Capítulo 8: Las estrellas de los soñadores.

14 10 0
                                    

Capítulo 8: Las estrellas de los soñadores.
Megan se retira a su cuarto y se recuesta a su ventana mirando nuevamente a su amiga, como cada noche, la espía para asegurarse de su bienestar y recuperación psicológica, dentro de las novedades entran que se hizo amiga de Ben y él se dejó de la arpía que les caía mal, se esta sintiendo más tranquila y estable con el tiempo y a veces aun visita la tumba de su amiga para ponerla al día con los chimes del pueblo, Allison ignora el hecho de que su amiga se comporta como un ángel de la guarda que la observa casi a diario y acaricia el cristal de la ventana como si pudiera sentir el pelo lacio y descuidado de color castaño de su rebelde amiga, este cristal en los especial te muestra el paisaje que desea ver aunque a veces se relacione con personas y por muy abnegado que tú subconsciente se muestre te mostrara claramente lo que deseas ver, por lo que al parecer los pensamientos de Megan se distrajeron, pero algo es evidente, pensó en el príncipe de los cadáveres y le vio parado en el medio de la noche en el campo abierto al frente del lago. Mira hacia el cielo en solitario de forma melancólica con unos ojos de lucero que brillan más incluso que la luna de sonrisa torcida, su sedosa melena se mueve al ritmo de la brisa con ondulaciones más artísticas que los propios cielos de Van Gogh, la calma de su expresión espera un acontecimiento en especial que le cambiara la vida a esta chica, desde este momento en el que le espía secretamente desde su ventana, en este justo momento el voltea el rostro para mirarla directamente aunque se suponga que las direcciones y colocaciones de los espacios no existan. Megan se asusta con su mirada tan directa e inesperada y retrocede pero algo cambia en el ambiente y entre sus pies descalzos siente el rocío de las hiervas y la frialdad de la tierra húmeda, del susto que se da se exalta de tal modo que se tropieza con uno de sus propios pasos torpes y cae de frente al pecho erguido de su prometido quien la sostiene con delicadeza y le pregunta por su bienestar a una distancia relativamente cerca de un beso, ella se espanta y le empuja de nuevo de forma tosca.
-¿Qué es lo qué hago aquí? –se torna nerviosa mirando hacia todas artes a la vez que se acoge con sus propios brazos para resguardarse del frio y la timidez ya que lleva una ropa bastante inapropiada y ligera para el aire libre en ella noche por así decirlo, un vestido corto de tela semitransparente con ligeros vuelos y bordados de ceda a juego de su pálida piel-
-al parecer todavía no controla el desplazamiento de tiempo y espacio en esta dimensión. Es normal encontrarnos si es así que lo querías –aclara con tono burlón y a la vez ternura y decencia.
-obviamente no quería verle. Ni pensaba en usted, mucho menos le espiaba o seguía –se pone a la defensiva con rabia insensata en sus palabras y arruga en su entrecejo.
El caballero se quita la chaqueta y a acerca a él con un rudo jalón que la envuelve en un enorme abrigo de piel oscura y cálida como cobija de piel de oso.
-no necesito que me cubras como a una niña friolenta e inofensiva – se muestra ingrata, evidentemente su orgullo hablaba más fuerte.
-no creo que debería de verla con tan poca ropa antes de nuestra boda –sugiere de forma respetuosa.
Megan se puso tan colorada de vergüenza que sus mejillas aparentaron ser el sol despertando desde el horizonte para interrumpir la balada de una noche estrellada al frente del cristalino lago de ensueños.
Para distraer su vergüenza la sorprende dicho evento que su prometido esperaba con ansia antes de que ella apareciera pero lo que antes parecía en su rostro melancolía ahora se torna en emoción y ansias. Las luces fluorescentes como luciérnagas en medio de la densa oscuridad del ambiente nocturno y campestre ascienden desde el rocío de las hojas e hiervas, desde cada partícula de polen o bostezo frio como nube, desde tu aliento se forman cúmulos de luces intensas, impresionismo pictórico que cobra vida como cuento de hadas, Megan están tan impresionada que perdió el aliento a la primera que abro su boca entregando su habla, el brazo robusto, cálido  y firme  del rey de los cadáveres la acoge a su lado acomodándola junto a su cuerpo haciendo más notable la diferencia de tamaño, es tan grande la conmoción emocional y el espasmo que Megan no puede reaccionar al gesto aprovechado del señor para insultarlo y distanciarse, sus ojos persiguen las luces que ascienden al cielo hasta desaparecer en la panorámica, ambos miran las luces enigmáticas como los enamorados a las estrellas.
-¿Qué son esas luces-
-supongo que son las vidas que unas ves tuvieron la oportunidad de llamarse soñadoras y contemplar las estrellas como nosotros ahora contemplamos al cielo adornado con ellas.
Así los días cada vez se volvieron menos intensos y Megan aprendía más acerca de este mundo paralelo en el que la temática de la muerte se hacía cada vez más linda y artística con toques de conceptualismo y fantasía. Los días se hicieron menos pesados y las noches más cortas, los desayunos menos intensos y los saludos entre ellos más casuales, así continuo el paso del tiempo hasta que dio a lugar la gran noticia de que ya se casan mañana, el gran día en el que se dará a conocer a la dama de la muerte ante todo el reino de la transición de la vida y el equilibrio.
Los preparativos, los invitados, las orquestas y decoraciones, todo tan perfecto que destella la llama quisquillosa de Lucerno con orgullo y esfuerzo de su parte por haber sido posible la boda más estrafalaria que abra en toda la muerte.

La dama de la Parca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora