Capítulo 38: Paracaídas

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Corremos por las calles echas un caos, y cuando llegamos a la calle principal, miles de Agentes de la Paz están disparando a cualquier sospechoso. Nos escondemos entre la multitud y nos separamos en parejas. Jack y yo nos escondemos detrás de una valla. El bajo vientre lo siento pesado y tengo una sensación de molestia. Estoy bastante cansada, pero no me permito pensar en eso.

Él consigue agarrar la pistola de un agente muerto, y cuando otro se acerca hacia nosotros, le dispara sin remordimientos. Coge el arma del agente que ha matado y me la da. Reanudamos la marcha y avanzamos.

Nos volvemos a esconder tras una valla. Cuando me giro para comentarle a Jack de seguir avanzando, me percato de que no está a mi lado. Salgo de mi escondite y lo veo atrapado por Agentes de la Paz. Le están pegando y conduciéndolo hacia el interior de un coche. Recuerdo que le dio la Jaula de noche a Peeta y me debato entre si dispararle o no. Si cae en manos de Snow, va a torturarlo. En medio de mi debate, consigo leer en sus labios que me dice que continue sola. Muy a mi pesar, así lo hago.

Echo a correr hasta que llego cerca de la entrada de la mansión. Está abarrotada de personas y de niños. Observando bien la escena, me doy cuenta de las verdaderas intenciones de Snow, no los hace entrar porque los está usando de escudo humano.

—(TN), ¿estás bien? ¿Dónde está Jack? – Me pregunta Katniss llegando a mi lado.

—Lo han cogido. —Le informo.

Ella suelta una maldición. Me duele pensar en lo que pueden estar haciéndole a Jack. Busco a mi alrededor y tampoco diviso a mi amigo cazador.

— ¿Y Gale?

—No lo sé, le he perdido el rastro durante los disparos. —Me contesta con preocupación.

Nos llama la atención el sonido de un aerodeslizador del Capitolio que pasa por encima nuestro. Se acerca a la zona en la que los niños y los habitantes del Capitolio están intentando entrar a la mansión. Cuando está sobre ellos, suelta paracaídas parecidos a los de los juegos. La gente de la entrada y los niños alzan los brazos para cogerlos, y en el momento que los tienen entre sus manos, explotan. Crea tal onda expansiva que Katniss y yo salimos disparadas hacia atrás sin tener tiempo de ponernos a cubierto. Nos toma desprevenidas.

Cuando me recupero del golpe y me incorporo, me doy cuenta que Katniss ya no está a mi lado. La busco con la mirada y la veo corriendo hacia la multitud de los heridos. Veo paracaídas caer de nuevo y sé lo que ocurrirá a continuación. Me lanzo a buscarla para evitar que llegue allí, pero ella se dirige hacia un sitio fijo, y es cuando me doy cuenta que se dirige hacia Prim. Un brazo me retiene, pero ya no me da tiempo a mirar quien es, porque la segunda oleada explota causando una onda expansiva mayor. Debido a que estoy más cerca, el impacto es aún más grande que la anterior detonación y vuelo por los aires. Me golpeó la cabeza con algo duro y ya no sé qué ocurre después.



Despierto en una habitación de hospital. A mi alrededor solo veo máquinas, y eso me transporta a unos meses atrás, a todas las veces que he ido a parar al hospital por algún motivo.

Busco a alguien conocido a mi alrededor, pero no hay nadie, solo máquinas. Me llevo las manos al vientre esperando encontrarlo abultado como en otras ocasiones, pero para mi sorpresa no noto nada, ningún bulto, no noto mi abultado vientre. Mi vientre está plano, vacío. La desesperación, el terror inundan mi sistema y me altero.

—¡Donde está mi bebé! ¡Mi bebé! —Grito como puedo, ya que las cuerdas vocales y la garganta me arden.

Intento arrancarme todos los cables conectados a mi cuerpo encerrada en mi histeria. Alertados por los pitidos que comienzan a hacer las máquinas, médicos aparecen y me intentan calmar, me inyectan algo y quedo sumida en la oscuridad nuevamente.

Veo a mi abuelo, está de pie en la mina, cuando me ve me sonríe. De repente, aparecen unos paracaídas con algo enganchado en ellos. Son iguales a los de los juegos, mi abuelo coge uno.

Detrás de mi abuelo, aparecen Peeta y mi padre, que se colocan a su lado y también agarran un paracaídas en su mano. Luego aparecen Jack y Gale seguidos de Katniss, Prim y Finnick, los cinco cogen un paracaídas y seguidamente me rodean.

Miro a mi abuelo y este me vuelve a sonreír. Los paracaídas explotan y la onda expansiva me tira al suelo. Cuando me consigo levantar, veo que las caras que eran de mis amigos, de mi familia, se han transformado en unos horribles mutos lagarto. Se abalanzan hacia mí, pero consigo escapar por un hueco. Empiezo a correr para salvarme a mí y a mi hija, los mutos me persiguen y noto como si cada vez me costara más correr.

Levanto la mirada del suelo y veo al presidente Snow, en su balcón, mirándome con su típica sonrisa de serpiente. Sorprendentemente, a su lado, está la presidenta Coin. Los dos sostienen una copa de champan celebrando mi muerte.

Vuelvo mi vista atrás y ya no veo a los lagartos perseguirme. Los veo en el suelo, muertos y ya no son los mutos, sino que son mis amigos, a los que hoy en día considero mi familia. Me doy la vuelta para ir con ellos, pero de repente se levantan y son los mutos que nos atacaron en los primeros juegos, aquella especie de lobos, pero con las caras de todos mis amigos y de mi familia. Me giro y vuelvo a salir corriendo, pero por el otro lado aparecen más mutos. Estos tienen la cara de todos los tributos que estuvieron conmigo en los dos juegos y que murieron. Me rodean, esta vez no tengo escapatoria.

Miro hacia el balcón y antes de que se me abalancen todas esas bestias veo una sonrisa triunfante en ambas caras. Me agarro el vientre para protegerlo y lo noto vacío. Miro a mi alrededor y veo a los mutos comiéndose a un bebé. Todo se vuelve negro.



Despierto sudorosa, sobresaltada, intranquila, inquieta y alterada. Veo a mi padre a mi lado, que en cuanto se percata de que estoy despierta, se acerca hacia mí como un rayo.

—Papa...—Le llamo con esfuerzo.

Mi garganta está seca, parece que me hubiera tragado un estropajo.

—Hija... —Me da un cuidadoso abrazo, pero yo le aparto. Tengo cosas que saber ahora mismo, como, por ejemplo, donde está mi hija.

—Papa, ¿dónde está mi bebé? —Me mira apenado y se queda sin saber que decirme. Comienzo a imaginarme lo peor, la última escena de mi pesadilla me golpea.

—Hija la bebé...

—Hija la bebé

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Sinsajo (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora