Ceremonia

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Era un día que había imaginado desde hace tiempo, pero ahora que estaba aquí, sentía los nervios agolparse en mi pecho. Me encontraba frente al espejo, ajustando los detalles de mi traje. No era cualquier traje, era uno que la ocasión exigía: un atuendo digno de un príncipe. Bordados dorados decoraban el cuello y los puños, mientras el azul profundo del conjunto real destacaba mi rango. No llevaba la corona, pero sentía el peso de lo que este día representaba. Un nuevo comienzo, una vida junto a Lyriselle.

Mi hermano entró en la habitación, elegante como siempre. Aunque no era su día, se había tomado su tiempo para estar a la altura de la ocasión. Él también sabía lo importante que era este momento para mí. Se acercó a mí, observándome con una sonrisa divertida.

—No te había visto tan nervioso desde que te enfrentaste al consejo por primera vez —dijo, soltando una leve risa.

Me encogí de hombros, mirando mi reflejo mientras él me ayudaba a ajustarme el cuello del traje.

—No es nerviosismo —respondí—. Es... calma. Una calma extraña antes de un momento importante.

Mi hermano soltó una carcajada suave, dándome una palmada en el hombro.

—Si lo llamas calma... no quiero saber cómo estás en verdad. Pero vas a estar bien. Hoy es el gran día, el inicio de todo.

Justo en ese momento, la puerta se abrió una vez más, y el padre de Lyriselle entró. Su presencia siempre imponía, pero hoy más que nunca. Su porte, a pesar de los tiempos difíciles que acababan de pasar, era el de un rey, un hombre que lo había visto todo. Sus ojos se posaron en mí y luego en mi hermano, con una sonrisa que escondía una broma en su tono.

—¡Ah, muchacho! Hoy es el día, ¿eh? —se acercó y me dio una palmada en la espalda—. Felicidades, hijo. Te vas a casar con mi pequeña Lyriselle. Aunque, déjame decirte... Está medio loca. Pero es mi hija, qué se le va a hacer.

Solté una pequeña risa, un tanto nerviosa. El ambiente relajado que traía era justo lo que necesitaba. Su comentario, aunque en tono de broma, me ayudó a recordar cuán afortunado era por tener a alguien como ella a mi lado.

—Lo sé... Pero creo que puedo con ella —le respondí, intentando ocultar mi nerviosismo con una sonrisa.

Él se rió más fuerte, casi a carcajadas, antes de ponerse serio por un momento. Me miró con una expresión más profunda, casi paternal.

—Cuídala, Nyx. Mi Lyriselle es fuerte, pero también ha pasado por mucho. Hoy no solo te llevas a una esposa, sino a todo lo que ella representa. Y confío en que lo harás bien.

Asentí, sintiendo el peso de sus palabras, pero también la confianza que tenía en mí. Sabía que lo que venía no sería fácil, pero estaba listo. Hoy, todo cambiaría para bien. Y estaba listo para enfrentar lo que fuera, con ella a mi lado.

El carruaje avanzó por las calles llenas de ciudadanos expectantes. Desde la pequeña ventana, pude ver cómo la catedral se erguía en el horizonte, majestuosa, antigua, y llena de historia. No era cualquier lugar, era el lugar donde los reyes se habían casado, donde las coronaciones tomaban lugar. Ahora, me tocaba a mí estar en ese altar, esperando a la mujer con la que pasaría el resto de mi vida.

Al llegar, mi hermano me dio una mirada de aliento antes de que ambos descendieran del carruaje. Mis manos jugaban con el anillo que pronto estaría en el dedo de Lyriselle. Sabía que debía mostrarme sereno, pero los nervios se hacían más intensos con cada paso hacia el altar.

Dentro de la catedral, todo estaba listo. Las columnas de mármol blanco brillaban bajo la luz de las velas que adornaban el lugar. Ramilletes de flores blancas y doradas, elegidos cuidadosamente para la ocasión, estaban colocados en cada esquina, llenando el aire con un aroma suave y dulce. Los bancos estaban cubiertos con delicadas telas de terciopelo rojo, donde ya se encontraban sentados reyes, príncipes y nobles de todos los rincones del reino y más allá. El lugar irradiaba un sentido de grandeza y solemnidad.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora