Capítulo 27

7 5 0
                                    

Pasé con el coche frenando para poder asimilar lo que veían mis ojos.

La biblioteca estaba cerrada con cinta policial y en la puerta había velas, flores y cuadros de los fallecidos. Un tumulto de gente estaba enfrente, dejando pequeños recuerdos a aquellas personas. Algunos lloraban y otros murmuraban entre ellos. El corazón se me encogió al ver esa escena.

Aparqué a una distancia prudencial de la zona y observé aquella situación con lágrimas en mis ojos.

"Me he enamorado de un asesino".

Con cuidado me acerqué al cúmulo de personas y visualicé de más cerca las fotografías de los fallecidos.

Simón con su sonrisa peculiar, los anillos de prometidos de Michael y Anastasia, un libro en el que ponía el nombre de Taylor...

Me agaché disimuladamente para ver mejor aquel libro, no era un libro cualquiera, era un diario. Lo agarré y me lo metí disimuladamente debajo de mi chaqueta.

Alcé la vista hacia la biblioteca, cerrada con cinta policial. Empecé a caminar rodeándola mientras pensaba en Samuel. ¿Cómo había estado tan ciega?

Recordé que el perro le ladró a una parte de la pared. ¿Y si realmente había algo en aquella pared? Busqué la zona desde fuera y di con una puerta en la parte trasera de la biblioteca. En ese mismo instante me vino a la mente aquel día que vi a Samuel salir precisamente desde este mismo lugar.

La puerta era negra y a su lado había una maceta enorme, con una pequeña palmera en crecimiento.

"Cuando era pequeño siempre perdía las llaves de casa..."

La imagen de Samuel me apareció en mi pensamiento mientras observaba aquella puerta.

"Y para que mis padres no volvieran a pegarme por perderlas, las escondía en una maceta al lado de la puerta, ahí siempre las encontraba".

— ¿Me estabas dando una pista? —me acerqué a la maceta y rebusqué entre la tierra. Al cabo de unos segundos, encontré la llave — Dios mío...

La observé con detenimiento, sentía como mi corazón iba a mil por hora. Caminé hasta la puerta cerrada e introduje la llave. Entraba perfectamente. Esto solo podía ser una pesadilla.

🔪🔪🔪🔪

Entré en la pequeña habitación insonorizada, y el silencio me golpeó de inmediato. La puerta se cerró con un suave pero definitivo clic detrás de mí, y el ruido del mundo exterior desapareció por completo. El aire se sentía espeso, casi cargado, como si cada respiración resonara solo dentro de mi pecho. Las paredes, cubiertas con paneles de espuma gris, parecían tragarse todo el sonido, aislándome de cualquier distracción.

Frente a mí, varias pantallas de ordenador proyectaban una luz tenue, que contrastaba con la oscuridad de la habitación. Las miré, sin tocar nada todavía. En cada una de ellas, gráficos, tablas y textos en distintos colores, como si alguien hubiera pasado horas analizando y diseccionando cada detalle. Mi atención se desvió entonces a la mesa, donde reposaban varios libros abiertos. Reconocí las cubiertas al instante: "Romeo y Julieta", "El cantar de mio Cid", y "Cumbres borrascosas". Todos subrayados con meticulosidad, pero no por las frases románticas o los pasajes poéticos que uno esperaría. No. Eran las partes de muerte, de asesinato. Fragmentos que detallaban traiciones, venganzas, violencia, todos marcados con tinta oscura.

Me quedé mirando uno de los libros, la piel de la nuca erizándose. Podía imaginar a Samuel estudiando cada una de esas líneas, leyéndolas con calma, subrayando cada palabra como si fueran claves de algo más profundo.

Todo en la habitación tenía un aire extraño, frío. Sentí el peso del silencio como una presencia, como si las paredes mismas estuvieran observando.

La habitación no era solo un lugar para grabar, era un espacio de estudio meticuloso, casi obsesivo.

Di un paso hacia las pantallas, sintiendo que, de alguna manera, cada palabra subrayada, cada análisis en esas pantallas, escondía algo más oscuro de lo que podía imaginar.

Di un paso más hacia la mesa, mis ojos aún fijos en las pantallas y en los libros abiertos, cuando mi pie chocó con algo blando. Un ruido suave, casi imperceptible, rompió el silencio. Bajé la vista y allí, en una pequeña cama en el suelo, estaba Otto. El pequeño alzó la cabeza y me miró con ojos oscuros, parpadeando lentamente, como si mi presencia no lo sorprendiera en absoluto.

Me agaché un poco, este pequeño rincón no era solo una sala de grabaciones, como había supuesto al entrar. Mientras miraba al perro, la sensación de inquietud comenzó a crecer.

Otto bostezó, ajeno a la tensión que comenzaba a invadirme, y de repente lo vi todo con claridad. Este espacio no era un simple estudio, ni un lugar de trabajo cualquiera. Era el escondite de Samuel. El lugar donde planeaba sus asesinatos, donde diseccionaba cada detalle de su próxima víctima como si estuviera escribiendo una obra de teatro, trazando cada acto violento con la frialdad de quien conoce bien su oficio.

Los pasajes subrayados no eran casualidades, ni simples gustos literarios. Eran un manual, una inspiración meticulosamente seleccionada. La muerte de "Romeo y Julieta", las traiciones en el "Cantar de mio Cid", los amores destructivos en "Cumbres borrascosas"... Samuel había tomado cada uno de esos textos y los había convertido en una especie de guión personal.

Me estremecí. Todo cobraba sentido, desde la frialdad del ambiente hasta la presencia tranquila de Otto, como si para el perro, este fuera solo otro día más en la oscura rutina de su dueño.

Retrocedí un poco, ahora lo sabía con certeza: estaba en el lugar donde Samuel trazaba cada uno de sus asesinatos.

🔪🔪🔪🔪

Antes de tocar nada abrí el diario de Taylor y busqué lo último que escribió. Quería saber qué era lo que sentía o los planes de aquella chica la noche en la que desapareció.

3 de noviembre:

Llevo mucho tiempo esperando este momento, por fin Samuel se ha fijado en mí y ha decidió invitarme a cenar. Hoy hemos hablado mucho más que los otros días y menos mal, porque no aguanto los debates absurdos de esta gente. De vez en cuando intercanbiabamos miradas y me sonreía de forma direfente a las demás. Estoy segura de que esta noche me besará. Por fin he encontrado a alguien que me aprecia de verdad.

Leí los últimos pensamientos de Taylor y eso me dolió. Samuel le había hecho ilusiones para poder matarla. Sabía que ella iba detrás suya y aprovechó la ocasión. No puedo creer porqué he estado tan ciega.

Me agaché al lado de la cama de Otto, apoyando mi espalda en la pared. El perro se acercó a mí lentamente y se tumbó poniendo su hocico sobre mi zapato. Como si él también se sintiera traicionado. Lo miré y comencé a llorar como una niña pequeña a la que le falta el cariño de su mamá. Me sentía destrozada, traicionada y engañada.

¿Cómo es posible el que el ser humano sea tan cruel?

 📖 𝐄𝐥 𝐔𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 📖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora