Rescate

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Me encontraba en una habitación a oscuras, la penumbra envolvía cada rincón y la humedad del aire se adhirió a mi piel. Sentía el agua fría bajo mí, pero no sabía de dónde provenía. El lugar olía a moho y a algo más que no lograba identificar. Mis manos estaban colgadas hacia arriba, atadas con fuerza, lo que dificultaba cualquier intento de movimiento. La incomodidad era abrumadora, y cada segundo se sentía como una eternidad.

El paño que me tapaba la boca me impedía gritar, aunque el terror y la angustia se agolpaban en mi pecho, deseando salir. Intenté recordar lo que había sucedido antes de que todo se volviera borroso: la cena, el cansancio, la biblioteca... Todo era confuso y, a pesar de mi angustia, la desesperación comenzó a transformarse en rabia.

De repente, la puerta crujió y la silueta de un hombre apareció en la penumbra. Mis ojos se adaptaron lentamente a la falta de luz, y reconocí su rostro. Varek. Su presencia era inconfundible, una sombra de arrogancia que llenaba la habitación. Se acercó con un aire de superioridad, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera en su propia casa y no en la mía.

—Ah, la princesa Lyriselle —dijo con una sonrisa burlona, su voz suave pero llena de desdén—. Parece que no has tenido un buen día.

Intenté morder el paño que me cubría la boca, pero solo conseguí irritar mis labios. La ira burbujeaba dentro de mí mientras él se acercaba, disfrutando de mi cautiverio como si fuera un espectáculo.

—¿Te gusta tu nuevo alojamiento? —continuó, paseando ante mí, su mirada examinando cada detalle—. No es mucho, pero seguro que te sentirás más cómoda pronto.

Cada palabra que pronunciaba era un veneno que se deslizaba en mis venas. Su tono, condescendiente y burlón, me hacía hervir de rabia. La impotencia que sentía al no poder gritar, al no poder defenderme, era casi insoportable. Quería desgarrar ese paño, saltar sobre él y hacerle pagar por lo que me había hecho, pero las ataduras que apresaban mis manos me mantenían prisionera.

—No creo que te sorprenda lo que ha ocurrido —dijo, inclinándose un poco hacia mí, como si intentara penetrar en mis pensamientos—. Tu padre y sus nobles están desesperados por encontrarte. Pero, por desgracia para ellos, no será tan fácil.

Mis ojos se abrieron en un intento de retarlo, de mostrarle que no tenía miedo, a pesar de la situación en la que me encontraba. La desesperación era palpable, pero me negaba a dejar que él viera mi miedo. Sin embargo, su mirada se iluminó con una mezcla de placer y malicia.

—Deberías sentirte halagada, Lyriselle —prosiguió, su tono más suave pero lleno de veneno—. Hay quienes están dispuestos a todo para conseguir lo que desean. Y yo, bueno... yo simplemente estoy aquí para asegurarme de que tu padre pague el precio por no escuchar a su propia hija.

Lo que decía resonaba en mi mente, y, por un instante, las palabras me sorprendieron. ¿Qué plan estaba tramando? Pero no tenía tiempo para pensar, ya que su presencia era una constante amenaza en mi mente. Lo que deseaba hacer era gritar, desatar mi furia contra él, pero el paño seguía manteniéndome en silencio.

Varek se rió suavemente, como si pudiera leer mis pensamientos, disfrutando de la desesperación en mis ojos.

—No te preocupes, querida. Pronto verás a tu padre. Y créeme, no le gustará lo que encontrará. —Se dio la vuelta, dejando una estela de arrogancia a su paso, y su risa resonó en la oscuridad, dejándome con un terror profundo y creciente.

Me encontraba atrapada, rodeada por la oscuridad y la incertidumbre, con el único consuelo de que no iba a permitir que Varek me quebrara. Con cada latido de mi corazón, prometía que encontraría la manera de escapar y que no iba a dejar que mi historia terminara aquí.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora