10. Navidad

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El tiroteo se fue apagando lentamente, como una tormenta que pierde fuerza después de arrasar con todo a su paso. Los últimos disparos resonaron en el puerto, seguidos por un silencio espeso y cargado de tensión. El aire estaba impregnado de pólvora y de la adrenalina que aún corría por nuestras venas.

Nuestros hombres empezaron a salir de sus coberturas, algunos todavía con las armas listas, otros revisando a los caídos en el suelo. Los enemigos habían sido abatidos, y los que quedaban vivos habían escapado, dejando atrás el caos que habían desatado. Respiré hondo, intentando calmar mi corazón que aún latía desbocado.

-Nonno, ¿estás bien? -pregunté, mientras me acercaba a mi abuelo, quien había salido ileso, a pesar de haber estado en medio del enfrentamiento.

-Estoy bien, Gian-respondió, guardando su pistola con una calma que solo los años podían otorgar-Pero esto no ha terminado. Voy a matar al que esté detrás de todo esto.

Asentí, sabiendo que tenía razón. El peligro no había pasado, solo había cambiado de forma. Caminamos hacia el coche con una determinación silenciosa, dejando atrás el puerto que ahora parecía un campo de batalla.

Nicco, todavía pálido por la intensidad del tiroteo, se subió al coche junto a nosotros. Sabía que él no estaba hecho para este tipo de situaciones, pero había demostrado ser valioso en otras áreas.

-Lo hiciste bien hermanito-sacudÍ su cabello hasta despeinarlo y él me da una sonrisa.


Mientras avanzábamos por las calles de Milán, el silencio entre nosotros se hizo pesado, como si todos estuviéramos sumidos en nuestros propios pensamientos.

Fue entonces cuando, de repente, una idea me golpeó como una descarga eléctrica. Algo no cuadraba. Angelo había sido el que informó a mi abuelo que el cargamento había llegado. Angelo había sido quien nos puso en esa posición vulnerable.

Mis pensamientos se aceleraron mientras las piezas del rompecabezas encajaban una tras otra. No había otra explicación. Él había sido el traidor. El tiroteo, la emboscada, todo había sido orquestado para pillarnos desprevenidos.

-Nonno -dije con un tono sombrío, mientras giraba para mirarlo-Angelo nos vendió.

La expresión de mi abuelo se endureció. No dijo nada, pero pude ver la confirmación en sus ojos. Él también lo había sospechado. El silencio en el coche se hizo aún más denso, como si el aire mismo se hubiera vuelto pesado. Sabíamos lo que esto significaba. Angelo no solo había traicionado a nuestra familia; había puesto en peligro todo lo que habíamos construido.

-Nicco -dije, manteniendo la voz baja-Necesito que uses tus contactos para rastrear a Angelo.

És solo asintió, sin levantar la mirada del suelo. Sabía que el siguiente paso sería inevitable, y no podíamos permitir que este acto de traición quedara sin castigo.

Al llegar a la mansión, todo el peso de la noche comenzó a desvanecerse. La casa, con su grandeza y sus luces cálidas, ofrecía un refugio temporal del caos que acabábamos de enfrentar. Las decoraciones navideñas estaban por todas partes: el gran árbol en la sala principal, adornado con luces parpadeantes y esferas doradas, las guirnaldas colgando de las barandillas, y el aroma a pino mezclado con el dulce olor a galletas que mis sobrinos habían horneado.

A pesar de todo lo que había ocurrido, la Navidad seguía adelante, como si nada pudiera interrumpir ese momento especial. Nos quitamos los abrigos y el ambiente cambió de tensión a un calor hogareño. Nos unimos en la sala, riendo y bromeando, dejando que la música y las luces borraran, aunque fuera por un rato, los rastros del tiroteo en el puerto.

Besos de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora