Chapter 43: Under the protective sun

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El sol brillaba intensamente sobre la playa, mientras el sonido de las olas creaba una atmósfera de paz que envolvía a la familia. Ymir ya conocía la playa, pero esta era la primera vez que traían a sus hijas, y la emoción en sus pequeños rostros era evidente. Shinji había planeado esta salida para darle a sus hijas un día especial y a Ymir un descanso necesario de la rutina diaria.

Las niñas corrieron hacia el agua, sus risas resonando en el aire. Rosa y Mari, las mayores, chapoteaban cerca de la orilla bajo la atenta mirada de Shinji, que las ayudaba a sostenerse cuando las olas llegaban. Ymir, por su parte, estaba sentada en la arena junto a Mari, la tía, cuidando a la pequeña Sina, que aún era demasiado pequeña para unirse a sus hermanas en el agua.

-Están tan felices -comentó Mari, sonriendo mientras observaba a las niñas jugar-. Es un día perfecto.

Ymir asintió, pero su mente estaba en otro lugar. Aunque la playa era un lugar de paz para ella, no podía evitar sentirse un poco ansiosa. Había algo en el aire, una sensación que no podía explicar. Aun así, intentó relajarse y disfrutar del día.

-Voy a comprar helados para todas -dijo Ymir, levantándose con cuidado para no despertar a Sina, que se había quedado dormida en su regazo.

Mari asintió y se ofreció a cuidar a la pequeña mientras Ymir se dirigía hacia el puesto de helados. El paseo le permitió despejar su mente, concentrándose en el sonido del mar y en la sensación de la arena bajo sus pies.

Cuando llegó al puesto de helados, pidió tres helados, uno para ella, otro para Mari y otro para Sina. Mientras esperaba que el vendedor los preparara, un joven se acercó a ella. La forma en que la miraba la hizo sentir incómoda al instante.

-Hola, preciosa. ¿Primera vez en la playa? -le preguntó, inclinándose un poco hacia ella con una sonrisa que no le gustó nada.

Ymir intentó ignorarlo, pero el hombre insistió.

-¿Qué tal si te invito algo para beber? -dijo, acercándose un poco más.

Ymir sintió un escalofrío. No quería hablar con él, pero tampoco quería ser grosera. Sin embargo, cuando el hombre intentó colocar una mano en su brazo, ella retrocedió instintivamente.

-No, gracias -respondió, con la esperanza de que se diera por vencido.

Pero el hombre no lo hizo. Su mano bajó hasta rozar la piel expuesta por el bikini de Ymir, acariciando su costado de manera atrevida. Ymir se quedó congelada, incapaz de moverse. Su mente se llenó de imágenes de su pasado, de los momentos en los que había sido tratada como un objeto, y la angustia comenzó a invadirla.

La mano del hombre siguió su camino, deslizándose por la cadera de Ymir, mientras ella se encontraba atrapada en un torbellino de emociones. En su mente, las imágenes se distorsionaban, y se vio a sí misma rodeada de hombres, vulnerable y desamparada, como en los peores momentos de su pasado. Sentía que el aire le faltaba, su respiración se volvía entrecortada, y su corazón latía con fuerza en su pecho.

En medio de esa oscuridad, la presencia de Shinji apareció como un faro de luz. Él llegó a su lado en silencio, pero su aura protectora se sintió de inmediato. Con una calma aparente que ocultaba su furia, Shinji colocó una mano firme en la espalda de Ymir, acercándola hacia él. Luego, en un gesto que mezclaba posesión y cuidado, deslizó su otra mano bajo el bikini de Ymir, acariciando su cadera con una suavidad que contrastaba profundamente con la invasión que ella acababa de experimentar.

-¿Hay algún problema? -preguntó Shinji, su voz baja pero cargada de una advertencia clara.

El hombre se quedó paralizado al ver la expresión de Shinji, comprendiendo de inmediato que había cruzado una línea peligrosa. Con un gesto nervioso, levantó las manos en señal de rendición y retrocedió.

-No, nada en absoluto. No quería molestar. Disculpen -dijo rápidamente antes de alejarse con prisa, sin atreverse a mirar atrás.

Ymir dejó escapar un suspiro tembloroso, apoyándose en Shinji mientras él la abrazaba con fuerza. Sentía el calor de su cuerpo, su olor familiar, y eso la ancló de nuevo a la realidad. Aunque todavía sentía un nudo en el estómago, saber que Shinji estaba allí para protegerla la hizo sentir más segura.

-Siempre estoy aquí para ti, Ymir. Nadie te hará daño mientras esté contigo -le susurró Shinji al oído, su voz llena de promesas que ella sabía que él cumpliría.

Ymir cerró los ojos y respiró profundamente, permitiendo que la calma volviera a su interior. Shinji permaneció a su lado, su presencia constante recordándole que ya no estaba sola. Después de unos momentos, Ymir logró sonreírle a Shinji, aunque sus manos aún temblaban un poco.

-Gracias... -susurró, su voz apenas un murmullo.

Shinji le acarició el cabello con ternura antes de besar su frente.

-Vamos, las niñas están esperando por sus helados.

Ymir asintió, y juntos tomaron los helados para regresar al lugar donde Mari y Sina las esperaban. Cuando llegaron, Mari notó algo extraño en el rostro de Ymir, pero decidió no preguntar. Solo les sonrió y agradeció el helado que Ymir le entregó.

El resto del día transcurrió con más tranquilidad. Rosa y Mari seguían jugando en el agua, mientras Shinji y Ymir se sentaban juntos en la arena, observando a sus hijas y disfrutando del simple placer de estarjuntos. Ymir se apoyó en el hombro de Shinji, aún sintiendo la protección y el amor que él le ofrecía. Cada vez que miraba a sus hijas reír y jugar, el malestar que había sentido se desvanecía un poco más, reemplazado por una calidez que solo la presencia de su familia podía brindarle.

A medida que el sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa, Ymir se dio cuenta de lo afortunada que era. Su vida, que alguna vez había estado llena de oscuridad y dolor, ahora estaba colmada de luz y amor. Shinji la había salvado una vez más, no solo del hombre en la playa, sino de los fantasmas de su pasado que a veces intentaban reclamarla.

-Te amo, Shinji -dijo en voz baja, pero con una sinceridad profunda que resonó en su corazón.

Shinji la miró y sonrió, apretando su mano con suavidad.

-Y yo a ti, Ymir. Siempre lo haré.

Y así, con la brisa marina acariciando sus rostros y el sonido de las olas como fondo, la familia disfrutó del final de su día en la playa, más unidos que nunca. Aunque el incidente había sido perturbador, también les recordó lo que era verdaderamente importante: el amor y la protección que se brindaban mutuamente. Y con eso en mente, Ymir supo que, sin importar lo que el futuro les deparara, lo enfrentarían juntos, como siempre lo habían hecho.

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