Cuando regresamos del campamento a nuestra ciudad, nos bajamos del autobús y Rubén y yo no volvimos a hablar ni a vernos.
Hasta ahora.
Después de unos días sin noticias de él, me sorprendí al ver un mensaje suyo.
–Hola. ¿Te parece bien venir a mi casa y hablamos? –decía el texto.
Al fin y al cabo, me rendí y terminé aceptando. No podía seguir así. Necesitaba aclarar las cosas.
Y así es como me encontraba a mí misma enfrente de la puerta de su casa.
Dudando, levanté la mano para presionar el timbre.
Tragué saliva y me mentalicé de que en pocos segundos iba a entrar por aquella puerta y que...La puerta se abrió de repente.
Retrocedí un paso hacia atrás por la rápida recibida.
En principio esperaba ver a Rubén sosteniendo la puerta y saludándome. Pero en cambio vi a otra persona distinta: su padre.
Oh.
Mierda. Eso no lo había pensado.
–Hola, ¿está Rubén? –(más le valía estar) dije al ver que él se me quedaba mirando con cara inexpresiva.
–Sí –respondió, secamente.
Vale, a ese señor no le caía bien.
La tensión se notaba bastante en el ambiente. Ambos nos mirábamos, pero ninguno movía ficha.
–¿Papá? –cuestionó una voz por la casa.
Rubén apareció enseguida al lado de su padre, apoyándose en el marco de la puerta.
–No me habías dicho que había visita –le dijo su padre.
–He invitado a Sandra un rato a casa. No molestará, tranquilo –dijo Rubén y quise de inmediato enarcar una ceja, pero no debía. Me miró–. Pasa.
Su padre se apartó, finalmente.
Pasé al interior cautelosamente, observando el interior.
Una decoración elegante acompañada de muchos cuadros.
En la fiesta que dio su hermana Claudia aquella vez no pude fijarme demasiado bien en el inmobiliario debido a la gente, música y luces.
Pero ahora sí.Rubén pasó su brazo por mi hombro. De inmediato el deseo de apartarlo invadió en mi interior. Pero no lo hice. No quería formar una pelea, y menos delante de su padre.
A medida que me llevaba hacia unas escaleras al piso de arriba observé uno de entre todos los cuadros.
En él se podía observar a un grupo de personas posando para una foto con un gran edificio a sus espaldas.
La finca de su padre, pensé.Al lado había un diploma enmarcado dándole la enhorabuena a un tal Víctor por liderar el mejor negocio en 2022.
Víctor era el padre de Rubén, estaba claro.En el piso de arriba, Rubén me guió hasta una de las puertas del pasillo entrando en una habitación. La suya.
Las paredes eran blancas y algunos pósteres cubrían la pared. Su cama se situaba en el medio con el respaldo en la pared. Arriba de ella, una ventana dejaba entrar la luz natural del día.
Un escritorio y varias estanterías adornaban también la habitación.Se dirigió a la cama y se sentó en el borde de esta. Dio dos palmadas al lado suyo para que me sentara.
–¿Por qué estás enfadada? –se apresuró a decir cuando me senté.
–¿Qué te hace pensar que lo esté?
–Se te nota. Dime, ¿qué pasa?
¿Acaso no se enteraba aún? ¿Me estaba gastando una broma?
Solté el aire de mis pulmones.
–Creo que ambos sabemos lo que pasó la primera noche de campamento –dije sin pensármelo mucho.
–¿A qué te refieres? –enarcó una ceja.
Incliné mi cabeza levantando las cejas, lanzándole una mirada de "no soy tonta".
Algo en sus ojos cambió.
Su cara se volvió más pálida y no sabía qué decir.Abrió la boca para decir algo pero la cerró.
–¿No me vas a explicar lo que pasó? –pregunté, algo desesperada.
–Verás, no sé lo que me pasó, pero lo siento mucho. Estaba muy confundido y ella se lanzó...
–¿Cuándo pensabas decírmelo? Apenas llevábamos tres días de relación y ya me habías puesto los cuernos.
Los cuernos que menos mal no hacen arañazos en el techo.
–No lo sé –hizo una pausa mirando al suelo fijamente–. Me dejé llevar.
–Ya veo, la corriente del río te arrastró hasta llevarte al mar, ¿verdad? –dije, él se mantuvo en silencio– Lo que más me duele es que me hayas mentido, haberme dicho que no ibas a caer en sus redes y que era una niña de papá. Pero ya veo que ni te acordaste de esas palabras. Ni de mí.
–Lo siento, de veras –hizo una pausa–. Sandra, he estado pensando en todo esto y creo que... lo mejor es que cortemos.
Mi pulso se aceleró. La rabia corría por mis venas a la vez que intentaba procesar lo que me había dicho.
–¿Qué?¿En serio? –pregunté, pero seguía sin mirarme– ¿Solo por esa tía?
–No lo entiendes, yo...
–¿Que no entiendo qué?¿Qué es lo que pasa? –casi grité.
–¡Lara está embarazada! Eso es lo que pasa –dijo con amargura.
Levanté las cejas y abrí más la boca en forma de "O" por la sorpresa.
Esto sí que no me lo esperaba.
–Osea que no te vale con liarte con ella poniéndole los cuernos a tu novia sino que aún tienes ganas de acostarte con ella.
–Sandra, no tengo más remedio que estar con ella ahora.
Ambos nos callamos. El silencio llenaba la habitación.
–¿Va a tenerlo? –murmuré.
–No. Abortará –dijo–. Por eso, pienso que lo mejor para los dos es romper. Las circunstancias no están de nuestra parte.
Negué con la cabeza, esbozando una sonrisa amarga.
–Que rápido desechas nuestro amor.
–Lo siento, Sandra. Tu sabes que te quiero y que...
–No, no me quieres. Si me hubieras querido no me habrías hecho esto.
Silencio.
–Hemos acabado –dije finalmente.
Me levanté de la cama y me fui hacia la puerta. Sin decir nada más, agarré el pomo de esta, la abrí y salí de allí cerrándola de nuevo.
Recorrí el pasillo intentando darme prisa hasta llegar a las escaleras donde, desgraciadamente, me encontré con Víctor.
El mundo está en contra de mí hoy.
–¿Ya te vas? –preguntó.
A veces pensaba que me despreciaba por la forma en la que me miraba.
–Sí, tengo que ir a un sitio, no me acordaba –mentí–. Adiós.
No dijo nada. Tampoco necesitaba que lo dijera. Solo se limitó a subir las escaleras con su cara inexpresiva y de superioridad.
Seguí bajando. Pasé por el gran salón y me dirigí a la puerta principal.
La abrí y salí al exterior a la vez que mis hombros se relajaban.
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Lucha conmigo
Teen FictionCuando Sandra se apunta a artes marciales con sus dos amigas conoce a Rubén, un joven de sonrisa encantadora. Los sentimientos de ella florecen cada vez que lo ve y está cerca de él. Un día, Lucas, un nuevo alumno entra a clase. Al hablar con Sandra...