Propuesta

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Habían pasado dos días desde el horrible incidente con Varek, y no había dejado de estar cerca de Lyriselle ni un solo momento. Cada vez que sus ojos mostraban el menor rastro de miedo o inseguridad, me aseguraba de que supiera que yo estaba ahí, listo para protegerla. Era difícil borrar lo sucedido, pero ambos intentábamos dejarlo atrás.

Su padre también estaba visiblemente afectado. Había estallado en furia con Cassandra al enterarse de lo que su hijo había intentado hacer, y la tensión en el castillo era palpable. Cassandra, como era su costumbre, se había hecho la víctima, negando tener cualquier responsabilidad.

—¡No puedo creer que Varek haya hecho algo así! —exclamó, con lágrimas falsas en los ojos—. ¡Él nunca haría algo así! ¿Qué clase de madre creen que soy? ¡Él no es ese tipo de hombre!

Pero nadie le creyó, mucho menos su padre. Él veía a través de la actuación de Cassandra, pero, por respeto a su hija y a la delicadeza de la situación, había decidido no alzar más la voz en su presencia. Sin embargo, el enojo en sus ojos seguía encendido, y la distancia entre él y Cassandra era más grande que nunca.

Hoy, Lyriselle parecía estar un poco más animada. Me pidió que la acompañara a cuidar a los animales que había rescatado y que tanto amaba. Sabía lo importante que era ese tiempo para ella, y me alegró que quisiera compartirlo conmigo. Caminamos hacia los establos y los corrales donde tenía algunos de ellos.

—Quiero que me ayudes a cuidarlos, Nyx —me dijo mientras me observaba con una leve sonrisa. Su tono era suave, pero su mirada aún tenía un deje de melancolía.

Asentí sin dudarlo, dispuesto a hacer cualquier cosa que la ayudara a sentirse mejor. Lyriselle siempre había tenido un don especial con los animales, y yo admiraba la paz que parecía encontrar en su presencia. Verla entre los caballos y los pequeños animales que había rescatado, acariciándolos con tanto cuidado y amor, me hizo sonreír.

—No me importaría pasar todo el día aquí —dije, intentando sacarle una sonrisa más grande.

Ella soltó una pequeña risa, aunque se notaba que aún no se sentía completamente libre de lo que había pasado. Me acerqué a su lado y tomé suavemente una de sus manos mientras cuidábamos de un ciervo joven que había rescatado.

—Gracias por estar aquí —dijo en voz baja.

—Siempre es un placer ayudarte, Princesa.

Después de pasar un par de horas cuidando de los animales, decidimos dar un paseo a caballo para despejarnos un poco. El aire fresco y la luz del sol siempre habían tenido un efecto relajante en ambos, y sentía que era justo lo que necesitábamos para levantar el ánimo.

Cuando llegamos al establo, me di cuenta de que mi caballo estaba bastante sucio. Miré a Lyriselle, que ya estaba lista con su caballo blanco, radiante y perfectamente limpio. La miré con una sonrisa y le dije:

—Parece que tu caballo está en mejores condiciones que el mío.

Ella se rió suavemente y asintió, invitándome a subir con ella.

—Podemos ir en el mío. Aún hay espacio para los dos.

Sin dudarlo, me subí detrás de ella. Mientras me acomodaba, me aseguré de rodear su cintura con mis brazos para sostenerla con seguridad. Lyriselle se encajó contra mí, su calor y su presencia eran reconfortantes. Tomé las riendas del caballo y nos dirigimos hacia el bosque cercano.

El paseo era tranquilo, con el sonido de las hojas susurrando al viento y el crujir de las ramas bajo los cascos del caballo. Nos adentramos más en el bosque, donde la vegetación se hacía más densa, y nos perdimos entre los senderos.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora