Capítulo 35: Los Primeros Días

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El amanecer en el campo traía consigo una calma especial. Los primeros rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, llenando la habitación con una suave luz dorada. La casa en la que vivían Shinji e Ymir, situada en un rincón apartado del mundo, estaba llena de una tranquilidad que solo se encontraba lejos de la civilización. En el interior, el sonido más notable era el suave respirar de su hija, María, dormida en los brazos de su madre.

Shinji estaba en la cocina, preparando el desayuno. Había aprendido a cocinar lo suficiente para hacer de esa pequeña rutina algo especial. El aroma del té recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el olor de las tostadas. De vez en cuando, Shinji echaba un vistazo hacia la sala de estar, donde Ymir estaba sentada en el sillón, meciendo a María para mantenerla dormida.

Mientras Ymir observaba a su hija, su mente se llenaba de pensamientos. Había experimentado mucho dolor y lucha en su vida, pero esos momentos parecían difuminarse ante la visión de su hija en sus brazos. María no era un símbolo de castigo o esclavitud, sino la representación del amor y la libertad que finalmente había encontrado con Shinji. Era difícil para Ymir comprender completamente cómo había llegado a este punto, pero cada vez que miraba a María, sentía que todo había valido la pena.

Después del desayuno, mientras Shinji estaba ocupado en la cocina, un sonido de motor rompió la serenidad del lugar. Un auto se detuvo frente a la casa, y al mirar por la ventana, Shinji vio a su viejo amigo Kaworu saliendo del vehículo. Shinji sonrió, contento de ver a su amigo, y se apresuró a abrir la puerta.

—¡Kaworu! —exclamó Shinji, acercándose para recibirlo.

—Shinji, cuánto tiempo —respondió Kaworu con su habitual sonrisa tranquila. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y nostalgia al ver a su amigo en este nuevo capítulo de su vida.

Shinji le hizo un gesto para que entrara, y juntos caminaron hacia la sala de estar, donde Ymir estaba acunando a María.

—Ymir, mira quién ha venido a visitarnos —dijo Shinji, su voz suave y llena de emoción.

Ymir levantó la vista y sonrió al ver a Kaworu, quien se acercó con pasos tranquilos.

—Es un placer conocerte finalmente, María —dijo Kaworu, inclinándose ligeramente hacia la bebé, que continuaba dormida plácidamente.

—Es un placer tenerte aquí, Kaworu —respondió Ymir, con una sonrisa cálida.

Kaworu sacó una pequeña caja de regalo y la entregó a Shinji. Dentro, había una llave de auto.

—Esto es para ti, Shinji —dijo Kaworu, con una chispa de picardía en sus ojos—. Creo que te será útil en el futuro.

Shinji levantó la ceja, un poco confundido, y luego se asomó por la ventana para ver un lujoso SUV Lamborghini Urus estacionado fuera de la casa. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¿Kaworu, esto es en serio? —preguntó Shinji, casi sin palabras.

—Sí, lo es —respondió Kaworu—. Tu familia está creciendo, y sé que lo que ahora parece un pequeño gesto, será necesario más adelante. Considera esto como una inversión para el futuro.

Shinji tomó la llave, sintiendo un peso inesperado de responsabilidad, pero también una cálida sensación de agradecimiento.

—Gracias, Kaworu. Realmente no sé qué decir —dijo Shinji, mirando a su amigo.

Kaworu sonrió, colocando una mano en el hombro de Shinji.

—No tienes que decir nada. Solo vive tu vida, cuida de Ymir y de María. Todo lo demás vendrá en su momento —dijo Kaworu, con una seguridad que parecía provenir de una profunda comprensión de la vida.

La tarde transcurrió tranquilamente, con conversaciones ligeras y risas compartidas entre amigos. Mientras Kaworu sostenía a María en sus brazos, Ymir y Shinji se dieron cuenta de lo afortunados que eran al tener personas tan importantes en sus vidas. María, aunque pequeña, ya estaba rodeada de amor y cuidado, algo que ambos padres valoraban profundamente.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, Kaworu se preparó para marcharse. Pero antes de irse, lanzó una última mirada a la casa, a Shinji, Ymir, y María, y sonrió.

—Recuerden, la vida está llena de sorpresas. Pero mientras estén juntos, podrán enfrentar cualquier cosa que venga. Cuídense, y cuiden de esta pequeña —dijo, señalando a María.

Shinji e Ymir se despidieron de Kaworu, agradeciendo una vez más por su inesperado regalo y su visita. Cuando el auto de Kaworu desapareció en la distancia, Shinji y Ymir se quedaron en la puerta, tomados de la mano, viendo cómo el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados.

De vuelta dentro de la casa, Ymir colocó a María en su cuna, observando cómo dormía plácidamente. Pensó en lo lejos que había llegado, en cómo esa pequeña vida que acunaba no era el resultado de un destino cruel, sino de un amor profundo y sincero. En silencio, agradeció por haber encontrado a Shinji y por la oportunidad de formar una familia con él.

Mientras la noche caía, Shinji y Ymir se recostaron en la cama, ambos llenos de esperanza y tranquilidad. La nueva etapa en sus vidas estaba apenas comenzando, y aunque el futuro era incierto, sabían que, con el amor y la fuerza que compartían, podían enfrentar cualquier cosa. Y con María a su lado, su familia estaba completa, lista para lo que el mañana pudiera traer.

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