Itachi Uchiha

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Soltaste un suave suspiro mientras la lengua de Itachi se enroscaba alrededor de tu pezón, frunció el ceño mientras empujaba su pene dentro de ti lentamente, haciéndote sentir cada vena y cresta contra tu punto G. Tu mano tiró de su liga para el cabello, soltándolo mientras enredabas tus dedos en los suaves mechones negros.

"Eres tan perfecta. Te amo", murmuró, su voz ligeramente tensa, sus ojos oscuros se entrecerraron levemente mientras te miraba.

"Te amo", murmuraste, moviendo tus caderas contra él, desesperada por más fricción, más de sus estados de ánimo muy poco frecuentes donde se dejaba vencer por sus necesidades y se metía en ti a un ritmo más implacable. Parecía disminuir la velocidad cada vez que sus caderas se sacudían con fuerza contra ti, mirándote una y otra vez cuando agarraba tu cadera o tu trasero para ver si tenías dolor, preguntándote todo el tiempo si te estaba lastimando.

Sabías que las relaciones eran un territorio desconocido para Itachi. La tuya era bastante nueva y él te trataba como si estuvieras hecha de la mejor porcelana. Como si fueras a romperte en mil pedazos si tan solo te clavaba los dedos con demasiada fuerza en la piel.

Itachi no era un amante inexperto, siempre se aseguraba de que te corrieras varias veces. Nunca parecía estar satisfecho hasta que no podías hablar, hasta que tus piernas temblaban sobre sus hombros. Pero nunca te menospreciaba. Nunca mostraba su lado peligroso. El lado de él que podías ver en sus ojos cuando te miraba mientras te follaba, la oscuridad arremolinándose en esos iris negros que amenazaban con ahogarte.

Te fascinaba. Lo ansiabas. Querías que él te poseyera, que te reclamara, que te marcara. Querías que perdiera el control, que perdiera toda la compostura y que se permitiera sentir todo, querías que fuera tan intimidante y dominante como lo era con todos los demás, sabiendo que cuando ambos bajaran de su estado de euforia, él volvería a ser tu pareja gentil y amorosa.

—Itachi, suéltalo. No me romperé —dijiste, y él te miró, disminuyendo la velocidad y con la garganta agitada.

—No quiero hacerte daño. Quiero ser amable contigo —murmuró. Te mordiste la comisura del labio inferior, agarraste su mano y la envolviste alrededor de tu garganta. Sus dedos temblaron por un momento, pero estaban sueltos alrededor de tu cuello.

—No quiero que seas gentil. Quiero que me arruines —dijiste mirándolo, tratando de transmitirle que estabas segura, que lo querías, que él no te iba a hacer daño.

Algo cambió en sus ojos. Una especie de deseo más profundo, una necesidad salvaje que parecía luchar contra su racionalidad.

—Mi amor... —susurró, como si los últimos jirones de su compostura estuvieran colgando de un hilo. Como si estuviera luchando por no rendirse.

—Déjame ir, Itachi. Arruíname. Fóllame como sé que quieres hacerlo —dijiste. Su mandíbula se tensó, sus dedos se envolvieron más alrededor de tu garganta, el pulgar presionando en el costado, haciendo que tu cabeza se relajara y aumentando las sensaciones en tu cuerpo. Sus ojos se volvieron hacia su sharingan, un rojo profundo que parecía consumirte.

—Tendrás que aguantar si quieres que sea duro. Si quieres que te arruine, tendrás que hacer lo que yo diga, cuando yo lo diga —le advirtió. Asentiste un poco, tu clítoris palpitaba ante el tono de su voz, tu estómago se tensó por el miedo primario al hombre que podría arruinarte, destrozarte.

"Lo haré. Lo haré", dijiste y él sonrió levemente, haciéndote sentir como su presa.

Empezó lentamente otra vez, y querías decirle que simplemente te follara contra el colchón, pero lo siguiente que supiste fue sus dedos clavándose en tu muslo, un gemido bajo escapó de él mientras se estrellaba contra ti, arrancándote un fuerte grito cuando la punta de su polla besó tu cérvix.

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