La rara historia de cuando Utena quedo atrapada en un bucle temporal

La guerra en el cielo

La batalla en los cielos se libraba con una intensidad abrumadora. La marea de copias de Magia Baiser chocaba contra las chicas mágicas en un espectáculo de puro caos. Oscuros cortes rasgaban el aire, telarañas y chispas brotaban como fuegos artificiales, rayos y destellos luminosos atravesaban el campo de batalla como estrellas fugaces. Cada movimiento era una danza de poder y estrategia: una chica mágica blandía espadas con gracia letal, otra tejía listones brillantes que atrapaban a sus enemigos, mientras una tercera disparaba ráfagas de energía mágica con precisión quirúrgica. Aunque superadas en número, las chicas mágicas compensaban con habilidad y determinación, logrando mantener la ventaja por momentos.

En el corazón del conflicto, seis figuras permanecían inamovibles, como guardianas de un juramento sagrado. Sobre un trono elevado, Lujuria contemplaba el caos con una sonrisa maliciosa. Su diversión era evidente, sus ojos brillaban con un placer retorcido mientras sus cinco guardianes de Enormeeta la rodeaban como un escudo impenetrable.

—Jajaja… —rió, su voz resonando como un eco perverso sobre la batalla—. Vas a necesitar mucho más que eso para derrotarme, Magenta querida. —Su lengua recorrió sus labios con una mezcla de burla y desafío.

Entonces, Lujuria hizo un gesto perezoso con la mano, como quien ordena sin preocuparse por las consecuencias. 
—Loco. Leaber. Su turno. 

Ambas se tensaron al escuchar su nombre, pero no vacilaron. 
—Sí, mi señora. —Respondieron al unísono. 

Leaberblume desapareció en un abrir y cerrar de ojos, hundiéndose en las sombras como un depredador al acecho. Loco Música, por su parte, tomó su micrófono con una sonrisa salvaje, sus ojos llenos de una chispa de locura. 

De repente, el campo de batalla pareció contener el aliento. Tanto las copias de Baiser como las chicas mágicas giraron la vista hacia Loco, alertadas por el cambio en el ambiente. Solo las integrantes de Enormeeta, preparadas de antemano, se apresuraron a colocarse tapones en los oídos, anticipando lo que estaba por venir. 

Loco subió a lo alto de una estructura improvisada: escaleras de apariencia frágil que llevaban a la cima de una estructura. Con un fuerte pisotón, reveló la verdad detrás de las paredes: eran simples decorados de cartón que ocultaban una torre de bocinas colosales, conectadas en una red letal de sonido amplificado. 

En la cima, Loco Música se paró como una diosa del caos. Respiró hondo, llenando sus pulmones, y lanzó un grito ensordecedor al micrófono. 

—¡Aaaaaaah! 

Una explosión de notas musicales irrumpió como un tsunami de vibraciones, cargadas con una energía devastadora. Las ondas sonoras se expandieron en todas direcciones, impactando con fuerza brutal. Las chicas mágicas reaccionaron instintivamente, generando escudos de energía o refugiándose tras las barreras protectoras de sus compañeras. Sin embargo, no todas lograron resistir. 

Algunas fueron alcanzadas de lleno, su magia cediendo ante el estruendo. Sus cuerpos fueron lanzados por los aires, cayendo desde las alturas del rascacielos como estrellas fugaces apagadas. Unas pocas lograron recomponerse antes de tocar el suelo; otras no tuvieron tanta suerte, estrellándose contra la fría superficie con un estruendo doloroso. 

El caos reinaba. Y, desde su trono, Lujuria reía. 

—Esto es arte. —Murmuró con un placer casi enfermizo. 

El caos no daba tregua. Loco Música, aún en lo alto de su destartalada torre de altavoces, comenzó a cantar. Su voz desafinada perforaba el aire, cada nota errática generando nuevas ráfagas de ataques sonoros que se expandían como flechas invisibles. Las chicas mágicas respondieron con más barreras, tejiendo un intrincado muro de energía brillante. A pesar del esfuerzo, los golpes continuos y los cortes oscuros de las copias de Utena forzaban las defensas al límite.