Capítulo 15

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Estaba sentada en un banco de una calle con el móvil entreteniéndome un poco. Esperaba que Rubén llegase a la hora acordada en la que me recogería con la moto para ir al hospital porque o sino me moriría del frío.

Y sí, aún estábamos en septiembre.

Mientras, estaba imaginando a Rubén en moto. Para portada de revista, seguro...

¿Y si era un kamikaze con la moto? No creo. Si manejó anoche el coche de su madre puede llevar una moto. ¿O no?
Bueno, al menos tiene el carnet. Si se lo sacó por algo será.

Estaba tan centrada en mis pensamientos que me di cuenta que se habían pasado cinco minutos desde la hora acordada.

Uy.

Me daba la sensación de que algo iba mal.

Le estuve mandando varios mensajes, pero no los leía. Al cabo de quince minutos, vi una moto a lo lejos que se aproximaba a donde estaba yo hasta que quedó en frente mía.

Era él.

Me saludó con una sonrisa forzada y yo hice lo mismo. Me acerqué y me subí atrás suya, me pusé un casco que me ofreció y me agarré a él uniendo mis manos alrededor de su cuerpo.
Estaba un poco tenso, lo pude notar.

Teoría confirmada. Algo había pasado, estaba segura.

—¿Qué tal? —le pregunté al poco tiempo de que arrancase la moto.

—Como siempre, ¿y tú?

Me daba mucha impotencia verlo así, el no poder ayudarlo, porque estaba claro que no me contaría gran cosa.

—Bien. Oye, ¿estás bien?

—S-sí, ¿por? —dijo con la voz un poco temblorosa.

—Me puedes contar lo que sea, Rubén.

—No es nada grave. He tenido que arreglar un asunto y por eso he llegado un poco tarde, lo siento.

—No pasa nada.

—Gracias.

Quería ayudar pero no sabía cómo. Era complicado. A lo mejor le sentaba bien o no.

—Si necesitas hablar, aquí estoy —le dije mientras le acariciaba la chaqueta con mis manos.

Noté como soltaba un suspiro y no me dijo nada.

Estuvimos todo el camino callados. Cuando llegamos al hospital dejó la moto aparcada y nos bajamos. Me sorprendió cuando me cogió de la mano.

No se porqué me sorprendió. Quizá, el hecho por el que estuviese un poco raro hacía que pensara que estuviese distante conmigo.

Pero agradecí que, por lo visto, no fuese así.

—¿Vamos? —me preguntó mostrándome su mejor sonrisa en esa situación.

Yo asentí con la cabeza ofreciéndole también una sonrisa.

Así que nos dirigimos a la puerta del hospital.

—Oye, voy al baño. Si quieres, puedes ir preguntándole el número de habitación a la recepcionista —dijo cuando entramos.

—Vale, luego te mando un mensaje con el número de habitación.

—Hasta luego.

—Hasta luego.

Se alejó por un pasillo en el que ponía un cartel indicando que por ahí estaban los baños y yo avancé hasta el mostrador, donde había una chica con el pelo castaño recogido en un moño y llevaba unas gafas.

Lucha conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora