Capítulo 53:Una cena en familia

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La tarde se estaba volviendo cálida en la casa de Shinji e Ymir. Afuera, el sol brillaba suavemente, y dentro de la sala, las risas de tres niñas resonaban alegremente mientras jugaban con su madre. Ymir estaba sentada en el suelo, rodeada por María, Rosa y Sina, quienes intentaban atrapar las pequeñas bolitas de papel que ella lanzaba al aire.

-¡Atrápala, mamá! -gritó Rosa, lanzando una bolita de papel directo hacia Ymir, quien fingió esquivar el golpe con una risa.

-¡Esa estuvo cerca! -respondió Ymir, sonriendo ampliamente mientras lanzaba otra bolita hacia María, la mayor.

Las tres niñas se abalanzaron sobre Ymir, tratando de atraparla entre risas y juegos. Ymir, aunque al principio se defendía, pronto se dejó caer al suelo, permitiendo que las niñas la cubrieran de besos y abrazos. Era un juego que repetían a menudo, una especie de tradición no oficial que las unía aún más.

-Mamá, ¿cuándo llegará papá? -preguntó Sina, la más pequeña, mientras se acurrucaba en el regazo de Ymir.

-Pronto, cariño. Estoy segura de que no tardará en llegar -respondió Ymir, acariciando suavemente el cabello de Sina.

Justo en ese momento, la puerta principal se abrió y Shinji entró, luciendo un poco cansado, pero con una sonrisa en el rostro al ver la escena que lo recibía. Las niñas, al escuchar el sonido de la puerta, giraron sus cabezas y corrieron hacia él, dejándose llevar por la emoción de su llegada.

-¡Papá! -gritaron al unísono mientras lo abrazaban con fuerza.

Shinji soltó una risa cálida y abrazó a sus hijas con la misma intensidad, dándoles besos en la cabeza a cada una. Ymir se levantó del suelo, sonriendo mientras observaba la cercanía entre Shinji y las niñas. Había algo tan reconfortante en verlos juntos, algo que siempre le recordaba lo afortunada que era de haber encontrado esta nueva vida llena de amor y felicidad.

-Bienvenido a casa, Shinji -dijo Ymir, acercándose para darle un beso suave en los labios.

-Gracias, Ymir. Es bueno estar de vuelta -respondió Shinji, con un suspiro de satisfacción mientras sus hijas se aferraban a sus piernas.

-Papá, ¿trajiste una sorpresa? -preguntó María, con sus ojos brillando de anticipación.

-¡Sí, una sorpresa! -añadió Rosa, saltando de emoción.

Shinji sonrió misteriosamente y miró a Ymir, quien también parecía curiosa. -De hecho, sí. ¿Qué les parece si vamos a comer hamburguesas esta noche?

Las niñas gritaron de alegría, brincando alrededor de su padre mientras intentaban arrastrarlo hacia la puerta. Ymir rio suavemente ante la escena y asintió con la cabeza, dándole su aprobación a la idea.

-Parece que no tenemos otra opción, Shinji. Las chicas ya están decididas -dijo Ymir, divertida.

-Entonces, no perdamos más tiempo. ¡Vamos! -respondió Shinji, con una sonrisa en el rostro.

En cuestión de minutos, la familia estaba en el coche, dirigiéndose al restaurante de hamburguesas favorito de las niñas. Durante el trayecto, las pequeñas no pararon de hablar, llenando el coche con sus voces emocionadas mientras le contaban a su padre sobre su día y el juego que habían compartido con Ymir.

Al llegar al restaurante, las niñas prácticamente saltaron del coche, corriendo hacia la entrada con Ymir y Shinji siguiéndolas de cerca. Escogieron una mesa junto a la ventana, y las niñas se apresuraron a sentarse, dejando un lugar de honor para su padre.

-Yo quiero una hamburguesa con mucho queso, papá -dijo María, sentada a su lado y agarrando la carta con decisión.

-Y yo quiero una con extra pepinillos -añadió Rosa, sentándose al otro lado de Shinji.

Sina, sin perder tiempo, trepó al regazo de su padre, mirándolo con ojos brillantes. -Yo quiero la tuya, papá. Porque siempre sabe mejor cuando tú la comes.

Shinji rio suavemente y acarició la cabeza de Sina. -Está bien, pediremos una grande para compartir, ¿qué te parece?

-¡Sí! -gritó Sina, abrazando a su padre con fuerza.

Ymir, que se había sentado frente a ellos, observaba la escena con ternura. Las niñas estaban tan unidas a Shinji, cada una mostrando su afecto a su manera. Era evidente cuánto lo admiraban y lo querían, algo que hacía que Ymir sintiera un profundo agradecimiento por la vida que habían construido juntos.

El camarero se acercó para tomar su orden, y pronto, la mesa se llenó de hamburguesas, papas fritas y refrescos. Cada una de las niñas tenía su propia hamburguesa, pero, como era de esperarse, todas terminaron probando un poco de la de Shinji. Sina, aún en su regazo, se encargó de darle mordidas pequeñas a la hamburguesa de su padre, mientras las otras dos compartían sus papas fritas con él.

-Recuerden, niñas, tienen que comer toda su hamburguesa -dijo Shinji, sonriendo mientras observaba cómo disfrutaban de su comida-. No quiero ver ni una migaja en el plato.

-Sí, papá -respondieron las tres al unísono, mientras se concentraban en terminar sus hamburguesas.

Sina, con su pequeño apetito, tardó un poco más, pero Shinji la animó suavemente, ayudándola a tomar los bocados más grandes. Mientras tanto, Ymir disfrutaba de su propia comida, observando con ternura la dedicación de Shinji hacia sus hijas.

-Papá, ¿puedes ponerme más kétchup? -pidió Rosa, acercando su plato a Shinji.

-Y a mí también, papá -añadió María, extendiendo la mano para tomar una papa frita de su plato.

Shinji, siempre paciente y con una sonrisa en el rostro, se encargó de atender cada una de las peticiones de sus hijas, disfrutando del caos organizado que se desarrollaba a su alrededor.

Ymir no podía evitar sonreír al ver a Shinji tan involucrado en todo lo que hacían las niñas. A pesar del ruido y las risas, había un sentido de paz y unidad que envolvía a la familia. Para ella, estos eran los momentos que realmente importaban, los pequeños instantes que conformaban una vida llena de amor.

Después de que las niñas terminaron de comer, Shinji y Ymir se quedaron un rato más en la mesa, charlando mientras las pequeñas jugaban con las servilletas y los restos de comida. Sina, que se había acurrucado más en el regazo de su padre, bostezó, dejando claro que estaba lista para dormir.

-Creo que es hora de irnos a casa -dijo Ymir, sonriendo al ver los ojos de Sina cerrándose lentamente.

-Sí, parece que alguien ya tuvo suficiente por hoy -respondió Shinji, acariciando la cabeza de su hija.

María y Rosa se levantaron de sus asientos, ayudando a recoger sus cosas mientras Shinji pagaba la cuenta. Cuando finalmente salieron del restaurante, la noche ya había caído, y las luces de la ciudad brillaban suavemente a su alrededor.

De camino a casa, las niñas se acurrucaron juntas en el asiento trasero del coche, hablando en voz baja sobre lo bien que la habían pasado. Shinji y Ymir, sentados al frente, se tomaron de la mano, disfrutando del silencio cómodo que se había asentado entre ellos.

-Gracias por esto -dijo Ymir suavemente, mirándolo con una expresión de afecto profundo-. A veces, estos momentos simples son los más especiales.

-No hay de qué -respondió Shinji, apretando su mano-. Lo hago por ustedes. No podría pedir nada más.

Cuando finalmente llegaron a casa, las niñas ya estaban medio dormidas. Shinji las cargó una por una hasta sus camas, asegurándose de que estuvieran cómodas y abrigadas antes de cerrar la puerta suavemente. Luego, se dirigió a la sala donde Ymir lo esperaba, sentada en el sofá, con una expresión de satisfacción tranquila en su rostro.

-Hoy fue un buen día -dijo Shinji, sentándose a su lado.

-Sí, lo fue -asintió Ymir, recostándose contra su hombro-. Y días como este me hacen darme cuenta de lo afortunados que somos.

Shinji envolvió su brazo alrededor de Ymir, disfrutando de la calma que había traído la noche. Las niñas, tan llenas de vida y energía, eran la prueba viva de la felicidad que habían encontrado juntos. Y mientras las observaba en sus momentos más pequeños y cotidianos, Shinji se dio cuenta de que no podría imaginar su vida de otra manera.

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