Al llegar a mi castillo, me deslicé en mi despacho a través de la ventana, tal como había hecho tantas veces antes. Con un suspiro cansado, permití que la magia se desvaneciera, regresando a mi forma humana. Sin embargo, esta vez, no estaba solo. Mi prometida, Elisabeth, estaba allí, esperándome con una expresión que mezclaba preocupación y furia.
—Nyx, ¿dónde has estado? —exigió saber, su voz afilada como una daga mientras se acercaba a mí con pasos decididos—. Desapareces por días, y no me dices nada. ¡¿Qué crees que soy?! ¡Tu sirvienta para que me tengas esperando siempre que se te ocurra desaparecer!
La miré sin realmente verla, mis pensamientos aún envueltos en el recuerdo de Lyriselle. No era la primera vez que Elisabeth se quejaba de mis ausencias, pero esta vez, la gravedad de sus palabras se perdió en la neblina de mi mente.
—Nyx, ¿me estás escuchando? —Elisabeth continuó, su tono cada vez más exasperado—. Esto no puede seguir así. Somos prometidos. Tengo derecho a saber dónde estás, a compartir tus preocupaciones, ¡pero me dejas en la oscuridad, como si no importara!
Sabía que tenía razón, en parte. La vida que llevábamos, una unión arreglada por conveniencia más que por amor, siempre había sido una fuente de tensiones entre nosotros. Pero mientras ella me hablaba, lo único que podía ver en mi mente era la imagen de Lyriselle, tan frágil y hermosa, sus ojos llenos de una tristeza que me resultaba insoportable.
—Elisabeth, lo siento —dije finalmente, aunque mi voz sonó distante incluso a mis propios oídos—. Pero hay cosas que no puedo compartir contigo.
—¿Cosas que no puedes compartir conmigo? —repitió, incrédula y visiblemente herida—. ¿Qué es eso tan importante que no puedes decirme? ¿Por qué me excluyes? ¡Somos una pareja, o al menos deberíamos serlo!
Su enojo era evidente, y aunque en otro momento habría intentado calmarla, ahora solo podía pensar en cómo salir de la conversación. Mis pensamientos volvían una y otra vez a Lyriselle, a cómo me había sentido estando con ella, a la conexión inexplicable que parecía haberse forjado entre nosotros.
—Esto no tiene que ver contigo —respondí finalmente, intentando darle una explicación sin realmente hacerlo—. No es personal, Elisabeth.
—¿No es personal? —su voz ahora era un susurro amargo—. Nyx, lo que haces afecta a ambos. ¿Es que no lo entiendes? No puedes seguir así, huyendo cada vez que algo te molesta o te inquieta. Tarde o temprano, tendrás que enfrentarlo, sea lo que sea.
No respondí. Simplemente la miré, pero en mi mente, el rostro que veía no era el de Elisabeth. Estaba atrapado en mis propios pensamientos, enredado en los sentimientos que ni siquiera yo comprendía del todo. Ella me observó, y por un momento, pareció que iba a decir algo más, pero en lugar de eso, giró sobre sus talones y salió del despacho, cerrando la puerta con un golpe que resonó en la habitación.
Me quedé allí, en silencio, con solo el crepitar del fuego llenando el aire. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí dividido, atrapado entre dos mundos que parecían irreconciliables. Sabía que tarde o temprano tendría que tomar una decisión, pero por ahora, solo podía pensar en una cosa en cómo regresar a Lyriselle.
Elisabeth me había dejado solo en el despacho, la tensión palpable en el aire. El eco de la puerta cerrándose resonó en la habitación, y me quedé allí, inmóvil, atrapado en un remolino de pensamientos que no lograba controlar. La imagen de Lyriselle, tan clara en mi mente, no dejaba de repetirse una y otra vez. Pero antes de que pudiera sumergirme completamente en mis reflexiones, la puerta volvió a abrirse.
—Vaya, parece que la tormenta se fue, ¿eh? —dijo Liux, entrando en la habitación con una sonrisa ladina, refiriéndose a Elisabeth.
Liux, siempre tan despreocupado y con ese toque de sarcasmo que le caracterizaba, se acercó, echando un vistazo a la habitación como si buscara rastros del furioso paso de Elisabeth. Su presencia siempre tenía el poder de aligerar el ambiente, aunque en este caso, el peso en mi pecho seguía siendo demasiado.
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La Princesa y el Vínculo Mágico ✔
FantasíaEn el próspero reino de Nytheria, donde los bosques encantados se encuentran con el mar cristalino, la princesa Lyriselle vive una vida marcada por la amabilidad y la dedicación. Huérfana de madre y criada con el amor inquebrantable de su padre, el...