Capítulo48: Un Día de Picnic en Familia

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El sol de la mañana se filtraba suavemente a través de las cortinas de la cocina, llenando la habitación con una luz cálida y dorada. Ymir, con una sonrisa tranquila, cortaba rodajas de manzana mientras Shinji, a su lado, se concentraba en preparar unos sándwiches cuidadosamente alineados en la encimera. Las niñas, llenas de energía, corrían de un lado a otro, emocionadas por el plan del día. María y Rosa discutían amigablemente sobre qué juguetes llevar, mientras que la pequeña Sina balbuceaba alegremente desde su silla alta, siguiendo con la mirada todo el movimiento a su alrededor.

—Voy a llevar mi libro de cuentos —declaró Rosa, con su voz infantil llena de determinación.

María, sin perder el ritmo, respondió rápidamente:

—Yo llevaré mi muñeca favorita.

Ymir observó la interacción con ternura, recordando cómo cada pequeño detalle de su vida había cambiado desde que estaba con ellos. Este tipo de mañanas, llenas de risas y pequeñas complicaciones, eran las que más atesoraba.

Shinji, notando su mirada, le sonrió.

—¿Lista para un día de descanso? —preguntó, mientras cerraba la tapa de la cesta de picnic.

Ymir asintió, pero luego, con un toque de nostalgia en su voz, respondió:

—Siempre disfruto de estos días, especialmente cuando estamos todos juntos. Me hace sentir en paz.

Shinji, comprendiendo la profundidad de sus palabras, se acercó y le dio un suave beso en la frente.

—Nos lo merecemos —murmuró, sus ojos reflejando el mismo sentimiento de tranquilidad que ambos compartían.

Con todo empacado y las niñas listas, la familia se dirigió al coche. El viaje hacia el campo estaba envuelto en una atmósfera de anticipación, con las niñas mirando por las ventanas, señalando cada cosa que les llamaba la atención. El paisaje cambiaba lentamente de la ciudad al campo, con árboles altos y campos verdes extendiéndose bajo un cielo azul brillante.

Al llegar al parque, Shinji e Ymir buscaron un lugar ideal para el picnic. Encontraron una pequeña loma cerca de un río, donde la brisa era suave y el sonido del agua corría en segundo plano, proporcionando una sensación de calma inmediata. Extendieron una gran manta sobre la hierba, y las niñas rápidamente se dispusieron a explorar los alrededores, sus risas llenando el aire.

Ymir ayudó a Sina a sentarse sobre la manta, dándole pequeños trozos de fruta mientras las otras niñas se acomodaban alrededor. Shinji sirvió jugo y, por un momento, todos se sumieron en el placer simple de disfrutar la comida al aire libre. Las conversaciones fueron ligeras y llenas de risas, y Shinji e Ymir compartieron miradas cómplices, disfrutando de la calma que solo un día así podía brindar.

Después de comer, Shinji sacó una pelota, y pronto todos estaban corriendo y jugando en la hierba. María y Rosa intentaban mantener el ritmo de su padre, mientras Ymir, desde la manta, los observaba con una sonrisa satisfecha. No tardó mucho en unirse a ellos, participando en el juego y trayendo aún más alegría al momento.

Con el sol comenzando a descender, y las niñas agotadas después de tanto correr, decidieron descansar un poco sobre la manta. María y Rosa se recostaron, mirando al cielo, mientras Sina se quedó dormida en los brazos de Ymir. Shinji e Ymir aprovecharon ese instante para sentarse juntos, en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro.

Ymir, con un suspiro lleno de satisfacción, rompió el silencio:

—Estos son los momentos que más valoro. Me hacen sentir completa, como si todo lo que he pasado valiera la pena por estar aquí, ahora, con ustedes.

Shinji la miró, su expresión suave y comprensiva.

—Hemos recorrido un largo camino, Ymir. Y lo que tenemos ahora... esto es lo que siempre quise, una familia, tranquilidad. Estoy feliz de que lo hayamos encontrado juntos.

Ymir asintió, sus ojos brillando con emoción contenida.

—Nunca pensé que podría tener algo así. Pero tú... tú me diste este hogar, esta paz. Me has enseñado lo que significa realmente relajarse —hizo una pausa, sus pensamientos vagando un poco, antes de agregar en voz baja—. Relajarme contigo... es cuando más siento que estoy viva.

Shinji le sonrió y le dio un suave apretón en la mano, expresando sin palabras lo que ambos sentían. La tarde continuó tranquila, con las niñas jugando cerca, mientras ellos dos disfrutaban de la compañía del otro, rodeados por la naturaleza.

Con el sol bajando lentamente en el horizonte, comenzaron a recoger sus cosas, sabiendo que era hora de regresar a casa. Las niñas, visiblemente cansadas, ayudaron lo mejor que pudieron, pero pronto cayeron rendidas en el coche, durmiéndose antes de que el vehículo se pusiera en marcha.

De regreso en casa, con las niñas ya en sus camas, Ymir y Shinji se tomaron un momento para relajarse en la sala de estar. La quietud de la casa, después de un día tan lleno de risas y actividades, les brindó una sensación de paz. Se recostaron en el sofá, Ymir apoyando su cabeza en el hombro de Shinji, mientras él pasaba un brazo alrededor de ella.

—Fue un buen día —murmuró Ymir, cerrando los ojos y dejando que el cansancio la envolviera.

—Lo fue —respondió Shinji, su voz también adormilada—. Y habrá muchos más así.

Con esa promesa tácita, ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la calidez del otro y de la satisfacción que solo un día tan perfecto podría traer.

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