Capítulo 22

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Decidí pasear por el parque antes de volver a interrogar a ambos sospechosos. Sentía la cabeza embotada y no lograba concentrarme. Mis pensamientos eran como acertijo indescifrable que cuánto más se alargaba en el tiempo, más personas salían perjudicadas.

Cada minuto me preguntaba quién será el siguiente y qué libro aparecerá en el cuerpo.

Jamás pensé que una creación literaria pudiera ser la sentencia de muerte de alguien.

Caminé cerca del lago y observé la claridad del agua. Daban ganas de desnudarse y darse un buen baño, pero el tiempo frío echaba para atrás esos pensamientos.

Recordé el primer día que vi a Samuel caminar hacia las corrientes de agua que yo ahora mismo visualizaba. Venía del bosque, con una mochila de excursionista. Quizás le gustaba el senderismo o la escalada.

Me senté al borde agarrándome las rodillas, mirando fijamente al frente.

“Tengo que llegar al final de esto”.

🔪🔪🔪🔪


Héctor se encontraba frente a mí sentado en la mesa de comisaría. Dave y yo habíamos decidido encarcelar provisionalmente a todos los miembros del club supervivientes hasta que no saliera el culpable. También por protección de algún inocente que hubiera entre medias.

— ¡No consumo drogas! ¡Hacedme un análisis! —nos gritaba furioso.

— Por supuesto que te lo vamos a hacer —Dave empezó a bromear provocándole.

— No es que tú consumas drogas, la cuestión es... Si has utilizado dichas drogas para que otra persona las consuma —le expliqué.

— ¡No! —pegó un puñetazo en la mesa— ¿¡Qué barbaridad es esa!?

— Eso ya lo veremos, ahora mismo tenemos a tres compañeros registrándote la casa —Dave se miró las uñas haciéndose el interesante.

— ¡Eso no es legal! ¡Quiero un abogado!

— Lo único que querrás será piedad si al final descubrimos que fuiste tú —le amenacé saliendo de la habitación.

Horas antes, cuando habíamos encarcelado a los sospechosos, Carla y Héctor, mandamos un coche patrulla a que registrara la casa de Héctor. Si él era el que provocaba tantas muertes, seguro encontraríamos algo entre sus cosas.

Me subí al coche y conduje hasta la casa. Donde mis compañeros estaban haciendo el trabajo mandado. Me crucé de brazos fuera, observando de lejos como su mujer se quejaba enfadada.

“De tal palo tal astilla”.

— ¡No podes registrar mi casa! ¡Quién ha mandado hacer esto! ¡Pienso denunciar! —gritaba la mujer histérica.

— He sido yo señora —me acerqué a ella con el rostro serio.

— ¿¡Y por qué!? ¡Voy a poner una reclamación!

— ¿Es qué acaso no ha oído de las muertes que ya lleváis en este diminuto pueblo? —le pregunté calmada pero mi forma de hablar era clara.

— ¡Y a mí qué me importa esas personas, ya están muertas y ahora mi casa está patas abajo!

“Menuda insensible”.

— ¡Pues a mi me importa una mierda su casa! —alcé la voz para bajarle esa prepotencia que tenía —¡Quizás su marido sea un asesino en serie que ha matado a personas inocentes y buenas! —los ojos se me llenaron de lágrimas por culpa de la rabia y el recordar a Simón. Aquel anciano con el que bailé en la plaza y me hizo sentir como si fuera su nieta — ¡Así que no dejaré de ponerle la casa patas arriba hasta que encuentre el mínimo detalle para encerrar a su esposo! —me alejé de ella entrando en la casa.

— ¡Ivy! —uno de mis compañeros me llamó desde la sala
principal — no hemos encontrado nada.

— ¿Nada? —miré extrañada los muebles de la casa —¿Ni cuerda, ni cloroformo, ni marcas de veneno?

— Nada de nada, sólo un poco de cocaina en esta bolsa —me entregó la pequeña cantidad en una bolsa de plástico transparente.

“Tiene que haber algo que nos estemos pasando por alto”.

— Tengo que volver a comisaría —salí de la casa ignorando la presencia de aquella mujer y subiendo en el coche.

Si Héctor no va a hablar, quizás su compañera sí  lo haga”.

🔪🔪🔪🔪

— ¿Dónde estabas ayer por la mañana? —Carla me miraba confusa.

— Salí a comprar —me contestó con miedo en sus ojos.

— ¿Qué hiciste a las doce?

— No recuerdo —se echó hacia atrás en la silla —seguía comprando a esas horas, supongo, después me fui a casa.

— ¿Fuiste a casa de Michael y Anastasia?

— No ¿Por qué iba a ir?

— Porque te llevaron la contraria en el debate sobre Romeo y Julieta y decidiste matarlos.

— ¿¡Qué!? —se alteró y empezó a respirar agitada.

— Claro, tú sola no podrías mover ambos cuerpos... ¿Qué tal te llevas con Héctor? —ironicé la pregunta.

—  ¿¡De qué estás hablando!?  —sus ojos empezaron a enrojecer —¡Si me vais a acusar de algo que no he hecho exijo un abogado!

— Dave revisa las cámaras de seguridad del mercado —le
ordené —¿A cuál fuiste?

— A Shop Pasta —empezó a mover la pierna nerviosa mientras intercambiaba la mirada entre Dave y yo.

Mi compañero salió de la sala de interrogatorios para poder analizar las cámaras de seguridad. Yo me quedé observando la expresión facial de Carla.

Algo que nos enseñaron para opositar a policía fue analizar los rasgos faciales de las personas, así identificariamos si están nerviosos, si mienten o si incluso ocultan algo. Era bastante útil.

— Han muerto cuatro personas —le comenté —cuatro personas en cuestión de muy poco tiempo —ella me miraba fijamente —y todas están relacionadas con vuestro dichoso club ¡Así que no pararé hasta que estéis entre rejas! —salí enfadada de la habitación.

Me apoyé en la pared al cerrar la puerta. Estaba alterada y la respiración hacia que mi pecho subiera y bajara muy rápido.

“Necesito tranquilizarme”.

Salí de comisaría para respirar aire puro y cuando vi todo lo que me esperaba fuera deseé ser invisible.

Una multitud de reporteros y periodistas estaban justo en la entrada. Las cámaras de televisión enfocaban hacía la puerta principal.

— ¡Agente! ¡Teniente Ivy! ¡Señorita! —escuché gritar a varios de ellos a la vez.

— Ivy —Igor, mi comandante, se acercó a mi disimuladamente —quieren hacerte una preguntas del caso.

— ¿Quién les ha llamado y cómo se han enterado? —pregunté observando a toda la multitud que se apretujaba.

— He sido yo, no todos los días se puede tener tanta audiencia —Igor se reía orgulloso de su decisión —esto le dará prestigio a tu carrera profesional.

— Las muertes de personas inocentes no son parte de un espectáculo —me adentré entre la gente, empujándolos para que no me aplastaran y me metí en mi coche.

“Esto es una locura”

 📖 𝐄𝐥 𝐔𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 📖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora