Itachi quedaría totalmente destrozado por el hecho de haber dejado a su pareja y a su hijo solos. En el fondo, siempre deseó haber podido formar una familia con ella y siente mucho remordimiento por no haber podido estar allí para ellos.
Se enamoraría de su hijo al instante. Su corazón se llenaría de calidez y, si aún pudiera latir, le martillaría en la caja torácica. Acariciaría con una ternura desgarradora el pelo corto del bebé y probablemente se le saltarían las lágrimas cuando el bebé lo mirara y sonriera.
Se disculpaba y le decía a su pareja cuánto lamentaba haberlos dejado, cuánto le hubiera gustado ser padre y lo hermoso que era su hijo. Le preguntaba cómo era el bebé, qué le gustaba, cómo se comportaba.
Él querría quedarse con todas sus fuerzas, pero sabría que su tiempo había terminado y que era hora de descansar. Intentaría quedarse tanto tiempo como pudiera antes de ir a deshacer el Edo Tensei y prometer que los esperaría.
Le rompería el corazón pensar que nunca podrá estar presente en los primeros pasos de su hijo o ayudarlo a convertirse en lo que quiera ser, o intentar transmitirle su conocimiento del mundo para asegurarse de que nunca cometa sus errores, pero sabe que su lugar ya no está con ellos y tiene que dejarlos ir. Espera que sea una despedida larga, pero en la que se vuelvan a encontrar.