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"El primer día"
El tan ansiado día finalmente llegó. Dafne se despertó con los primeros rayos del sol, no por elección propia, sino porque Claude, el fiel mayordomo, la había levantado temprano.
-Señorita Dafne, es hora de prepararse para su primer día en Babyls- Anunció con su voz profunda pero gentil-
Dafne se levantó somnolienta y se dirigió al baño para darse un largo y relajante baño. El agua caliente ayudó a despejar su mente y calmar sus nervios. Cuando salió, encontró a Claude esperándola con todo lo necesario para arreglarla. A pesar de sus inseguridades, se dejó maquillar y peinar por el mayordomo, quien dedicó todo su tiempo y esfuerzo en hacerla sentir y lucir hermosa.
-Está lista, señorita- Dijo Claude finalmente, mientras daba un paso atrás para admirar su trabajo. Dafne se miró al espejo, sorprendida por la transformación. Era realmente hermosa, pero aún se sentía un poco insegura-
Bajó las escaleras y encontró a Madame Galie esperándola con una sonrisa radiante.
-¡Mi querida nieta!- Exclamó, abrazándola con todo su cariño-Hoy es un día muy especial. Estoy tan orgullosa de ti, podrás estudiar donde tú abuelita dió clases-
Dafne, sintiéndose un poco más segura gracias al apoyo de su abuela y Claude, sonrió tímidamente.
-Gracias, abuela. ¿De verdad fuiste maestra en Babyls?-
Madame Galie, con los ojos brillando de orgullo, asintió.
-Sí, mi querida. Antes de ser parte de los Cuatro Grandes, fui la tutora del mismísimo Rey Demonio en su juventud. Enseñé a muchos de los grandes demonios que ahora gobiernan el inframundo en ausencia del rey-
Dafne estaba asombrada y llena de curiosidad, pero antes de que pudiera hacer más preguntas, Claude interrumpió amablemente.
-Es hora de irnos, señorita. No queremos que llegue tarde en su primer día-
Afuera, un elegante carruaje la esperaba. Dafne subió junto a Madame Galie, y mientras el carruaje se ponía en marcha, su abuela tomó su mano.
-Recuerda, querida. Eres fuerte y capaz. No dejes que nadie te haga sentir menos-
El trayecto hacia Babyls fue tranquilo. Dafne observaba el paisaje del inframundo pasar por la ventana del carruaje, sintiéndose una mezcla de nervios y emoción. Madame Galie la observaba con ternura, recordando sus propios días en la academia y sabiendo que su nieta tenía un futuro brillante por delante.
