Regalo

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Hera se encontraba en sus aposentos sentada en su silla de mármol y mirando un pergamino en blanco, cogió la pluma que tenía al lado y empezó a escribir, intentaba que su caligrafía se entendiera además de pensar en escribir en inglés, sabía que si escribía en griego antiguo, los destinatarios no se iban a enterar de nada.

Iba a escribir una carta a los padres adoptivos de su hija, sabía por parte de Zeus que sabían de la existencia de los dioses y de que Aria era hija de ellos, porque les había contado toda la verdad.

Zeus tuvo una conversación con Aria, ella le contó que les explicó todo a sus padres, de alguna manera tenía que explicarles porque había estado un año sin dar señales de vida. Era imposible encontrar una buena excusa que contar.

—Papá, tengo que hablar contigo sobre un asunto.
—Dime. — se sentó en el trono.
—El día que desperté, fui a ver a mis padres. Estaban tristes y preocupados, pensaron que me había ido y que no quería volver a verlos. Me dolió mucho verlos así y ver sus recuerdos. No me quedó más remido que contarles todo lo que pasó.
— ¿Quieres decir que les contaste la verdad?
—Sí. — miró al suelo, sabía que eso no podía hacerlo, pero eran sus padres.
—Sabes que los humanos no pueden saber de la existencia de la magia ni de los seres mágicos, tú misma renunciaste a enseñar a los alumnos del castillo, diciendo que era mejor que ellos no supieran nada de los humanos, querías protegerlos. Y te contradices tu misma al contárselo a tus padres adoptivos. — no estaba enfadado pero si un poco decepcionado.
—Papá, yo nunca les he escondido nada a mis padres. Son muy buenas personas y lo sabes, porque si no, no me abrías dejado con ellos. — frunció el entrecejo. — Ellos no irán por ahí contando toda esta historia, saben que es algo imposible de creer, y saben que a mí me ha costado mucho contarles todo esto. Por un momento no me creyeron, pero empezaron a atar cabos, de cómo me encontraron, la nota... Kaila.
—Entiendo. Pero tenías que habernos comentado lo que pensabas hacer.
—Lo sé y lo siento. Pero en ese momento solo pensaba en ellos, en lo que pensaban cuando los vi.
—De acuerdo y por lo que dices lo aceptaron.
—Sí. Y aceptan que Kaila sea una diosa y valquiria e hija de Odín.
— ¿Les contaste de su familia?
—No llegué a tanto, solo les conté todo lo que me había pasado en el Castillo, tampoco di nombres.
—Bien. — se relajó un poco.
—Papá, lo siento, pero tienes que entender por qué lo he hecho. Nunca me he ausentado tanto tiempo y menos sin dar noticias. E incluso me comunicaba con ellos cuando estaba en el castillo y no les contaba ni la mitad de lo que vivía.
—Entiendo que pasar un año sin saber nada de tu hija/o, debe ser horroroso, comprendo porque lo hiciste. Lo que me molesta es que hayas tardado tanto en contármelo.
—Lo siento, tienes razón.

Zeus la vio triste, se acercó a ella y la abrazó.

—Ya no importa, ellos se lo tomaron bien, confían en ti, como tu confías en ellos. No voy a juzgarlo más ni a criticarte por ello.
—Gracias.

Eso es lo que Zeus le había contado, así que decidió escribir una carta a los Davis para agradecerles todo lo que habían hecho por su hija. Se lo comentó a su marido para pedirle permiso para hacerlo y a él le pareció una buena idea.

Mientras Hera estaba en su habitación, Zeus se fue a la herrería de Hefestos y pidió que creara un escudo con oro griego, le pasó un dibujo y le dijo que tallara todo eso en el escudo.

—De acuerdo majestad. — dijo el hombre. Su cuerpo no encajaba para nada con su cara, tenía un cuerpo muy fuerte, musculoso como el de Zeus, pero su cara estaba desfigurada. Tenía una máscara parcial que le tapaba un lado de la cara.

Afrodita y sus hermanas estaban en la habitación de la primera, para planear la boda de Aria y Kaila, tenían que preparar los trajes y averiguar qué tipo de ceremonia iban a hacer, si griega, vikinga o ambas.

AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora