Aria

Fiesta y presentación

Los demás dioses no sabían que se estaba celebrando, pero no iban a decir que no a una fiesta, siempre les había gustado la juerga, y más con el tiempo, se aburrían muchísimo y tenían prohibido, por órdenes de su rey, molestar a los humanos como habían hecho en el pasado.

La familia de Aria la estaba esperando y la de Kaila también, de repente las puertas se abrieron y todos miraron hacía las dos personas que entraban. Artemisa iba a su lado con orgullo y Aria buscaba con la mirada a su novia.
Kaila se acercó a ella e hizo una reverencia, sobre todo al sentir el poder salir de ella.

—Mi diosa. — dijo mientras ponía una rodilla en el suelo y la miraba, Aria vio que tenía el brazo derecho colocado en su pecho con el puño cerrado, era un saludo de guerrero.
—Levántate mi amor. — dijo Aria mirando a todos lados, la miraban fijamente y muchos no entendían nada, lo podía sentir.

Kaila se levantó y se acercó a ella, la besó y la cogió de la mano.

—Estás preciosa.
—Gracias. — se sonrojó un poco, pero nunca quitó la sonrisa.

Se acercaron a Zeus y Hera y los abrazó.

—Mi niña, menuda entrada. — dijo Zeus.
—Quiero demostrar que soy digna.
—Lo eres hija, eres una diosa griega, perteneces a este sitio. — dijo Zeus.
—Hija, pensamos que ahora es el momento para presentarte ante los demás. — dijo Hera mientras la abrazaba.
—De acuerdo. — se acercó a Kaila y la sujetó de la mano, no quería estar sola en ese momento. Estaba nerviosa, pero tenía que aparentar que estaba bien, demostrar que ella pertenecía a la familia real de los dioses griegos.

Kaila vio el objeto dorado en el hombro de su novia y sonrió, eso era una prueba más que contundente que indicaba que ella era la hija de Zeus y Hera.

Los cuatro se acercaron al centro de la sala, todo el mundo se colocó alrededor, pero dejando espacio a la realeza. Los hermanos de Aria se reunieron con ellos, se podía ver un atisbo de orgullo en sus rostros.

—Señores, señoras, por un lado quiero darles la bienvenida a esta fiesta. — todos los asistentes aplaudieron con lo que dijo Zeus. — Por otro lado quiero presentarles a Aria, mi hija pequeña. — todo el mundo empezó a murmurar entre ellos.

Aria dio un paso al frente, estaba muy seria y miró a todos los demás dioses, los estaba estudiando minuciosamente.

—Me llamo Aria, crecí en el mundo humano para protegerme. Nací sin poderes y hace tres años desperté como diosa, mis poderes despertaron a los veintiséis años y en plena batalla contra el maligno.
Ustedes no se molestaron en aparecer para defender a las criaturas mágicas, decidieron quedarse aquí haciendo quién sabe que, no me interesa saberlo. Solo quiero dejar claro que me indigna la clase de dioses que son. No protegen nada, simplemente sus intereses y eso no es digno de un dios. No me extraña que los humanos hayan perdido la fe en todos ustedes. Tampoco se movieron cuando Hades secuestró a la familia real, no se molestaron ni siquiera en saber dónde estaban. Mi padre quería que hoy todos ustedes me reconocieran como diosa, pero saben que les digo... no me interesa. Tengo a mi familia ellos me reconocen y es lo único que me importa. — Sabía que lo que estaba haciendo no era correcto, pero estaba enfadada con todos ellos, al verlos con sus copas y su porte de "soy importante" la hizo enojar. Sabía que ellos ya no eran nada, simples dioses menores que vivían de las apariencias y se creían que eran alguien.

Ares, Afrodita, Atenea y Artemisa la miraron con orgullo. Hera y Zeus la miraron sorprendidos, no se esperaban nada de eso por parte de su hija.

—Hace un año hubo una batalla contra los titanes, y a ustedes no les importó una vez más. Yo sola acabé con ellos para siempre y maté a Cronos. — suspiró para tranquilizarse. — Soy la diosa más poderosa que hay aquí y si me hacen enfadar puedo acabar con ustedes en un abrir y cerrar de ojos. Tengo el poder para matar dioses, así que no me hagan enfadar, se lo advierto. — nadie dijo nada, muchos la miraron asustados y otros no sabían qué hacer.
—Aria, tranquilízate. — dijo Zeus mientras colocaba sus manos en los hombros de su hija.
—No entiendo porque querías presentarme a estos egoístas y cobardes. — dijo sin mirarlo.
—Porque son el resto de dioses griegos. Son nuestra gente.
—Aunque todos pensamos los mismo que tu. — dijo Ares, Aria lo miró y sonrió.