Declaraciones

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El jardín de Nytheria siempre había sido uno de mis lugares favoritos. No por las flores, ni por la perfección de los árboles que rodeaban el lugar, sino porque ahí fue donde la vi tantas veces en paz, sola, con sus libros y pensamientos, ajena a todo lo que la rodeaba. Y ahora, después de todo lo que había pasado, volvía a encontrarme aquí, en el mismo lugar, pero esta vez con ella.

Estaba sentado en el suelo, mi espalda apoyada en la banca blanca donde ella solía leer, y mi cabeza descansaba sobre sus piernas. Lyriselle me acariciaba suavemente el cabello, sus dedos moviéndose con ternura, y yo dejaba que ese simple gesto me diera una paz que solo podía encontrar con ella.

—¿Te acuerdas de todas las veces que me sentaba aquí a verte? —le pregunté con la voz baja, medio cerrando los ojos mientras disfrutaba de su tacto.

Lyriselle soltó una pequeña risa. Esa risa que tanto extrañaba y que ahora estaba aquí, resonando a mi alrededor.

—¿Cómo olvidarlo? —respondió—. Aunque nunca me dijiste que me observabas tanto.

—No quería que lo supieras. Tenía miedo de que te fueras y no volvieras más. —Sonreí un poco, girando ligeramente la cabeza para mirarla mejor—. Aunque, en realidad, siempre supiste que no podía apartar mis ojos de ti.

Sus manos se detuvieron por un segundo, y pude sentir cómo sus ojos me observaban, llenos de emociones que siempre le resultaban difíciles de expresar. Sabía lo que sentía, lo que significaba para ella que yo estuviera aquí ahora, sentado en el mismo lugar donde tantas veces había soñado con estar junto a ella.

—¿Qué es lo que te preocupa, Nyx? —preguntó de repente, bajando la mirada hacia mí.

Suspiré profundamente, cerrando los ojos un instante, disfrutando de la calidez de su mano acariciando mi cabello. Esto no era fácil de decir, aunque llevaba semanas pensándolo.

—No me preocupa nada ahora —le respondí en voz baja, como si hablara más para mí mismo que para ella—. Ya no. Porque hice algo que debía hacer.

Sentí cómo su cuerpo se tensaba ligeramente al escuchar eso, su mano deteniéndose en mis cabellos. Sabía que estaba preocupada por lo que podría significar. Se inclinó un poco más, mirándome con esos ojos que podían derretir cualquier muro que yo intentara levantar.

—¿Qué hiciste? —preguntó suavemente.

No quería ver miedo en sus ojos, así que me obligué a levantarme y girarme para enfrentarla. Me arrodillé frente a la banca, tomando sus manos entre las mías, mientras la miraba con una intensidad que venía directamente de lo más profundo de mi ser.

—Renuncié a la corona, Lyriselle. —Las palabras salieron con calma, pero el peso de lo que decían quedó flotando en el aire entre nosotros—. Le dejé el reino a mi hermano. Todo. Para estar contigo.

Sus ojos se agrandaron por la sorpresa. Sabía que no se esperaba algo así, y probablemente ni siquiera entendía por qué lo había hecho. Pero yo sabía, en cada fibra de mi ser, que era la única decisión correcta.

—Nyx... —murmuró, sin encontrar las palabras. Podía ver cómo su mente trataba de asimilar lo que le acababa de decir.

—Lo hice porque no hay nada más importante para mí que tú. No podía seguir viviendo una vida en la que no estabas conmigo, en la que tenía que ver cómo todo lo que quería se quedaba atrás. —Le apreté las manos con fuerza, como si temiera que se alejara—. Así que renuncié a todo. Dejé atrás Aurenthia, los consejeros, el trono... todo. Porque lo único que me importa, Lyriselle, está justo frente a mí.

Ella se quedó callada, y pude ver cómo sus ojos se llenaban de emociones, quizás de lágrimas que intentaba contener. Levantó una mano para acariciar mi rostro, y ese simple gesto me hizo sentir más amado de lo que jamás había pensado que sería posible.

La Princesa y el Vínculo Mágico ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora