CAPÍTULO 11

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MARATÓN 1/4.

CESAR PARRA.

Estoy tan sumido en la idea de enseñarle a T/n quién es que manda, el éxtasis de ver sus nalgas rojo fuego, el gemido que emite ante cada golpe, la eminente erección que luego calmaré dentro de su cuerpo, no me permiten que vea, ni escuche nada más...

- Rojo - escucho que dice en un sollozo, pero ya estoy en posición y le doy otro golpe - Rojo...por favor pare ya... - esas cinco palabras me devuelven a la realidad, un llanto incontrolable hace que mi cuerpo se estremezca, miro sus nalgas y dejo caer de golpe el cinturón al piso ¿"Dios que hice"? Trago el nudo que tengo en la garganta, la desato sin mirarla a la cara, la escucho llorar, eso hace que me sienta peor.

- Ve a tu habitación y tienes terminantemente salir de ahí sin que te lo ordenes, sino el contrato se termine - digo con voz entrecortada, si es que ella no decide terminarlo antes, no me atrevo a tocarla después de lo que acabo de hacer, salgo del cuarto de juegos y camino lo más rápido posible, bajo las escaleras y me dirijo a mi estudio, le mandó un mensaje a Taylor para que le avise a Eugenia si puede quedarse el fin de semana, recibo respuesta inmediata afirmativa.

Siento una opresión en el pecho que no me deja respirar, siempre he golpeado a mis sumisas, pero nunca había tenido este sentimiento de culpa al saber que la lastime y que por mi culpa en este momento se siente infeliz, expulsó el aire que llevaba contenido desde que dijo "Rojo" por segunda vez, me siento en el sofá y hundo mi cabeza entre mis manos reprochándome mentalmente ¿Por qué lo hice? ¿Por qué?...

No sé cuánto tiempo llevo aquí, solo sé que la botella de Whiskey que comencé esta tarde al saber que ella ni el licor puede calmar esto, ella se vendió a mí como lo han hecho muchas mujeres por mi dinero, pero porque no puedo aceptar que ella sea como todas ellas, qué la habrá llevado hacer esto, ¿Qué?

Miro el reloj de mi muñeca y marca las 12:45 am, seguro ya se durmió, salgo de mi estudio y tengo un debate mental si voy a mi habitación o subo a ver como esta...

De dos en dos subo las escaleras, voy a uno de los baños de ese piso y busco una crema antiinflamatoria para aplicársela, me paro frente a su puerta y respiro profundo antes de entrar, la abro despacio y solo la luz de la mesita de noche alumbra la habitación, la veo en posición fetal, nada cubre su cuerpo y veo las marcas del cinturón en sus nalgas, siento como mi corazón se encoge.

Sin hacer ruido busco un edredón en el armario y cubro su cuerpo, ya más de cerca puedo ver sus mejillas manchadas de lágrimas, su respiración es cansada, seguro lloro hasta quedarse dormida.

- ¿Qué te hice mi niña? - acaricio su mejilla, jalo la silla del escritorio junto a la cama y me siento en ella a verla su sueño, la veo dormir y se ve tan inocente, tan débil, tan bella...

Después de un buen rato, voy a mi habitación para tratar de descansar, sé que dentro de unas horas T/n y yo tendremos una larga conversación, necesito que me responda muchas preguntas...

Cuando llego a la cocina le pido un Advil a Eugenia para el dolor de cabeza que tengo gracias a las copas de anoche.

- ¿Qué va a desayunar, señor? - pregunta, mientras me pasa el Advil junto a un vaso de agua.

- Lo que se te haga más fácil - ella asiente - El de T/n lo preparas para llevárselo en una bandeja.

- Sí, señor - se pone en acción y diez minutos después, tengo frente a mí, un sándwich de jamón y queso tostado, con tomate, jugo de naranja y un plato de frutas - ¿Quiere que le lleve el de la señorita?

- Sí, por favor - ella prepara la bandeja y sale de cocina, cuando termino con ni desayuno Eugenia no ha regresado de la habitación de T/n, dejo los platos sobre la mesa y voy a ver porque la tardanza, me paro frente a la puerta y escucho unos sollozos, luego la voz de Eugenia.

- Señorita, sé que no es mi problema, pero porque usted está haciendo esto, a leguas se ve que usted no es de ese tipo de mujer.

- Ay, Eugenia. Si supieras - solloza, T/n. Me pego más a la puerta para escuchar mejor.

- Señorita, puede confiar en mí - dice Eugenia.

- Mi mamá necesita un trasplante de riñón, nosotras no teníamos ahorros por eso lo hice - solloza - Ayer fui a verla, ella se puso mal y tuve que llevarla al hospital y cuando me di cuenta ya era tarde...

Soy un maldito hijo de puta, ella está haciendo esto por su madre y yo actuando de forma, por Dios, ¿Qué le hice?

T/N MEZA.

Siento que algo caliente me cobija, abro los ojos y encuentro un edredón cubriendo mi cuerpo, si mal no recuerdo yo no lo hice, me incorporo cómo puedo y veo la silla del escritorio frente a la cama, pero yo no me lo puse, lo único que recuerdo es los azotes que recibí anoche y que ahora me impiden sentarme, de solo recordarlo, las lágrimas vuelven a salir, me paro despacio de la cama y voy a la ducha.

El agua caliente calma un poco el dolor que sentía en las nalgas, salgo y me pongo un vestido de algodón desahogado para que no me roce el trasero, siento que la puerta se abre y es Eugenia con una bandeja.

- Buen día, señorita - dice y pone la bandeja sobre el escritorio - Aquí le traigo el desayuno.

- No tengo hambre - siento que mis ojos se llenan de lágrimas.

- Creo que debería comer algo, ayer se fue a la cama sin cenar - esas palabras me recuerdan tanto a mi madre que me siento en la cama y estallo en llanto, ella se sienta a mi lado - Señorita, sé que no es mi problema, pero porque usted está haciendo esto, a leguas se ve que usted no es de ese tipo de mujer.

- Ay, Eugenia. Si supieras - trato de hablar sin llorar.

- Señorita, puede confiar en mí - dice, Eugenia. Acariciando mis hombros, la veo a los ojos y sé que puedo confiar en ella.

- Mi mamá necesita un trasplante de riñón, nosotros no teníamos ahorros por eso lo hice - me mira con tristeza - Ayer fui a verla, ella se puso mal y tuve que llevarla al hospital y cuando me di cuenta ya era tarde y cuando regresé me encontré con el señor hecho una furia porque creyó que estaba con un compañero de clases.

- ¿Y por qué no le dijiste lo que te paso? ¿Él sabe lo de tu madre? - yo niego con la cabeza - Creo que sería bueno que le dijeras la verdad.

- No lo creo, Eugenia. Yo solo soy una más de las que se vende por dinero.

- Pero, lo estás haciendo por la salud de tu madre.

- Sí, por mi madre y por mi hermana, soy capaz de lo que sea, de dar la vida si es necesario - digo.

En ese momento se abre despacio la puerta, levanto mi cabeza y cuando veo quién es limpio mis lágrimas y la vuelvo a bajar.

- T/n, ¿Podemos hablar? - dice Cesar.

- Sí, señor - susurro, Eugenia separa de la cama y sale de la habitación - Dígame.

- Primero come tu desayuno - ordena con voz suave, me pasa la bandeja y se sienta a mi lado, por un instante la miro y comienzo con mi sándwich.

Ya es muy tarde😰🫤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora