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"El inframundo el lugar donde habitan los demonios y quién gobierna estás tierra es el Rey de los Demonios y su reina
Sin embargo, los tronos de dichos monarcas llevan un tiempo vacíos
¿Quien será el próximo rey y reina de los demonios?"
Dafne se sentó frente a su escritorio, rodeada de libros y pergaminos. Las letras del idioma demoníaco aún le resultaban extrañas y, aunque había mejorado gracias al hechizo de comprensión que Madame Galie le había puesto, todavía necesitaba mucha práctica. Sebastián, siempre puntual y meticuloso, la observaba desde el otro lado de la mesa, listo para guiarla en su sesión de estudio.
-Recuerda, señorita Dafne, los exámenes de rango base no solo evalúan tu conocimiento teórico, sino también tu comprensión práctica de la magia y las costumbres del inframundo- Le explicó Sebastián con su tono calmado y disciplinado, apuntando a las notas sobre la estructura jerárquica demoníaca-
Dafne asintió, aunque por dentro no podía evitar sentirse nerviosa. Había pasado horas memorizando nombres de antiguos demonios, tipos de magia y las leyes fundamentales del inframundo. Sin embargo, lo que más le preocupaba era la parte práctica. Controlar la magia que apenas empezaba a sentir a su alrededor no era nada sencillo.
Estudiar con Sebastián era una rutina que había aprendido a apreciar. Su disciplina y paciencia eran un alivio para Dafne, que sentía que poco a poco iba entendiendo mejor este nuevo mundo en el que vivía. Y aunque a veces se sentía abrumada por la cantidad de cosas que debía aprender, sabía que tenía un buen maestro y, sobre todo, un hogar donde se sentía segura.
La vida con Madame Galie era sorprendentemente maravillosa. A pesar de su transformación y del shock inicial, Dafne había encontrado un lugar cálido y acogedor al lado de su abuela demonio. Madame Galie se aseguraba de que nunca le faltara nada: la mejor comida, una cama mullida y calentita, y sobre todo, un cariño que Dafne había anhelado toda su vida. No había día en el que Madame Galie no la sorprendiera con algún pequeño detalle, fuera un dulce raro del inframundo o un vestido nuevo hecho a mano especialmente para ella.
Dafne adoraba esos momentos, cuando su abuela la consentía, ajustando sus trajes o probándole nuevas joyas mientras charlaban sobre las últimas tendencias de moda en el inframundo. Madame Galie siempre la alentaba, le decía lo talentosa que era y cuánto potencial veía en ella. Nunca había sentido ese tipo de apoyo, y aunque todavía se estaba adaptando a la vida demoníaca, se sentía increíblemente agradecida.
-Estás progresando muy bien, señorita Dafne- Dijo Sebastián con una ligera sonrisa, algo raro en él, mientras revisaba sus respuestas en el último examen de práctica- Si sigues así, no tendrás problemas en los exámenes-
Dafne suspiró, tratando de calmar sus nervios.
-Espero que tengas razón, Sebastián. No quiero decepcionar a Madame Galie. Ella ha hecho tanto por mí… quiero demostrarle que puedo ser una buena nieta y una buena demonio-
