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"Hablando con el alma"
Al final del día, Kalego, aún visiblemente irritado por el incidente con Sky, decidió imponer un castigo a Iruma y Dafne. Con una mirada severa y sin posibilidad de apelación, les asignó la tarea de limpiar toda la Royal One, que, aunque lujosa, era también inmensa y difícil de mantener debido a su tamaño.
-Espero que esto os enseñe a controlar mejor a vuestros familiares- Dijo Kalego con voz gélida, antes de marcharse dejando a los dos adolescentes con una pila de herramientas de limpieza-
Iruma y Dafne se miraron, compartiendo una mezcla de resignación y camaradería. Sin perder tiempo, comenzaron a trabajar, barriendo, fregando y ordenando cada rincón del majestuoso aula.
Sorprendentemente, a pesar de lo arduo de la tarea, ambos parecían estar bastante cómodos. Iruma, con una escoba en mano, comentó.
-Esto me recuerda a cuando trabajaba contigo en la peluquería- Confesó Iruma-
-¿Ah sí? A mí me recuerda a mi tía tirando cosas al suelo mientras limpiaba y llamándome "criada" frente a sus amigas- Bromeó Dafne-
-¿Eh?- Iruma se detuvo-
-¿Que pasa? Mis traumas, mis chistes- Dijo Dafne encogiéndose de hombros- Por dios Lied debería de dejar de ponerse cerdo a golosinas, mira como tiene su pupitre-
-¿Estás bien?- Pregunto Iruma tomando su hombro-
-¿Uh? ¿Lo dices por lo de antes?- Iruma asintió- Bueno no puedo cambiar el pasado-
-¿Quieres hablar de eso?-
-No....-
Con aquella sola pregunta de Iruma, una oleada de recuerdos reprimidos comenzó a inundar la mente de Dafne. Mientras limpiaba el aula, cada movimiento de la escoba y cada paso que daba resonaban con ecos de un pasado que preferiría olvidar.
Primero, recordó a su tía, quien la trataba como una criada mientras se jactaba ante sus amigas de haberla salvado de un orfanato. Las palabras crueles y las miradas despectivas resonaban en su memoria, haciéndola sentir pequeña y desvalida de nuevo.
Luego, apareció la imagen de su tío, gritándole cuando solo tenía cinco años por haber quemado la carne del almuerzo. El miedo y la confusión de esos momentos la envolvieron, recordándole la sensación de no ser suficiente, de no poder hacer nada bien.
La memoria de su prima era la más dolorosa. La acosaba en la escuela hasta que Dafne se vio obligada a dejarla para trabajar. Todo el dinero que ganaba terminaba en las manos de su prima, arrebatándole cada yen y cualquier esperanza de una vida mejor. La impotencia y el resentimiento de aquellos días la sofocaban.
