Capítulo 24: Protegida

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Se instala un silencio de unos segundos y luego se ve roto por el sonido de un arma, en concreto, de una pistola que acaba de ser disparada. El disparo va dirigido a mí. Noto como algo me golpea en el costado derecho del vientre. No me ha dado tiempo de protegerme y, por ende, proteger a mi bebé del disparo. No tengo tiempo de reaccionar de ningún modo, ya que caigo al suelo por el impacto y después de eso ya no recuerdo nada más, pues pierdo el conocimiento.



Despierto sola y en la penumbra. Siento mi costado derecho adolorido y rápidamente bajo mis manos a mi vientre para verificar si mi bebé sigue sana y a salvo. Y sí, lo está para mi alivio. Siento sus movimientos, y mi vientre sigue abultado.

No sé qué pasó después de que me disparasen, pero sé que el que me disparó no fue el hombre arrodillado con quemaduras, sino otra persona.

Me intento incorporar, pero mi costado me duele demasiado, levanto un poco mi pijama y veo que tengo un gran morado en la zona donde me dispararon. No sé cómo me lo hago, pero siempre termino en el hospital.

De repente, la cortina blanca que me separa de la cama que hay al otro lado, se abre. De detrás de ella parece Johanna. Mi primer instinto es proteger mi vientre, luego recuerdo que ella me salvó en la arena, y me tranquilizo. Tiene mejor aspecto que cuando la vi tras su llegada. Sigue teniendo la piel pálida, algunas ojeras moradas bajo los ojos y su afeitada cabeza tiene un poco de pelo crecido.

—Hola descerebrada. —Me saluda acercándose a mí.

Inmediatamente me percato de que va colocada, ya sea de morfina o medicamentos, por su forma de hablar.

Ella se deja caer de forma despreocupada en la camilla y eso provoca que mi costado herido punce de dolor por el brusco movimiento.

—¿Qué, todavía magullada? Parece que te gusta estar en el hospital.

La observo mientras desengancha la vía conectada a mi brazo, la que me suministra tranquilizantes, y se la pone ella. Ni siquiera intento quejarme por ello, no tengo ni las fuerzas ni las ganas suficientes para pelear con ella.

—Me han cortado el suministro, espero que no te importe. —Me explica.

Me quedo impasible, ¿cómo va a importarme después de que Snow la ha torturado hasta casi matarla?

—Me han puesto un psicólogo que parece más loco que yo, me repite veinte veces en una sesión que estoy a salvo. ¿Y tú, Sinsajo? ¿Te sientes a salvo?

—Oh, si, hasta que me dispararon. —Digo sarcástica.

—Por dios, pero si ni siquiera te ha tocado... —Dice en tono burlón. —Cinna se aseguró de eso.

—Pudieron haberle hecho daño a mi bebé. —Digo a la defensiva en tono seco.

—Ah sí, no nos olvidemos del bebé. —Dice con su típico sarcasmo.

—¿Entonces de donde viene el dolor? —Digo recuperando lo anterior mencionado por ella.

—Del impacto, ¿no has visto aun el gran morado? —Me dice señalando mi costado magullado.

—Si.

—No te preocupes, su trabajo es manteneros vivas, en especial a ti.

—¿Por eso me odias tanto? —Le pregunto con una sonrisa burlona.

—No te odio tanto como parece. —Admite. —Y en parte si es por eso. También creo que eres un poco difícil de soportar con tu romance y tu pose defensora contra los desamparados, pero no es una pose, así que te hace más insoportable. Tómatelo como algo... personal.

Sinsajo (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora