Había esperado el momento perfecto. Mi vestido no era el típico atuendo lleno de bordados y adornos, sino algo sencillo, práctico, y lo cubría con una capa oscura que me ocultaba entre las sombras del palacio. La capucha tirada sobre mi cabeza me daba la discreta ventaja de pasar desapercibida, o al menos eso creía.
Caminé con cautela, escurriéndome por los pasillos del castillo mientras me aseguraba de que los guardias no me vieran. Quería sentir el aire fresco de la ciudad, el bullicio del mercado, lejos del protocolo y las miradas vigilantes de la corte. Apenas llegaba a la puerta lateral, cuando escuché la voz profunda y firme de mi padre resonar detrás de mí.
—¿Y a dónde crees que vas tan escondida, Lyriselle?
Salté del susto, mi corazón latiendo con fuerza en el pecho. Me giré lentamente, con una sonrisa que trataba de ser despreocupada.
—Sólo iba a pasear por los jardines, padre —dije, sabiendo que no iba a colar.
Mi padre arqueó una ceja, esbozando una pequeña sonrisa incrédula mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—No me engañas, Lyriselle. Seguramente ibas a escaparte al pueblo.
Suspiré, sabiendo que estaba descubierta. Aún así, levanté la barbilla, lista para defenderme.
—Está bien, sí. Pero solo quería uno de esos helados del señor del pueblo. Los de limón... son los mejores.
Mi padre me observó en silencio por un momento, luego su rostro se suavizó. Para mi sorpresa, su respuesta fue diferente a lo que esperaba.
—Es una buena idea —dijo con una sonrisa—. Iremos juntos a por ese helado. Además, siempre es bueno que el pueblo vea al rey en persona. Si tienen alguna inquietud, mejor resolverla directamente.
Antes de que pudiera procesar lo que acababa de decir, mi plan de escape se había convertido en una salida oficial con mi padre. Al menos sería agradable pasar tiempo con él, pensé. Caminamos juntos hacia el carruaje, pero justo cuando nos acercábamos, Cassandra salió del palacio, su voz suave y melosa resonando por el aire.
—Oh, ¿a dónde vais?
Mi frustración fue instantánea. Cassandra, con su usual atuendo perfectamente arreglado y esa sonrisa siempre calculada, caminó hacia nosotros como si fuera parte de la familia. Yo no quería que viniese, por supuesto.
—¿Puedo acompañaros? —dijo, casi como si pidiera permiso, pero con ese tono que dejaba claro que esperaba una respuesta positiva—. Hace tanto que no salgo al pueblo, y sería tan maravilloso compartir este tiempo con vos, su Majestad.
Fruncí el ceño, sin decir una palabra, pero mi mirada hablaba por mí. No quería tenerla cerca, y mucho menos arruinar mi tarde tranquila con mi padre. Cassandra, como siempre, se hacía la pobrecita, alzando ligeramente su mentón con esa falsa modestia, esperando que mi padre accediera.
Mi padre me miró de reojo, notando mi expresión, pero, para mi desgracia, simplemente suspiró y asintió.
—Está bien, Cassandra, puedes acompañarnos.
Tragué mi frustración y asentí con una sonrisa tensa. No tenía sentido discutir. Nos subimos al carruaje, y el trayecto hacia la ciudad se sintió interminable. Cassandra no dejó de hablar ni un segundo, siempre centrada en sí misma, sus vestidos, sus joyas, los bailes a los que había asistido... Era una tortura.
"Este va a ser un largo paseo", pensé mientras miraba por la ventana, añorando el simple placer de un helado y un momento de paz en el pueblo.
Cuando finalmente llegamos al pueblo, el carruaje se detuvo en medio de la plaza principal. Apenas abrí la puerta y me preparé para bajar, Cassandra, en un movimiento demasiado "discreto" para ser accidental, me empujó ligeramente hacia un lado y se bajó antes que yo, con una sonrisa que irradiaba esa falsa modestia que tanto le gustaba usar.
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La Princesa y el Vínculo Mágico ✔
FantasiaEn el próspero reino de Nytheria, donde los bosques encantados se encuentran con el mar cristalino, la princesa Lyriselle vive una vida marcada por la amabilidad y la dedicación. Huérfana de madre y criada con el amor inquebrantable de su padre, el...