Nytheria

23 3 0
                                    

Nytheria, un reino donde la magia fluía a través de los ríos y los vientos susurraban antiguas leyendas, no siempre fue el próspero paraíso que es hoy. Antaño, sus tierras vastas y fértiles, rodeadas por majestuosos bosques y con acceso a las misteriosas aguas del mar del Este, fueron testigos de la decadencia bajo el gobierno de reyes cuya ambición superaba su sabiduría.

Durante generaciones, Nytheria había sido gobernada por monarcas que, aunque poderosos en apariencia, no lograron mantener la estabilidad del reino. Sus ansias de expansión y sus disputas internas llevaron a la tierra a un estado de caos. La agricultura mermaba, los bosques se volvían peligrosos y la confianza del pueblo en la corona se erosionaba día a día. La magia, que una vez había sido una bendición, se volvió inestable, reflejando el desorden en el corazón del reino.

Todo cambió cuando Elrick Emberstorm, abuelo de la princesa Lyriselle, ascendió al trono. Elrick no era un hombre común; poseía la visión y la determinación que sus predecesores carecían. Con mano firme y un corazón dedicado al bienestar de su pueblo, comenzó a reconstruir lo que otros habían destruido.

Elrick entendió que la verdadera riqueza de Nytheria no residía en conquistas, sino en la prosperidad de su tierra y la felicidad de su gente. Restableció los antiguos pactos con los guardianes de los bosques, recuperó la magia perdida y revitalizó las tradiciones que habían sido olvidadas. Bajo su reinado, Nytheria floreció nuevamente; los campos daban cosechas abundantes, los bosques se llenaban de vida, y las ciudades se llenaban de risa y canciones.

Al llegar su tiempo, Elrick pasó la corona a su hijo, Lorandor Emberstorm, con la esperanza de que el legado que había restaurado continuara. Lorandor se mostró digno de la confianza de su padre. Desde joven, fue instruido en las artes del liderazgo y la magia, aprendiendo que la verdadera fortaleza de un rey residía en su capacidad para escuchar a su pueblo y actuar en consecuencia.

Lorandor siguió los pasos de su padre, trabajando incansablemente para mantener la paz y la prosperidad en Nytheria. Se casó con la reina Elowen, una mujer cuya belleza solo era superada por su bondad y sabiduría. Juntos, representaban la esperanza y la continuidad de un reino que había encontrado su camino hacia la luz.

Sin embargo, la felicidad que Lorandor había encontrado fue efímera. La reina Elowen falleció durante el nacimiento de su primera y única hija, Lyriselle. Su muerte dejó un vacío profundo en el corazón del rey y en el reino entero. Pero a pesar del dolor, Lorandor no permitió que la tristeza lo consumiera. Sabía que su deber no solo era hacia su pueblo, sino también hacia su hija, quien sería la heredera de todo lo que él y su padre habían trabajado tanto para construir.

Desde el momento en que Lyriselle abrió los ojos por primera vez, Lorandor estuvo a su lado. Fue él quien la vio dar sus primeros pasos en los jardines del palacio, y fue él quien escuchó la primera palabra que salió de sus labios. Cada risa, cada lágrima, cada momento especial de la vida de Lyriselle estuvo marcado por la presencia amorosa de su padre.

Desde una edad temprana, Lyriselle mostró una profunda conexión con los seres vivos. No era raro verla correr por los jardines del palacio, siguiendo a mariposas doradas o hablando suavemente con las aves que anidaban en los árboles. Sin embargo, fue su bondad hacia los animales heridos lo que realmente la distinguió. Cada vez que encontraba una criatura lastimada, sin importar lo pequeña o grande que fuera, Lyriselle la llevaba al palacio, donde con paciencia y amor la curaba. Los animales, agradecidos por su cuidado, volvían a los bosques y cielos de Nytheria, pero algunos siempre regresaban para visitarla, como si supieran que su salvadora siempre estaría ahí para ellos.

A pesar de las responsabilidades que conllevaba gobernar un reino, Lorandor nunca permitió que nada le impidiera ser parte de la vida de su hija. La coronó con el amor y la dedicación que solo un padre podría ofrecer, enseñándole no solo las artes de la realeza, sino también el valor de la compasión y la bondad. Él comprendía que Lyriselle no solo sería una princesa, sino también una protectora de todos los seres de Nytheria, grandes y pequeños.

Lyriselle creció bajo la atenta mirada de su padre, rodeada de la magia y la belleza que definían a Nytheria. El reino prosperaba, y con él, su joven princesa. Aunque la sombra de la pérdida de su madre siempre estuvo presente, Lyriselle encontró en Lorandor no solo a un padre, sino también a un mentor y protector.

Nytheria, bajo el reinado de Lorandor, continuó siendo un faro de prosperidad en medio de un mundo incierto. Pero en el corazón del rey, siempre hubo un rincón dedicado a la memoria de su amada Elowen y al futuro de Lyriselle, quien algún día tomaría su lugar en la historia de un reino que había renacido de las cenizas.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora