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"El inframundo el lugar donde habitan los demonios y quién gobierna estás tierra es el Rey de los Demonios y su reina
Sin embargo, los tronos de dichos monarcas llevan un tiempo vacíos
¿Quien será el próximo rey y reina de los demonios?"
Una hermosa pastelería en un tranquilo barrio de Tokio destacaba entre los edificios con su fachada pintada de colores suaves y una vitrina adornada con exquisitas delicias. En el interior, el aroma dulce y cálido de pasteles recién horneados llenaba el aire, atrayendo a los transeúntes. Una madre y su pequeña hija entraron, y los ojos de la niña se iluminaron al ver la variedad de pasteles decorados con elaboradas decoraciones.
Una joven de cabellos oscuros y una sonrisa radiante se acercó a ellas. Con una calidez genuina habló.
-Muy buenos días, ¿Les gustaría ordenar algo?- Pregunto con voz dulce como la miel-
La pequeña, cautivada por la variedad de dulces, miró indecisa antes de señalar con la mano una cesta llena de galletas con formas de animales. La chica rió suavemente.
-Vaya si que eres una suertuda ¡Era la clienta número 100! Y por ello...¡Puedes probar una galleta gratis!- Exclamó la chica entregándole una galleta de la cesta-
Los ojos de la niña se iluminaron aún más al recibir el dulce.
-Venga cariño dile las gracias a esta señorita por ser tan amable- Dijo la mujer pidiéndole a su hija que le diera las gracias-
-¡Muchas gracias señorita!-
La joven sonrió mientras empaquetaba el pedido de la madre. Aunque el ambiente era alegre, la realidad de la joven era muy distinta de la imagen que proyectaba.
Ella era Dafne Nakamura, una joven de 16 años a quien la mala suerte parecía seguir a donde fuera.
Desde muy pequeña, Dafne había enfrentado adversidades inimaginables. La muerte de su madre dejó a su padre, un hombre que luchaba contra el alcoholismo y las apuestas, con la responsabilidad de criarla. En lugar de buscar una vida mejor para su hija, su padre optó por casarse con una mujer que resultó ser aún más incapaz y con tres hijos que hicieron la vida de Dafne aún más difícil. Desde entonces, Dafne había soportado hambre, frío y maltratos, trabajando desde una edad temprana para sobrevivir y todos los problemas de juego que su padre llevaba siendo perseguida en más de una ocasión por prestamistas. Pero a pesar de todo, su corazón seguía siendo bondadoso, siempre dispuesto a ayudar a los demás, incluso a su propio padre.
Ahora, Dafne había encontrado una pequeña luz en su vida trabajando en una pastelería de barrio, donde, por primera vez en mucho tiempo, sentía una verdadera satisfacción. La repostería le proporcionaba un refugio y un propósito, y su jefa, que apreciaba su dedicación y habilidades, le ofreció una oportunidad que parecía ser el comienzo de una nueva etapa. Aunque la mala suerte aún la acompañaba, en este pequeño rincón de Tokio, Dafne sentía que, quizás, las cosas estaban comenzando a cambiar para mejor.
