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"El inframundo el lugar donde habitan los demonios y quién gobierna estás tierra es el Rey de los Demonios y su reina
Sin embargo, los tronos de dichos monarcas llevan un tiempo vacíos
¿Quien será el próximo rey y reina de los demonios"
Sullivan y Madame Galie estaban en el gran salón de la mansión, sentados uno frente al otro en silencio. Las luces del lugar brillaban débilmente, creando una atmósfera pesada y cargada de tensión. Madame Galie, con el rostro agotado y lleno de culpa, no podía dejar de pensar en la reacción de su nieta, Dafne, tras enterarse de la verdad. Se sentía completamente destrozada, pensando en cómo había manejado la situación.
-He sido una abuela horrible, Sullivan - Dijo finalmente, rompiendo el silencio con su voz temblorosa. Miraba al suelo, sus manos temblando levemente mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con salir- Mi nieta... está destrozada, y todo es por mi culpa. Le oculté la verdad durante tanto tiempo y ahora no quiere ni salir de su habitación. No quiere hablar conmigo-
Sullivan la miró con preocupación y simpatía. Aunque era raro ver a Madame Galie tan vulnerable, sabía que el peso de lo que había ocurrido con Dafne era abrumador. Él también estaba preocupado, no solo por Dafne, sino por cómo todo esto afectaba a su propio nieto, Iruma. Sabía cuánto le importaba Dafne a su nieto, y ver a su amiga en este estado debía estar afectándolo profundamente.
-No te culpes, Galie- Dijo Sullivan en voz baja, intentando consolarla- Hiciste lo que creíste mejor para protegerla. Estas situaciones nunca son fáciles, y el pasado... es algo que siempre nos persigue. Pero aún hay tiempo para arreglarlo. Dafne solo necesita tiempo para procesar todo-
Madame Galie asintió, pero las palabras de consuelo no aliviaban del todo su angustia.
Iruma, quien había estado presente durante la conversación, escuchaba en silencio. No podía dejar de pensar en Dafne. Desde que ella les gritó que se fueran, él no había podido pensar en otra cosa que no fuera su amiga, su mejor amiga. La preocupación lo consumía. Finalmente, se disculpó con su abuelo, diciendo que necesitaba ir al baño, pero en realidad tenía otro plan en mente. No podía quedarse de brazos cruzados mientras Dafne estaba sufriendo.
Mientras caminaba por los pasillos oscuros y solitarios de la mansión, con la determinación de hablar con Dafne y ayudarla de alguna manera, Ari, el espíritu dentro del anillo que llevaba en su dedo, apareció flotando a su lado. Con su tono burlón y siempre oportuno, comenzó a hablar.
-Vaya, vaya, chico, ¿otra vez preocupándote por ella?- Dijo Ari con una sonrisa maliciosa- Tienes tanto interés en tu querida Dafne, pero aquí estamos, todavía sin que hayas podido confesarte. Sigues siendo un cobarde-
Iruma frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. Estaba demasiado concentrado en llegar a la habitación de Dafne para detenerse en los comentarios sarcásticos de Ari.
