Milagro

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Doce meses desde que Cronos y los titanes desparecieron para siempre.
Doce meses desde que Aria está en coma.
Doce meses desde la gestación del pequeño potrillo, faltaba poco para que naciera.
Dos meses desde que Baudier, Astrid y sus amigos se graduaron y volvieron a sus casas.

Todo eso ocurrió en un año y Aria seguía sin despertar.
Los gemelos iban de visita, dos veces por semana, querían ir más seguido pero tenían deberes como príncipes. Baudier tenía que entrenarse para estar fuerte y ser poderoso para ocupar el puesto de su padre. Astrid, su destino era convertirse en una valquiria como su hermana; tenía que entrenar con armas para convertirse en guerrera. Sus poderes ya los controlaba muy bien, pero para entrenar con las valquirias no podía usarlos.

Kaila pasaba las mañanas con Claire y las tardes con la futura mamá Pegaso. Los dioses visitaban a Aria las horas en que Kaila no estaba con ella, para hacerle compañía.
Cada hora era el turno de un hermano o de un progenitor para estar con ella. Se había convertido en una rutina diaria.

Un día Kaila tuvo un presentimiento, no sabía si era bueno o malo.
Fue corriendo a ver a su amada, abrió la puerta de golpe, Hera y Artemisa la miraron preocupadas.
La guerrera sin decir nada se acercó a la cama, se desanimó al ver que su presentimiento no era nada, salió con la cabeza agachada.
Artemisa y Hera no entendían nada, al verla irse se miraron y después miraron a Aria.

Kaila fue a los establos triste, se ocupó del Pegaso; le puso nombre hacía unos meses, no podía seguir llamándola el Pegaso.
La llamó Rea en recuerdo a la abuela de Aria. Además tenía sentido porque Aria era la Madre Tierra y la futura dueña del animal.

Se apoyó en la pared del establo, mirando a Rea, notó que respiraba con dificultad, se acercó para comprobarlo mejor, era como relinchos lastimosos, algo le dolía. Kaila la examinó y fue a la parte de atrás.

—No me digas que estás dando a luz ahora. — dijo Kaila sorprendida, vio que salía unas pezuñas. — ¡Por todos los dioses! —fue a por agua y una manta.

Mientras tanto Rea soplaba con fuerza por el dolor, además de que empujaba para que el pequeño saliera.
Kaila volvió con lo necesario en las manos, dejó el cubo a un lado y preparó la manta colocándola en el suelo. Ella estaba preparada solo tenía que esperar, se acercó a la cabeza del animal y la acarició para tranquilizarla.

—Shshshsh, lo estás haciendo muy bien. — se asomó para ver cómo iba. — bien, tiene las dos patas delanteras fuera.

No había ni un solo sonido en todo el reino, no había nadie por los pasillos, estaba todo en silencio. Hera y Artemisa iban a irse para hacer el cambio de turno, le tocaba a Ares.
Hacía un tiempo que Ares se había rendido, iba a ver a Aria siempre que podía para pasar tiempo con ella aunque estuviera dormida.

Cuando iban a marcharse una luz proveniente de la cama los hizo girar, vieron el cuerpo de Aria iluminado.

— ¿Que está pasando? — preguntó Ares.
—No lo sé. — dijo Artemisa.
—Voy a buscar a los demás. — dijo Ares saliendo de la habitación.

Corrió desesperado porque no sabía que estaba sucediendo, después de un año, su hermanita estaba experimentando un cambio. Vio a Zeus en el trono y le dijo que algo pasaba con Aria, su padre se fue corriendo, Ares continuó su camino para avisar a Afrodita y Atenea.

Kaila no sabía que estaba sucediendo con su amada, estaba demasiado ocupada asistiendo el parto.
Una hora después el potrillo salió por completo, Kaila lo limpió con la manta y lo acercó a su madre.

—Enhorabuena mamá, es un niño. — dijo Kaila sonriendo.

Mientras tanto en la habitación, no había ningún cambio, Aria seguía brillando y cada vez con más intensidad. Todos tuvieron que cerrar los ojos por la molestia cegadora.
Aria levitó un poco y hubo una explosión de luz que iluminó todo el reino. Todos los dioses sintieron un gran poder, hasta Kaila lo sintió y lo reconoció.

AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora