finalmente se dieron la vuelta y se marcharon, el vacío que dejaron detrás era ensordecedor. Me quedé ahí, con el corazón desgarrado, rodeada por las flores y los recuerdos de un amigo que había partido demasiado pronto. La tristeza se apoderó de mí, y me dejé caer al suelo, sintiendo que todo se desmoronaba a mi alrededor. En ese instante, comprendí que la venganza no era la respuesta; era la solución.

Al llegar a mi departamento después del funeral, el silencio se sentía más abrumador que nunca. La tristeza y el agotamiento pesaban sobre mis hombros, y el mundo parecía estar en pausa mientras intentaba recomponerme, aunque fuera solo un poco. Cerré la puerta, apoyándome un momento en ella para tomar aire, antes de que mi mano se alzara lentamente para encender la luz.

Cuando la habitación se iluminó, mi corazón dio un vuelco.

Sentado en la oscuridad, en el sillón frente a mí, estaba Enzo Salvatore, el padre de Gian. Su figura imponente y enigmática se perfilaba contra las sombras, con las manos entrelazadas sobre las rodillas y los ojos fijos en mí. Me observaba con una calma que casi parecía inhumana, como si hubiera estado esperando allí durante horas, completamente ajeno a cualquier cosa que no fuera su propósito de hablar conmigo.

Besos de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora