Megan sigue acompañando a todas partes a su amiga, pero a menudo que camina se da cuenta de que más espíritus como ella deambulan por las calles y los rincones. Aunque a diferencia de ella, estos no parecen tener ni conciencia ni propósito; se les nota muy decadentes y tristes. Tuvo miedo de conversar con alguno de estos o de distraerse en esos momentos en los que vigila a una bestia, ya que no se puede permitir distracciones. Pero aún no sabe cómo deshacerse de esa criatura que ni siquiera la deja acercarse a Allison, y cada día que pasa siente que su tiempo está acabando. Su amiga no quiere comer, ni ir a la escuela, tampoco habla con nadie y cada vez parece más muerta que la misma Megan. Nunca pensó que su amiga sufriría tanto, que desarrollaría un trauma, y sus padres la ayudan insistiendo con un psicólogo que la atiende todos los días. En esos momentos en los que el psicólogo se acerca a sus emociones, mostrándole empatía y sanando su subconsciente, la bestia se duerme como un cachorro cansado de jugar. Megan nota que en momentos de debilidad este monstruo crece, pero en momentos de claridad se debilita, y es el momento justo en el que ella debe aprovechar para acercarse y tratar de ayudar.El profesional está haciendo que Allison recuerde esos momentos lindos que vivieron juntas y cómo parecía que juntas podrían superar todo: sus familias disfuncionales, sus traumas y miedos. Allison se desahoga a la vez que ríe y llora; se está abriendo con el especialista y se tráquea los dedos o muerde las uñas, señales de ansiedad. El sujeto toma notas y su reloj se agita frecuentemente con los movimientos de su mano para escribir, por la ventana de cristal el resplandor del sol choca con el lente del reloj, y ese destello ocasionado le lastima la vista a Allison. En ese instante en que fruncía los ojos, pudo ver la imagen de Megan abrazándola fuertemente. Fueron solo unos segundos, pero incluso pudo sentir su respiración en el cuello y su pelo rodear sus hombros. Allison, sin darse cuenta, se cuarteó en muchos pedacitos resentidos que comenzaron a llorar, y el psicólogo, sorprendido, le preguntaba por su estado de ánimo. Ella lloraba mirando la nada de forma perdida, pero encontrada con mil sentimientos.
Reviviendo la escena de un abrazo afectuoso de una vieja amiga ausente. Megan está parada al frente de ella diciéndole todo lo que siente y pidiéndole perdón, pero Allison no puede escucharle; solo fue una pequeña abertura de forma casual que las ilusionó. El animal oscuro siente la intensidad de emociones y nota que su existencia peligra, así que se despierta con un tamaño mucho más pequeño pero furioso y salta encima de Megan, quien consigue esquivar ese ataque repentino y salir corriendo por los escalones fuera de la habitación. La bestia la persigue, siendo torpe en las esquinas con movimientos toscos que hicieron fallar esas mordidas que estuvieron tan cerca de atrapar a Megan. Ella corre tan rápido como puede; sale de la casa con gemidos desgastados y la respiración agitada, pues la extraña criatura está cerca, dispuesta a devorarla. Repentinamente, se interpone al frente de ella su fiel amigo y defensor, ladrando tan fuerte que el vecindario se entera de los ladridos de un perro callejero que es ajeno a este barrio, como si hubiera aparecido al rescate. Megan se conmueve al ver cómo la defiende su amigo de todas las mañanas de camino a la escuela, al punto de que el monstruo retrocede lentamente, intimidado por una criatura tres veces más pequeña que él. El coraje derrumba muros de retención cuando el cariño es grande. Allison ignora al doctor y se asoma en su ventana por los ladridos alarmantes de ese perro que logra reconocer y recordar nuevamente a su amiga, un perro solitario que ladra a la nada de una forma tan defensiva que te deja pensando si hubiera algo que tus ojos no pueden notar. Cuando se incorpora nuevamente a su asiento para terminar la sesión, el demonio volvió con la cola entre las patas, sentado en el regazo de ella.
Megan está sorprendida de ver cómo su viejo amigo la salvó y, sobre todo, de que sí puede verla, puede notarla. Incluso aquella vez, la última vez que vio a la señora Simpson, su comportamiento estaba muy raro; era que podía sentir que algo estaba mal. Este sabueso es tan fiel como perspicaz.
—Gracias, Paganini, te amo; gracias, gracias.
Entre los abrazos consolantes de Megan hacia el perro, se le aparece parada al frente de ella la señora Simpson, la verdadera salvadora que le protege nuevamente de la desolación. Megan se quiebra a llorar y le abraza fuertemente mientras la anciana le acaricia el pelo.
Se sientan en los balancines de la abandonada casa de la señora Simpson, junto con su fiel acompañante Paganini, y conversan juntas como en los viejos tiempos. Tal vez sea la última vez que se puedan ver. Megan le cuenta la epopeya que está viviendo y ella misma interrumpe su debate para insistirle que no está loca, a lo que la abuela le aclara que le cree.
—Mi cielo, solo míranos; somos dos espíritus balanceándonos cuando la gente pensara que es el viento lo que los mueve. Por supuesto que te creo, una chica que se esposara con la mismísima muerte en persona; tal vez seas afortunada y no lo veas.
—No es así como yo lo veo y solo quiero salvar a Allison de esa criatura.
Megan se mece en silencio por dos minutos y cree en la gran interrogante.
—Para vagar como un alma sin rumbo, tuviste que dejar cosas a medias que te aten a este mundo y no partirás hasta sentirte emocionalmente liberada; al menos eso me explicó la muerte. ¿Pero qué te ata a ti, señora Simpson?— Solo quería ver si mi hija estaba bien, si se despediría de mí o si al menos derramaría lágrimas por mí. Hace años que no hablábamos y borró todo contacto que yo pudiera tener con su existencia. Creo que ni siquiera debe de saber que he muerto; no fue al velorio, ni al entierro, y posiblemente nunca a mi tumba, así que creo que me devorará algunas de esas vestiduras que brotan de los resentimientos antes de que pueda cumplir con mis penas.
—No diga eso, señora Simpson. No sé qué habrá pasado entre usted y su hija; nunca me importó su pasado, a excepción de cuando me hacía una anécdota regalándome una moraleja. Pero yo la amé a usted como a una madre, una abuela o una amiga. Sin usted, Allison y Paganini, yo nunca hubiera resistido ni un día en mi corta vida. Siempre le estaré agradecida y no sé a dónde iré después de cumplir mi cometido, pero quisiera compartir el mismo destino que usted solo por seguir a su lado. Usted fue el farol que iluminaba el sendero de mi oscuro y angosto camino y le seguiré llorando.
Después de que la señora Simpson escuchara estas palabras, su cuerpo comenzó a ser más translúcido y se desvanecía lentamente. Megan rápidamente le tomó la mano y le suplicó que no se fuera, que no la dejara sola otra vez. Pero al parecer, sus palabras fueron suficientes para consolar un alma en pena y regalarle la despedida y bienvenida a una nueva vida. A veces, el fin significa comienzo y un adiós es quizás un hasta pronto. El perro aullaba como loba a la luna a sus pies y ya Megan no podía sostener sus manos. La señora Simpson parece irse feliz, pues entre sus lágrimas doradas al resplandor de una puesta de sol, como terminaban todas sus charlas en los balances en las tardes, se terminó con otra sonrisa acogedora.
—Gracias por haberme otorgado la segunda oportunidad de ser madre, abuela y amiga. Espero que cual sea tu camino no necesites de una vieja senil como yo para que tu sendero brille con una luz más intensa y auténtica. Acepta las segundas oportunidades, Megan; solo aparecen una sola vez en nuestra existencia y debes saber aprovecharlas para ser resiliente.
Esas fueron las últimas palabras del polvo que se desvaneció en una puesta de sol de colores rojizos.
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La dama de la Parca
FantezieLa representación de la muerte de un modo artístico y polémico, jugar con las emociones más tiernas, hasta con las más desgarradoras atreves de fantasía oscura y alegorías. Un romance entre la muerte y una Katrina.