Decisiones Tomadas

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Aurenthia estaba al borde del caos, y lo podía sentir. Las voces de mis consejeros llenaban el salón del trono con sus eternas peticiones, quejas y propuestas. Los escuchaba hablar de la frontera, de los tratados, del futuro del reino... pero en realidad, no les prestaba atención. Mis pensamientos estaban lejos, en Nytheria, con ella. Lyriselle.

Desde el día en que la vi bailar bajo las luces de la fiesta, no había podido dejar de pensar en ella. El recuerdo de su sonrisa, la forma en que se había acurrucado contra mí cuando la saqué de la multitud, todavía me quemaba. Ella lo era todo, y por primera vez, estaba dispuesto a dejarlo todo por alguien.

—Mi señor, el conflicto en la frontera no puede esperar —insistió uno de los consejeros, su voz insistente, pero yo solo asentí, casi por inercia.

Mis pensamientos giraban en torno a una sola decisión. ¿Dejar mi reino? ¿Dejar a Aurenthia? Todo me parecía insignificante comparado con estar a su lado. Había pensado en dejarle el reino a mi hermano. Quizás él podría lidiar con estas interminables reuniones y las responsabilidades que yo ya no deseaba cargar. Yo quería algo más... algo que el trono no me podía dar. Quería a Lyriselle.

—Mi señor, debe considerar el asunto de un heredero —añadió otro consejero, su voz más atrevida de lo habitual. —El reino necesita una línea de sucesión clara.

Eso me sacó de mis pensamientos. Lo miré, con una mezcla de molestia y desinterés. ¿Un heredero? Ya sabía cuál era el siguiente paso, y no necesitaba que ellos me lo recordaran.

—Ya estoy comprometido -solté, sin darle más vueltas.

El silencio se extendió como una onda de choque. Los consejeros se miraban entre ellos, sorprendidos. ¿No esperaban que dijera algo así? Quizás no. Pero a estas alturas, ya me daba igual.

—¿Comprometido, mi señor? —preguntó el consejero mayor, con las cejas alzadas en una mezcla de confusión y curiosidad.

Mis labios formaron una pequeña sonrisa mientras pensaba en ella. —Así es. Y pronto lo sabrán.

Vi cómo se removían, incómodos, probablemente deseando saber más. Pero esa información era solo mía. El reino no podía compararse con lo que había decidido hacer. La elección era clara: dejar todo por Lyriselle. Por fin, mis prioridades estaban en orden, aunque no fueran las que esperaban de mí.

El consejero mayor dio un paso adelante, intentando insistir. —Pero, mi señor, ¿quién será la reina de Aurenthia?

Lo miré con calma, pero con firmeza. —Eso es algo que no compete discutir hoy.

La sala se quedó en un incómodo silencio, y supe que era hora de terminar esta conversación absurda. Me levanté de mi asiento, la pesada capa ondeando a mi paso mientras los consejeros me observaban. Todos esos títulos, todas esas responsabilidades... ya no significaban nada para mí. Lo único que importaba estaba a cientos de kilómetros de aquí, en Nytheria, esperando.

Lyriselle.

Mi Princesa.

No importaba lo que tuviera que hacer. Al final, ella sería mía, y este reino... lo dejaría si era necesario. Aurenthia podría encontrar otro rey. Yo había encontrado lo único que realmente me interesaba.

—Basta por hoy —dije, antes de girarme y salir del salón.

Las palabras de los consejeros desaparecieron a mis espaldas, pero no me importaba. Lo que realmente importaba era que pronto estaría con ella... y nada ni nadie se interpondría en mi camino.

El eco de mis pasos resonaba por los largos pasillos de Aurenthia cuando escuché una voz conocida detrás de mí.

—Nyx -la voz de Liux, mi amigo de toda la vida, me sacó de mis pensamientos. Su mirada era seria, aunque siempre tenía un toque de ligereza. —Tu hermano ha llegado al castillo. Te espera en el despacho.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora