La semana se desarrollaría con tranquilidad. En el día, los dos ponis preparaban el pedido para las fiestas; y, en la noche, pasaban tiempo practicando actividades de pareja y viendo qué tan lejos podían llegar antes que el grandullón se quejara de dolor. La semana terminó, y también los preservativos, de los cuales no iban a necesitar en tres días, pues el pedido estaba acabado y debía ser entregado en Canterlot lo antes posible.
Era temprano cuando, en la estación, Braeburn y Sombra empezaban a cargar el pedido en el vagón de carga. A la pareja, se le unirían lo distintos miembros de la familia que se encargarían de distribuir cada producto. Braeburn sacó una lista para confirmar que estaba todo.
— Veamos: Tartas de manzana, listo; Manzanas de caramelo, listo; — empezó a enumerar de y tachar de uno en uno. Después de media hora de listado — Buñuelos de manzana, listos; Gelatina vegetal de manzana, listo; y, por último, Tarta de queso con manzana, listo. Perfecto familia, todos a bordo, tenemos una fiesta a la que asistir y productos que repartir. — Los familiares de Braeburn fueron subiendo al tren dejando a Sombra y Braeburn despidiéndose en el andén.
— Ojalá pudiera ir contigo, pastelito, — decía Sombra con semblante triste, realmente quería ir, pero sabía que no sería posible — pero si pusiera un pie en Canterlot mi cabeza sería separada de mi cuerpo.
— Lo sé, mi preciosura, pero tampoco creo que te sea posible caminar demasiado después de todo lo que hemos hecho en la semana. — Bromeó antes de darle un tierno beso mientras el enorme corcel se ruborizaba — Jeje. Solo bromeo, pero, de verdad, no creo que sea lo mejor para ti ir a cubrir el turno en "El Arcoíris" hoy. Además de que los vecinos te van a ver caminar raro, te arriesgas a que cualquiera en el pub te diga algo.
— ¿Y qué voy a hacer entonces en el tiempo que estés fuera? — Diría él — Es un pueblo pequeño, rodeado de absolutamente nada en kilómetros a la redonda, y ya te he comentado que me pongo a sobre pensar sobre mi pasado y si de verdad merezco esta oportunidad cuando estoy solo y sin nada que hacer y... — El silbato del tren interrumpiría al grande. El tren estaba por partir y Braeburn iba hacia la puerta.
— Habla con Apple Cider. — Diría desde el vagón — Pregúntale por la biblioteca. Tal vez así podrías distraerte.
— ¿Hay una biblioteca? — La pregunta no sería escuchada pues el silbato del tren opacó su voz, mientras el tren comenzaba su movimiento, lentamente acelerando hasta desaparecer en el horizonte.
El umbrum estuvo ahí parado como maniquí hasta que el tren desapareció. Se había quedado completamente bloqueado en su pensamiento. ¿Había una biblioteca en el pueblo todo este tiempo y nadie le había dicho nada? ¿Con lo que él amaba leer? Pensó que, tal vez, no se lo habían dicho por falta de tiempo, porque no sabían de su gusto por la actividad o porque no se acordaban siquiera que esta existía, lo cual era un problema para el pueblo. Fuera como fuera, con molestias en su grupa, y dificultad para andar, Sombra haría su camino hasta el pub para empezar su turno y hablar con Apple Cider de paso.
Al llegar, Apple Cider apenas había empezado a preparar las mesas, por lo que, a la vez que avanzaba por el local, usaba su magia para bajar las banquetas de estas y preparar los paños para adecentar el lugar un poco. Apple Cider notó su curiosa forma de caminar e inmediatamente supo lo que le sucedía a su querido concuñado lejano, sin embargo, por profesionalidad, y pensando que tal vez Sombra no era de ese tipo de hombres que compartían sus actividades de pareja tan a la ligera, no le dijo nada. Solamente le ofreció unas pastillas para el dolor que había en el botiquín.
Pronto los clientes empezarían a llegar. Eran menos que de costumbre, pero ¿qué podían hacer ellos? Era fiesta nacional, y su celebración principal, era en la capital. Muchos de ellos estarían preparando su viaje, de camino o directamente en la ciudad haciendo turismo previo. No obstante, los pocos que no se habían ido, notaron la forma de caminar y los quejidos del enorme ser. Por respeto a su privacidad, nadie decía nada, pero era imposible no oír las agudas y, a veces amaneradas, risas que estos dejaban salir cuando se alejaba lo suficiente, causando frustración y vergüenza en el semental.
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Sombras sobre el manzanar
RomansBraeburn cuidaba de sus manzanos en Appleloosa cuando de repente encuentra a un misterioso corcel famélico y herido bajo uno de sus árboles. Tras un tiempo, el corcel, parece desarrollar cierto aprecio por su salvador, quien lo trata como un igual p...