Samuel me había pasado la dirección de su casa, pero antes decidí ir a hablar con Irina, la ayudante a domicilio de Simón. Ella era la única que tenía acceso a su vivienda.
— No agente, el señor Simón me dejaba por las noches las llaves de su casa bajo su felpudo. Así yo podía ir por la mañana temprano y entrar sin despertarlo —me explicaba ella mientras me ofrecía un poco de té.
— Pero estoy segura de que había alguien más que tuviera una copia o que supiera que te las dejaba allí debajo —miré hacia la parte rota de las llaves que conseguí sacar con el imán. Me la había guardado en el bolsillo.
— Que yo sepa nadie, solo Samuel iba temprano para regarle el jardín o plantarle alguna flor, cuando yo llegaba él ya estaba
allí — tomó un poco del té que contenía en su taza —pero tampoco lo veía entrar dentro de la casa.“Sí, Samuel le arreglaba el jardín, pero yo intento buscar a la persona que entró dentro”.
— Irina, muchas gracias por el té y por la información —sonreí levantándome del sofá de su casa.
— No es nada, espero que puedas encontrar a la persona que está haciendo todo esto —me despidió y sonrío triste hasta que me alejé de su casa.
Estaba preocupada porque Irina había mencionado a Samuel. El que dijera que lo vió arreglando el jardín, no lo hacía sospechoso, pero aún así quería quedarme tranquila de saber que él no tenía nada que ver con todo esto. Así que fui a casa de Simón para comprobar si las llaves seguían estando bajo el felpudo y así demostrarle a mi mente que Samuel estaba libre de sospecha.
Me acerqué a la puerta. Tanto mis manos como mis rodillas estaban temblando. Me puse frente al felpudo mirándolo fijamente. Solo tenía que destaparlo para añadir, por mucho que me doliera, a otra persona en mi lista de sospechosos.
Me agaché y lo agarré con ambas manos para destaparlo lentamente.
— Gracias —suspiré al ver las llaves de las que hablaba Irina. Samuel no las había cogido.
Quién matara a Simón, o bien tenía una copia de las llaves o agarró las del felpudo para entrar y después las volvió a dejar en su sitio. Y la noche anterior a su muerte, Samuel y yo cenamos con él. No vimos a nadie.
🔪🔪🔪🔪
Era la primera vez que iba a comer a su casa, y a medida que mis pasos se acercaban a la dirección que me había dado, sentía una mezcla de emoción y nervios.
Al doblar la esquina, vi la casa y me detuve un momento para observarla. Era una vivienda de dos plantas, rodeada por un pequeño jardín bien cuidado.
“A este chico le gusta la jardinería”.
Las paredes exteriores eran de un color blanco marfil, con algunas grietas discretas que le daban un aire acogedor y vivido.
Las ventanas, grandes y enmarcadas en madera oscura, estaban decoradas con macetas de geranios y otras plantas que no pude identificar. Me encantó ese toque de color y vida que daban las flores.
La puerta principal era de madera, con un pequeño ventanal en la parte superior, adornado con figuras diminutas que dejaba pasar la luz en tonos suaves.
Delante de la casa, un camino de piedra serpenteaba desde la acera hasta la entrada, bordeado por arbustos de lavanda que desprendían un aroma suave y relajante.
“No me quiero imaginar el vivir aquí en primavera, ¡con la alergia que tengo! ”.
La fachada tenía algo especial, algo que la hacía destacar entre las demás casas del pueblo. Tal vez era la combinación de detalles, el cuidado del jardín, o simplemente la sensación de calidez que emanaba del lugar.
Sentí que esa casa reflejaba parte de la personalidad de Samuel: detallista, pero sin pretensiones, y sobre todo, elegante.
Respiré hondo, tratando de calmar las mariposas en mi estómago, y subí los pocos escalones que llevaban a la puerta. Estaba a punto de tocar el timbre cuando la puerta se abrió, y ahí estaba él, sonriendo como siempre, haciendo que todos mis nervios se desvanecieran de golpe.
— Perdón, te ha escuchado acercarte y no paraba de ladrar —decía mirando a un pequeño perro salchicha de color negro que me miraba curioso y olisqueaba los zapatos.
— ¡Oh, pero que cosita tan bonita! —me agaché para acariciarlo pero no se dejó, empezó a gruñir.
“Vaya con el Doberman... Que simpático”.
— ¡Otto! —Le regañó echándolo a un lado — Perdón... Adelante —me dejó pasar.
Al cruzar el umbral, me envolvió una calidez inesperada, como si la casa misma me diera la bienvenida.
El recibidor era pequeño, pero acogedor, con paredes pintadas de un tono suave, entre crema y beige, que reflejaba la luz cálida de una lámpara de mesa que reposaba sobre un aparador de madera oscura.
Sobre este aparador, una colección de fotos enmarcadas capturaba aventuras vividas: playas, paisajes de montaña y alguna que otra imagen de Samuel cuando era más joven, rodeado de sonrisas. Pero ninguna con sus padres. Eso me entristeció.
El suelo estaba cubierto por un parquet de madera clara que crujía ligeramente bajo mis pies.
A mi derecha, un arco amplio daba paso al salón. Era un espacio amplio, con un gran ventanal que dejaba entrar la luz de la mañana.
Unos sofás de tela, en tonos neutros, estaban colocados en forma de U alrededor de una mesa de centro, que sostenía un par de revistas y un jarrón con flores frescas.
Las paredes del salón estaban decoradas con cuadros de paisajes, de esos que uno podría mirar durante horas, y una estantería repleta de libros, donde se veía el gran amor que tenía Samuel por la lectura.
La cocina estaba a la izquierda del salón , los aromas de la comida casera ya empezaban a llenar el ambiente. Era una cocina amplia, con encimeras de granito gris oscuro y gabinetes de madera clara. Todo estaba perfectamente ordenado, cada utensilio en su lugar, pero sin dar la impresión de ser un espacio intocable; al contrario, la cocina invitaba a ser usada, a ser el corazón de la casa.
Samuel me sonrió y me guió hacia el salón, donde me invitó a sentarme. Mientras lo hacía, no pude evitar sentir tristeza por el pasado de aquel hombre. Su decoración mostraba el hecho de que siempre estuvo solo, sin un amor paternal que todo hijo debería tener.
Al sentarse a mi lado, aproveché el momento para echarme junto a él y entrelazar su mano con la mía.
Un gesto de amor y cariño puede cambiar la vida de una persona.
“¿Podría llenarle ese vacío?”
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📖 𝐄𝐥 𝐔𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 📖
Mystery / ThrillerEn el pintoresco pueblo de Snow Valley, los amantes de la literatura se reúnen cada semana en la acogedora biblioteca local para discutir sus libros favoritos. Pero cuando uno de sus miembros es encontrado muerto en extrañas circunstancias, el tono...