La rara historia de cuando Utena quedo atrapada en un bucle temporal

capitulo extra: El sueño de la estrella

-Akari... -"¿Akari? Hace tanto que nadie me llama así..."
-Akari, despierta... - "¿Esa voz? ¿De quién es?"
-Vamos, Akari, ya casi me toca, despierta.

Mis ojos se abrieron lentamente, uno azul, el otro verde. Me cegó la luz que entraba, y por un instante solo vi una silueta borrosa. "¿Utena?" pensé, confundida por un momento al reconocer un cabello violeta apagado, familiar.

Pero cuando la vista se aclaró, ahí estaba ella.
-¿Yume? ¿Ya va tu combate? -Mi voz sonó algo adormilada.

Asintió emocionada, esa sonrisa suya era contagiosa. Ya recordaba todo: el gran torneo de artes marciales de Japón. Habíamos soñado tanto con este momento, entrenando día y noche, imaginando cómo una de nosotras se alzaría victoriosa en la final. Juntas, siempre juntas.

-Sí, y después de esa chica, solo quedaras tú entre el trofeo y yo -dijo con esa pose dramática que me arrancó una sonrisa.

-Eso ya lo veremos -respondí con un tono juguetón, pero con esa chispa de rivalidad latente.

Yume siempre había sido la más dedicada. Yo recordaba todas esas noches en las que me quedaba dormida, agotada por los entrenamientos, mientras ella seguía. Nunca se detenía. La admiraba tanto... más de lo que se lo había dicho alguna vez.

Cuando se giró para irse, me sentí obligada a hablar.
-Yume. -Ella se detuvo, y nuestros ojos se encontraron, esta vez, con seriedad. -Sé que no la necesitas, pero... mucha suerte -le dije con una sonrisa sincera.

Me devolvió una sonrisa cálida, llena de esa confianza que siempre me había dado fuerza. Pero había algo más. Un nerviosismo oculto. No lo noté en ese momento, o tal vez no quise notarlo. Después de todo, era normal estar un poco ansiosa antes de algo tan importante.

El combate comenzó. La campana resonó y todo pareció detenerse, excepto Yume. Se movía como el viento, ágil, esquivando con precisión cada ataque de su oponente. Mis manos se cerraron en puños, pero no de rabia, sino de emoción. Estaba orgullosa de verla así, desplegando todo lo que habíamos trabajado juntas.

Por un momento, pensé que todo iba perfecto. Yume tenía la ventaja. O al menos, eso creía yo.

Pero entonces ocurrió. Un golpe, rápido, tan inesperado que ni siquiera lo vi venir. Directo al estómago. Mi corazón se detuvo cuando vi cómo Yume se tambaleaba hacia atrás, con los ojos abiertos de par en par, sorprendida.

"¡No! ¡Yume!" quise gritar, pero mi garganta se cerró.

Y entonces cayó. Todo el estadio contuvo el aliento por un segundo eterno antes de que el rugido de la multitud llenara el aire. Gritaban por la ganadora, pero yo no escuchaba nada. Solo sentía ese calor, esa rabia quemándome desde adentro.

"Esto no puede estar pasando", pensé, viendo cómo el árbitro levantaba la mano de la otra luchadora. La injusticia me quemaba. "Esto no puede quedar así", sentí mis puños temblar, llenos de una furia que desplazaba cualquier otra emoción.

Yume, mi amiga, mi hermana en todo menos en sangre, había perdido. Y yo... yo no podía aceptarlo.

-Lo siento... Akari... -murmuró Yume, su voz apenas un susurro. Y entonces, contra todo pronóstico, sonrió. Una sonrisa triste. -Je, parece que nuestro combate tendrá que esperar -dijo, y en ese momento, algo en mí se rompió.

Los paramédicos se acercaron para llevarse a Yume, aunque solo era una medida de precaución. Y entonces lo supe: ahora me tocaba a mí. Diez minutos fueron concedidos para que mi oponente descansara antes de enfrentarme. Pero no podía pelear así, con esta rabia ciega que me consumía.

Me dirigí a los vestidores, buscando aire, buscando calma. Me dejé caer en una de las bancas, cerrando los ojos, respirando profundo. Intentando apagar el fuego.