Tristeza

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El aire fresco del jardín me llenaba de energía mientras corría detrás de mi cachorro. Su pelaje gris y blanco brillaba bajo el sol, y no podía dejar de sonreír al verlo tan lleno de vida. Llevábamos menos de una semana juntos, pero ya lo sentía como parte de mí, como si siempre hubiera estado ahí. Le lancé la pelota una vez más, y verlo saltar para atraparla me hizo reír.

Me detuve un momento, respirando profundamente y disfrutando del aroma de las flores que llenaban el jardín. Al girarme, vi a Nyx sentado bajo la sombra de un gran árbol, con una taza de té en sus manos. Su mirada me seguía de manera atenta, y una sonrisa cálida se dibujaba en sus labios. Saber que él estaba allí, observándome, me daba una sensación de calma que pocas veces había sentido.

El cachorro volvió corriendo hacia mí, dejando caer la pelota a mis pies con un pequeño jadeo. Me agaché para acariciar su cabeza suave.

—Pareces más contento que yo —le dije, lanzando la pelota de nuevo.

Escuché la risa suave de Nyx desde su lugar en la sombra.

—No hay nada que me haga más feliz que verte así —respondió, con esa tranquilidad que siempre lograba transmitir.

Me acerqué a él, dejando que el cachorro siguiera persiguiendo la pelota por el jardín. Me senté a su lado bajo el árbol, sintiendo el frescor de la sombra y la suave brisa acariciando mi piel.

—¿Sabías que faltan menos de cuatro semanas para nuestra boda? —pregunté en voz baja, mirando sus ojos oscuros.

Nyx asintió, llevando su taza a los labios antes de contestar.

—Lo sé, y estoy contando los días. Pero no hay prisa —dijo—, prefiero disfrutar cada momento que tenemos antes de que todo cambie.

Me recosté en el césped, mirando hacia el cielo claro, sintiendo el sol filtrarse a través de las ramas del árbol. El cachorro, cansado de tanto correr, se tumbó a mi lado, apoyando su cabecita sobre mi regazo. Mientras lo acariciaba, mi mente empezó a vagar, pensando en todo lo que estaba por venir.

Faltaban pocas semanas para la boda, y aunque estaba llena de emoción, también sentía un leve cosquilleo de nervios en mi interior. Había tantas cosas que cambiarían, pero con Nyx a mi lado, estaba segura de que todo saldría bien. Solo tenía que seguir adelante, disfrutando de estos pequeños momentos que eran tan perfectos, tan nuestros.

El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos dorados mientras me despedía de Nyx. Me incliné hacia él, dejando un suave beso en sus labios, pero cuando intenté retirarme, sus manos me atraparon por la cintura, manteniéndome cerca por unos instantes más.

—No quiero que te vayas aún —murmuró con su voz baja y profunda, sus ojos oscuros fijos en los míos.

Sonreí, sintiendo el calor en mis mejillas. Me encantaba esa sensación de estar atrapada en su presencia, pero sabía que debía prepararme para el baile.

—Me tengo que ir —le susurré, deslizando mis manos suavemente sobre sus brazos—. El baile comenzará pronto, y tengo que estar lista.

Nyx me soltó a regañadientes, aunque sus ojos seguían brillando con esa chispa juguetona que tanto me gustaba.

—Te veré en la pista de baile —dijo, finalmente dejándome ir.

Me giré para llamar a mi cachorro, que estaba mordiendo una pequeña rama cerca de nosotros. Al escuchar su nombre, alzó las orejas y corrió hacia mí con su típico entusiasmo.

—Vamos, pequeño —le dije con una sonrisa mientras empezaba a caminar hacia las escaleras.

Mientras subíamos juntos, me sentí repentinamente mareada. Todo a mi alrededor pareció girar por un instante, como si el suelo bajo mis pies se moviera. Me detuve, respirando hondo para estabilizarme. Debe ser porque no desayuné bien esta mañana, pensé, intentando no darle demasiada importancia. Me apoyé en la barandilla por un momento, mirando a mi cachorro que me observaba con sus brillantes ojos azules.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora