Capítulo 54: Padre e hijas

7 3 0
                                    

Shinji regresó a casa tras un largo día en el café que administraba, agotado pero ansioso por ver a su familia. Apenas había cruzado el umbral de la puerta cuando fue recibido por un torbellino de energía y risas. Tres pequeñas figuras se lanzaron hacia él, competían por ver quién llegaba primero.

María, de doce años, llegó primera, seguida de cerca por Rosa, de diez, y la pequeña Sina, de ocho. Las tres lo rodearon, cada una intentando captar su atención.

—¡Papá, por fin estás aquí! —exclamó María, abrazándolo fuerte.

—¡Te extrañamos mucho! —añadió Rosa, tirando de su mano.

—¿Puedo contarte lo que hicimos hoy, papá? —preguntó Sina, mirándolo con ojos brillantes, llenos de entusiasmo.

Shinji sonrió, arrodillándose para abrazarlas a todas al mismo tiempo. A pesar del cansancio, la alegría de sus hijas lo renovaba.

—Yo también las extrañé mucho —dijo mientras besaba a cada una en la cabeza—. Ahora, cuéntenme todo, ¿qué hicieron hoy?

—¡Preparamos una obra de teatro para ti! —dijo María con orgullo, señalando hacia la sala.

—Sí, te va a encantar —dijo Rosa, tirando suavemente de su brazo para llevarlo hasta allí.

Sina, la más pequeña, no soltaba su mano, disfrutando de la cercanía de su padre.

Ymir observaba desde la cocina, una sonrisa suave en sus labios. Ver a Shinji tan involucrado con las niñas le llenaba de una calidez especial. En su interior, pensaba en cómo su vida había cambiado desde que lo había conocido. Recordó su pasado, uno donde nunca tuvo la oportunidad de conocer a su padre ni a su madre. Perdió a ambos antes de poder entender lo que significaba tener una familia, y ahora, viendo a sus hijas tan unidas a su padre, sentía una mezcla de felicidad y melancolía. Shinji era todo lo que ella nunca tuvo: un pilar sólido y amoroso.

—Vamos, papá —dijo María, guiando a Shinji a la sala, donde habían montado un pequeño escenario improvisado con sábanas y cojines.

—Yo seré la princesa —anunció Rosa mientras se ponía una corona hecha de papel.

—Y yo seré la reina —dijo Sina, agarrando una muñeca que usaba como cetro.

María, siempre la más organizada, comenzó a repartir los roles mientras Shinji se acomodaba en el sofá. Habían trabajado duro en esta obra, y la emoción brillaba en sus ojos.

—¡Y tú serás el rey! —dijo María, entregándole a Shinji un pequeño sombrero de papel.

—Me parece perfecto —respondió Shinji, poniéndose el sombrero con una sonrisa.

La obra comenzó, y rápidamente se convirtió en una mezcla de cuentos de hadas e historias que se inventaban sobre la marcha. Las niñas se turnaban para ser rescatadas por el "rey", y cada una interpretaba su papel con una pasión contagiosa.

—¡Y entonces, el rey salvó a la princesa del dragón malvado! —gritó Rosa, mientras fingía una batalla épica con una almohada.

—¡Y la reina lo ayudó a derrotarlo! —añadió Sina, corriendo para unirse a la acción.

María dirigía la historia con la seguridad de alguien que sabía que estaba haciendo algo especial. Al final, la obra concluyó con todos viviendo felices para siempre en un gran castillo.

—Y todos vivieron felices para siempre —declaró María, haciendo una reverencia hacia su público.

Shinji y Ymir aplaudieron, las risas llenando la sala. Las niñas corrieron hacia ellos, buscando la aprobación que sabían que recibirían.

—Eso fue increíble, chicas. Estoy muy orgulloso de ustedes —dijo Shinji, abrazándolas de nuevo.

—¿Lo dices en serio, papá? —preguntó Sina, con una sonrisa tímida.

—Por supuesto, fue la mejor obra que he visto —aseguró Shinji, dándole un beso en la frente.

Ymir acarició la cabeza de María, observando cómo cada una de sus hijas buscaba la cercanía y el cariño de su padre. Era un lazo que ella nunca había experimentado en su propia infancia, y eso la hacía valorar aún más lo que tenían.

Después de la obra, la familia se acomodó en la sala, disfrutando de la calma de la tarde. Las niñas charlaban animadamente, planeando su próxima aventura, siempre con Shinji en mente. Ymir observaba la escena con una mezcla de paz y reflexión. En su vida pasada, había conocido la soledad, la falta de un padre y una madre que la guiaran, pero ahora, en esta nueva vida, había encontrado un lugar donde por fin podía experimentar lo que siempre había anhelado.

Más tarde, cuando las niñas se fueron a dormir, Shinji y Ymir se quedaron un rato en la sala, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Ymir apoyó su cabeza en el hombro de Shinji, y él la rodeó con su brazo, sintiendo una profunda gratitud por la vida que habían construido juntos.

—¿Sabes? —dijo Ymir en voz baja—. Las niñas realmente te adoran.

Shinji sonrió, besando suavemente la cabeza de Ymir. —Y yo a ellas. No podría imaginar mi vida sin ustedes.

Ymir asintió, cerrando los ojos mientras disfrutaba de ese momento de paz. Había llegado tan lejos, y ahora tenía lo que más necesitaba: una familia unida, llena de amor, algo que le fue negado en su pasado, pero que ahora le llenaba el corazón.

Un Nuevo Comienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora