Beatrice
El sol se filtraba por las persianas de mi apartamento, acariciando mi rostro con su luz suave y cálida. Abrí los ojos lentamente, sintiendo un martilleo en mi cabeza que no tardó en recordarme los excesos de la noche anterior. Me incorporé en la cama, sintiendo la boca seca y un sabor amargo en la garganta. La habitación giraba ligeramente, y tuve que cerrar los ojos por un momento para estabilizarme.
<<¿Cómo mierda llegué aquí?>>
Al abrir los ojos de nuevo, noté algo diferente en el aire. Un aroma familiar a café recién hecho y <<¿Tostadas?>>
Me levanté con cuidado, mis pies descalzos tocaron el frío suelo de madera, y con rapidez me dirigí hacia la fuente de ese olor. Cuando llegué a la cocina, allí estaba Marco, moviéndose con soltura entre la cafetera y la estufa, preparando algo que, por el olor, parecía milagroso.
—Buenos días, bella durmiente —dijo, girándose hacia mí con una sonrisa que intentaba ocultar su preocupación—¿Cómo te sientes?
Me apoyé en el marco de la puerta, tratando de recordar algo, cualquier cosa de la noche anterior, pero sólo había imágenes borrosas y fragmentos sueltos. Un club, luces parpadeantes, música ensordecedora... y luego, nada. Todo era un vacío oscuro en mi memoria.
—Como si un tren me hubiera atropellado —murmuré, llevándome una mano a la frente—¿Cómo llegué aquí?
Marco dejó un vaso de agua y un par de pastillas sobre la mesa antes de mirarme con seriedad.
—Te recogí del club anoche. Una chica del club me llamó porque estabas bastante pasada de copas. Dijo que te encontró en mal estado y que te querías ir a tu casa.
—Lo siento tanto, Marco —dije en voz baja, sintiendo un nudo en la garganta—Bebí demasiado. Pensé que había superado todo lo sucedido con Pietro, pero cuando lo vi, fue como si todo volviera de golpe.
Marco negó con la cabeza y acercó la silla para que me sentara. Luego, sin decir nada, colocó un plato con tostadas frente a mí.
—No tienes que disculparte —dijo suavemente—Solo cuídate, ¿vale? No quiero verte destrozada por alguien que no lo merece. Además sabes que estoy aquí por si lo necesitas.
Asentí, agradecida, aunque las palabras de Marco no podían deshacer el dolor de haberme dejado llevar por el recuerdo.
El día transcurrió en una especie de letargo. Después de la conversación con Marco, intenté distraerme con lo que fuera: un libro, alguna película de fondo, cualquier cosa que evitara que mi mente regresara a los recuerdos de la noche anterior o, peor aún, al motivo que me llevó a beber tanto. Pero nada funcionaba del todo. Cada tanto, la imagen de mi ex, su mirada que me helaba la sangre, aparecía sin aviso, haciéndome estremecer.
A pesar del cansancio, no logré descansar del todo. Sentía el peso de la noche anterior en los hombros, y aunque me dolía la cabeza, me obligué a mantenerme en pie. Cuando la tarde empezó a desvanecerse, supe que no podía seguir evadiendo mis responsabilidades.
<<Es hora de ir a trabajar>>
Me di una ducha rápida, dejando que el agua caliente me despejara. El vapor llenó el baño, y por un momento me sentí en paz, como si el agua pudiera lavar no solo el cansancio, sino también la culpa y la confusión.
Cuando por fin salí de mi apartamento, la noche había caído sobre Milán, envolviendo la ciudad en una fría neblina. Las luces de las calles iluminaban mi camino hacia el hospital, pero todo parecía más apagado, más distante. No me molesté en buscar un taxi; preferí caminar, dejar que el aire fresco aclarara mis pensamientos. Mientras lo hacía, la ansiedad comenzó a mezclarse con la anticipación de lo que me esperaba en el hospital. Sabía que allí, al menos, no tendría tiempo para pensar en lo que había pasado.
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Besos de Venganza
RomanceElla es Beatrice Russo, una joven estudiante de medicina que se mudo a Milán para perseguir sus sueños y a los asesinos de sus padres. Sin embargo, nada podría prepararla para el oscuro mundo en el que está a punto de entrar. Cuando la familia Salva...