Capítulo 32

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Un mes y medio después...

Hoy era el día de la exhibición.

Entraba a clase con mis dos amigas observando el entorno: había más gente de lo habitual, lo cual incluía padres y madres y más familiares...
Todos ellos estaban fuera del tatami. Nosotros entraríamos a él mediante un pasillo que había cuando empezará la exhibición.

Nosotras ya íbamos vestidas con el kimono y no nos hacía falta cambiarnos.

–Esto está llenísimo, madre mía –medio susurró Paula.

–Sí, sí –dijo Aitana.

–No tardará en empezar –añadí yo–, quedan unos pocos minutos.

Las dos asintieron.

–Tengo que buscar a Martina –dijo Paula, poniéndose de puntillas para ver entre la gente–. Me toca hacer con ella la primera pelea.

–Es verdad, yo tengo que buscar a Matt –Aitana imitó a Paula. Pero enseguida encontró la mirada de él en el extremos izquierdo de la clase y ambos sonrieron.

A su lado estaba Lucas, el cual estaba mirando distraído a unos niños pequeños jugar entre ellos.

Instintivamente, sonreí.

–Yo tengo que encontrar a... –dije, pero las palabras se aferraron a mi boca– con Rubén.

Mis amigas que estaban enteradas de todo los que pasó aquel día, se quedaron inmóviles.

–Ostia, que putada –dijo Aitana.

–Menuda mierda. Espero que se pase rápida la pelea –deseó Paula.

Entre Rubén y yo no había pasado nada en el último mes y medio.
No habíamos hablado y ni nos habíamos mirado a la cara. Tal vez una mirada de reojo, pero nada más.
Hubo suerte que no nos tocó hacer ninguna pelea juntos en este tiempo.

Pero había llegado el momento.

Resoplé y puse los brazos en jarras.
Miré a mi alrededor en busca de mi ex. Lo encontré sentado en un banco con la cabeza gacha.

–Bien, ¡Bienvenidos todos y todas! – exclamó mi profesora– Gracias por haber venido a esta exhibición. Ahora entrarán mis alumnos a hacer una pelea por parejas, y luego harán otra.

Ella nos miró y nos hizo una seña para que entrasemos al tatami.
Todos empezamos a entrar en fila por el pequeño pasillo entre la multitud.

–Colocaros por parejas –nuestra profesora dio dos palmadas.

Intenté no poner los ojos en blanco por la idea de que unos instantes tenía que verle la cara al tío que me puso los cuernos, y que cuyo padre me secuestró.

Sentí a alguien detrás mía y me giré para comprobar si mi intuición era correcta.

–Hola –dijo Rubén, algo tímido.

–Hola –solté un suspiro mientras que lo saludé. Miré al suelo.

A nuestro alrededor todos nuestros compañeros estaban colocados para empezar a pelear.

–¡Ya podéis empezar! –la profesora gritó.

Así que empezamos a ponernos en posición de lucha y después acabamos en el suelo en busca de la finalización de uno de los dos.

Había un ambiente tenso. Así que decidí hablarle a Rubén.

–¿Lo sabías? –murmuré.

–¿El qué?

–Rubén –le miré a los ojos.

Él desvió la mirada.

–Sí. Bueno, más o menos. Sabía que actuaba de forma extraña últimamente, pero lo de los mensajes no me lo esperaba –hizo una pausa–. Y menos lo del secuestro.

–¿Por qué no me dijiste nada?

–Sabía que si te decía algo mi padre se acabaría enterando de que sospechábamos de él. Además, siempre me tenía amenazado. Nunca sabía qué era lo más adecuado.

Podría haber actuado bien. Seguro que no se habría enterado de nada.

–¿Aquel moratón te lo hizo tu padre? –pregunté.

Él no contestó.

–No fue una pelea, ¿verdad?

–No, me lo hizo él. A eso me refiero con las amenazas –dijo con un tono amargo en su voz.

–Lo siento.

–Yo debería sentirlo, no estaba al tanto de la situación. Y al final pasó lo que pasó –buscó las palabras en su mente–. Tampoco debería haberte engañado con Lara.

–No se qué decirte, Rubén.

Conseguí hacerle una finalización y ambos nos levantamos del suelo del tatami para empezar una nueva ronda.

–Tu padre está en la cárcel –esperé que me dijera algo.

–Sí. Es donde debe estar, le ha hecho daño a mucha gente –me dijo–. Incluso hubo una temporada en la que agredía a mi madre.

–Joder, qué fuerte. Lo siento.

–Nos afecta mucho a nuestra salud mental –suspiró–. Te pido perdón si alguna vez se me fue de las manos la situación o estaba un poco distante.

Asentí lentamente, empatizando con él

–El otro día Lara se hizo un test de embarazo para...confirmarlo, ya sabes –me miró a los ojos–. Salió negativo. Todo se quedó en un susto.

–Supongo que será un alivio para todos. Si te dijo la verdad, creo que se lo inventó porque estaba compinchada con tu padre. Ya que él quería que te fueras con ella –solté mu opinión.

–El típico truco –negó con la cabeza–. Al principio, parecía real y me asusté. Pero tenía mis sospechas.

Ambos nos quedamos en silencio.

–Creo que fue lo mejor –explicó–. Me refiero a que cortásemos. Las cosas no iban muy bien.

–La verdad es que no –dije, siendo honesta.

Ambos nos dedicamos una pequeña sonrisa de reconciliación.

–¿En paz? –preguntó.

–Supongo que sí.

Aunque le tenía algo de rencor, pensé que sería mejor si las cosas se quedaban amenas y sin tanta incomodidad.

La profesora hizo un nuevo anuncio que nos sobresaltó a todos:

–¡Tiempo!

Los dos nos levantamos de nuevo del suelo.

–Ahora haréis otra pelea con quien queráis.

No despedimos y fuimos a buscar a alguien.

Mientras buscaba a alguna persona vi a Lucas que se estaba acercando hasta posicionarse enfrente de mí.

–¿Me concede esta pelea, mi princesa?  –me agarró la mano, se inclinó y me dejó un suave beso en el dorso de esta.

–Pues claro –le ofrecí una sonrisa tierna y le guiñé un ojo–. Lucha conmigo.

Lucha conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora