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Un hombre de aspecto rudo, rubio con barba, ojos azules, musculoso, vestido con un uniforme de guerrero y una capa azul.
Estaba sentado en su trono en el castillo en Asgard, su amada esposa y ex valquiria, estaba sentada a su lado.

—Mi dios, estoy preocupada por nuestros hijos.
—Lo sé, me pasa lo mismo, pero de momento debemos confiar en Kaila.
—Sí, nuestra hija está cualificada para esta misión. — dijo la mujer, era alta, su cabello rojizo y largo, sus ojos verdes, una figura muy marcada, seguía teniendo un buen cuerpo por su época de valquiria; llevaba un vestido largo y dorado. Toda una belleza, una diosa.
—Brunilda, Kaila es como tú, una excelente guerrera, además tiene más poderes que las demás valquirias. — dijo Odín cogiéndola de la mano para tranquilizarla.
—Sí, tiene tus poderes, después de todo es una diosa. — suspiró, pero seguía preocupada.

Odín no podía hacer nada para animar a su esposa, también estaba preocupado por lo que se avecinaba. Detestaba no saber nada, solo conocía los resultados pero nada más, y eso lo desquiciaba mucho más. No quería perder a ninguno de sus hijos y tampoco que desapareciera la colonia mágica que tanto les había costado reconstruir en el mundo humano.

— ¿Crees que lo que se avecina, tiene que ver con lo que pasó hace miles de años en el mundo mágico? — preguntó Brunilda.
—Eso me temo, tenemos que hablar con los demás clanes y contarles lo que está pasando. Tenemos que estar alerta también por si Gerok consigue entrar en nuestro mundo. — se puso serio, estaba furioso.
—Amor, tenemos que mantener en secreto nuestra inquietud, por nuestros hijos. — dijo Brunilda. Odín la miró y vio desasosiego en su mirada.
—Tienes razón, manda llamar a Astrid y a Baudier, tenemos que decirles que en un par de días empiezan las clases. —dijo tratando de esconder sus preocupaciones y su rabia, cambiando de tema.
—Voy ahora mismo. — se apartó de él, hizo una reverencia y se marchó.

Odín sonrió, hacía años que Brunilda era su mujer y seguía comportándose como su súbdita.

Brunilda fue a ver a sus hijos pequeños, eran gemelos un niño y una niña, tenían quince años y llevaban dos años estudiando en el castillo.

Cuando vieron entrar a su madre se acercaron a ella y la abrazaron.

—Mis niños. — dijo sonriendo mientras correspondía el abrazo. — Astrid, Baudier, vuestro padre quiere veros en la sala.
—De acuerdo. — dijo Baudier, era clavado a su padre, alto, rubio y de ojos azules, Astrid también era rubia, pero sus ojos eran verdes.

Los dos se fueron a la sala del trono, vieron a su padre dando algunas órdenes a sus hombres, cuando vio a sus hijos, ordenó a los demás que se fueran.

—Hijos. — sonrió al verlos.
—Padre. — dijeron los dos al tiempo, no se acercaron para abrazarlo, con él mantenían una relación menos cercana, sabían que su padre los quería y los adoraba, pero era el rey de Asgard, así que no podía mostrar debilidad.
—Chicos tengo que deciros que en un par de días empiezan las clases, así que haced vuestro equipaje, tenéis que ir ya.
—Ahora mismo. — dijo Astrid, iba a irse pero vio que su hermano no la seguía, le cogió del brazo. — vamos. — le dijo en voz baja al ver que no se movía.
—Padre. — dijo Baudier.
—Dime.
— ¿Dónde está Kaila?
—En una misión. — no dijo nada más.

Baudier se conformó con eso y se fueron los dos a su habitación.

— ¿Se puede saber qué pasa? — preguntó Astrid mientras sacaba su maleta de debajo de la cama.
—Nada. — dijo Baudier, era un chico de pocas palabras, siempre era muy serio en eso se parecía mucho a su hermana mayor. Solo muestra sus sentimientos a su madre.

Una vez que tenían las maletas listas, se fueron a la sala del trono para despedirse de sus padres.

La carroza con los Pegasos, ya estaba lista esperándolos en la pista.
Odín enviaba a sus hijos pronto porque sabía que los Pegasos tardarían en llegar a su destino, y una de las normas del castillo era que tenían que estar un día antes de que empezaran las clases. Por eso se iban con dos días de antelación.

AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora